Quizás uno de los más grandes avances de la medicina en Nicaragua es que ahora el paciente puede quejarse ante un tribunal o periódico de la negligencia de que ha sido víctima.
Es un gran avance pues al menos estamos concienciando al pueblo del gran retroceso y atraso que vivimos en la Nicaragua del siglo XXI en materia de salud.
Parece ser que nuestras autoridades desde el presidente de la República hasta ministros de Salud, decanos de las facultades de medicina, dentistería, farmacia, tecnología médica, directores de hospitales y administradores de justicia (Policía, jueces y miembros de la Corte, miembros del Ejército) son suicidas o permiten el crimen no solo a extraños pero también a sus propios familiares y amigos.
Porque negligencia en salud es un acto suicida y/o criminal y digo en salud porque aquí no solo los médicos tienen la culpa.
Jodido, ¿qué pasa en Nicaragua? Y perdonen la expresión muy nica. ¿Que somos montunos salvajes? ¿Que la inteligencia desapareció del país? Si ya no nos importa la salud, ¿qué puede importarnos?
Negligencia en salud empieza desde permitir el desastre en nuestras carreteras. Con pésimas vías, malos sistemas de transporte, ausencia total de señales, analfabetismo en educación vial con un índice de accidentes, muertos y lesionados que eriza los pelos de cualquier ser medio inteligente.
Negligencia en salud es aceptar las numerosas universidades que gradúan no solo médicos; pero también ingenieros (que construyen nuestras carreteras), abogados (que ignoran y permiten que se transgredan las leyes) y otra enorme cantidad de profesionales sin ningún control de la calidad de la educación que reciben.
Negligencia en salud existe cuando el Gobierno y sus adláteres para beneficiar a los adeptos a sus políticas, no permiten un control estricto de los que practican la salud al oponerse a las colegiaturas, control legal de la educación continuada de médicos, enfermeras, técnicos de radiología, farmacia, laboratorios, etc.
Negligencia en salud es aceptar que se vendan medicinas en mercados y pulperías.
Que cualquiera importe, propagandice y distribuya medicamentos sin el control riguroso que se exige en cualquier país civilizado.
Que cualquiera abra un caramanchel y practique medicina, elabore exámenes de salud, prescriba drogas, ordene o elabore exámenes de laboratorio y rayos X sin ser calificado para ello.
Negligencia en salud es ir a visitar a uno de estos practicantes de salud y aceptarlos en su comunidad ignorando a propósito o aun por necesidad, sus estándares profesionales.
A como pasa en estos momentos cuando un extranjero de origen alemán abre muy campantemente una clínica de células madre y comienza a practicar una medicina que aun en los países más avanzados está cuestionada su efectividad.
Y nadie le pide credenciales y nadie controla lo que hace y nadie con excepción de la prensa abre su boca.
Negligencia en salud es CALLAR ante tales abusos y acomodarse a no decir nada y solo brincar cuando de verdad nos duele, como pasa con los casos de cuatro médicos recientemente acusados o el artículo de opinión recientemente publicado del señor Alejandro Calero Dávila.
Negligencia en salud es no calificar a los médicos o enfermeras que se gradúan en países extranjeros (Cuba, México, EE. UU., España o resto de Europa) antes de permitirles ejercer la profesión en el país.
Transfundir sangre sin control, poner un tornillo en la columna sin control, realizar una biometría hemática o un examen de hepatitis en instrumentos malos y sin calidad, permitir moscas y suciedad en las calles, hospitales o en su propia casa; tolerar perros ambulantes en las calles, permitir alcohol en cualquier lugar y no vigilar nuestras playas, hacerse el sordo siendo autoridad ante alguien que practica sin un título adecuado la salud solo por amiguismo o política son iguales negligencias en salud y además verdaderos actos criminales y suicidas solo vistos en pueblos bárbaros, ignorantes y de poca autoestima.
¿Vivimos acaso el Londres del siglo XVII?
¿Es esto Nicaragua?
El autor es médico y cirujano. Lady Lake, Florida
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