José Adán Silva
Hágase un enemigo de Estados Unidos, alguien que suscite la sanción de Naciones Unidas, que provoque terror entre su pueblo y que genere el repudio del mundo, y tendrá un “hermano” aliado en el Gobierno de Nicaragua que dirige inconstitucionalmente Daniel Ortega.
La anterior apreciación de la política exterior de la Administración de Ortega, no parece del todo extrema en la visión del catedrático de Derecho Internacional de la Universidad Centroamericana, Róger Guevara Mena, quien analiza la postura internacional del país a raíz del apoyo dado al régimen de Bashad Al Asad en Siria.
La Asamblea General de la ONU aprobó a inicios de agosto por amplia mayoría una resolución de condena del régimen sirio con apoyo de 133 países, incluidos la mayoría de naciones latinoamericanas, 12 en contra y 31 abstenciones, incluido Ecuador.
Nicaragua consideró la acción como “injerencista” y votó a favor de Siria, junto con Cuba, Venezuela y Bolivia, que igual se opusieron a la resolución.
“Yo no le encuentro lógica apoyar a Siria, con quien no tenemos ninguna relación de importancia, cuando hay una acción internacional a favor de una población civil martirizada por los bombardeos y cañoneos del ejército sirio que comanda Bashad Al Asad, sobre todo, cuando hay acciones militares con carácter de genocidio y exterminio”, observó Guevara Mena, exembajador de Nicaragua ante la Unión Europea.
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“¿Qué inversiones atraemos apoyando a esos países? ¿Qué beneficios nos ha traído la alianza con Abjasia y Osetia del Sur? ¿Ha superado Rusia el apoyo comercial que pueda brindar Japón, Taiwán, Alemania o cualquier otra potencia económica?”.
“Yo creo que hay una política exterior equivocada desde algún tiempo, parece que la política exterior de Ortega es la de ser amigo de cualquier enemigo o adversario de Estados Unidos y enemigo de cualquier enemigo de Rusia, lo que a todas luces es irracional, dada la cercanía geográfica con Estados Unidos y los aspectos de vulnerabilidad de nuestro país ante cualquier potencia. Vivimos de pedir”, dijo.
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“Indudablemente que este apoyo incondicional, poco lógico a simple vista, contradice la vivencia del Frente Sandinista en 1979, cuando el mundo entero condenó las acciones de bombardeo y masacre que ejecutó al final de la guerra el gobierno del señor Somoza, pareciera que lo que se condenó cuando Somoza ahora se aprueba a favor de Bashad Al Asad, porque apoyarlo a él es apoyar los métodos de guerra de su ejército. Es inaudito un olvido de ese tipo en el mundo diplomático”, criticó el exdiplomático.
A su criterio una postura contradictoria como la asumida por la Administración Ortega solo se explica por el pasado seleccionado a conveniencia: El sandinismo en el poder mantiene los conceptos de la guerra fría.
“En la concepción de los intereses de los nicaragüenses, bajo esta Administración, el Muro de Berlín no ha caído. Es una política exterior de guerra fría, más ideológica que pragmática. Y es que Ortega, por mucho discurso de paz, es una imagen viva de la guerra fría”, observa críticamente Guevara Mena.
JUGANDO A LOS NO ALINEADOS
Ricardo Antonio de León Borge, catedrático de la carrera de Diplomacia y Relaciones Internacionales del American College, igual considera que tras el apoyo de Ortega a Libia y Siria durante las revueltas de la llamada Primavera Árabe, se esconde una concepción diplomática de la Guerra Fría.
“Con los asuntos del Oriente Medio hay una visión clara de favorecer los intereses de los aliados en los ochenta, entonces pretende evocar la puesta en práctica de cuando se pretendía luchar en un solo frente denominado ‘los no alineados’, que al final no era así, porque estaban alineados, la mayoría, al bloque soviético, y que le valió para sostener relaciones de ‘amistad y cooperación’ en varios campos”, analizó.
A criterio de De León Borge, ese comportamiento de gobierno se observa con la Primavera Árabe: “Con la cual el Gobierno está en desacuerdo por ser movimientos de civiles que están en contra de la opresión de regímenes políticos que son aliados del sandinismo, ejemplos como Gadafi y Al Asad”.
“Vale la pena recordar que no se conoció posición alguna en los movimientos que derrocaron a Ben Ali en Túnez, a Hosni Mubarak en Egipto, a Ali Abdullah Saleh en Yemen”, observó el experto en relaciones internacionales, quien encuentra que en la política exterior del país convergen dos visiones: una ideológica y otra pragmática.
“Con el resto del mundo se tienen en cuenta algunos nuevos componentes debido a los procesos de globalización e integración. Se podría decir que la política exterior mantiene dos visiones: una pragmática que busca cómo mantener hasta cierto punto buenas relaciones con Estados Unidos, y algunos aliados tradicionales de Nicaragua, por lo que representan a nivel mundial”, dijo.
Y agrega: “Y la otra visión es la ideológica, que tiene como base fundamental el apoyo de Hugo Chávez de Venezuela, a como en los años ochenta fue con Cuba y el bloque socialista en el mundo. De aquí podemos observar la ambivalencia, doble rasero, que tiene la política exterior, al defender e incluso reconocer la independencia de ciertas provincias separatistas como Abjasia y Osetia del Sur, y no tener el mismo tratamiento a otros movimientos iguales como Kosovo. Esto debido a la conexión con Rusia y la otrora relación de los años ochenta”, observó el analista de temas internacionales.
DISCURSO VERSUS REALIDAD
De León Borge encuentra que en la postura de Nicaragua hay una divergencia entre la posición oficial y las teorías sobre lo que deben perseguir las políticas exteriores de un país.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores, la política exterior de Nicaragua actualmente es una política que persigue “dignidad, soberanía, autodeterminación, respeto, unidad y solidaridad con todos los pueblos de la tierra, desarrollar una conciencia social solidaria identificada con los ideales de humanidad, justicia, libertad y democracia para todos y todas sin exclusión ”.
Esa es la única definición conocida de lo que el gobierno entiende como objetivos que persiguen con la política exterior.
“Como decía anteriormente la política exterior lo que persigue es mantener y defender el interés nacional como un Estado, que es miembro de una comunidad de iguales. Como por ejemplo mantener su independencia, su soberanía, lograr la atracción de inversiones para la creación de trabajo y creación de riqueza, mantener niveles de cooperación acorde a las necesidades de la nación, dar protección y facilitar documentos a connacionales en el exterior, entre otras cosas”, explica el catedrático, quien ve cinco puntos permanentes en la política exterior del país desde 1990: la consecución de fondos de cooperación; la promoción de inversiones; la protección a los migrantes en el exterior; el proceso de integración centroamericano y la defensa diplomática del territorio y la soberanía.
Para De León Borge, los gobiernos deberían percibir y admitir que la política exterior “es una política de Estado, dotada de coherencia, persistencia en el tiempo y que conlleva los valores del interés de la nación”.
Según él, la política exterior de Nicaragua, para ser promovida de forma eficaz y que coadyuve al avance del país, debería basarse en una estrecha relación y colaboración con toda la sociedad, con el objetivo de tener posiciones congruentes y consensuadas.
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