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“El niño” Linares en Nicaragua

Edmonton, Alberta, Canadá. 1985. Representantes del equipo de beisbol de Grandes Ligas, Azulejos de Toronto, entre ellos Pat Gillick, se acercan al pelotero Omar Linares, tercera base de la selección cubana, quien participa en ese momento en la Copa Intercontinental.

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Por Eduardo Cruz

Edmonton, Alberta, Canadá. 1985. Representantes del equipo de beisbol de Grandes Ligas, Azulejos de Toronto, entre ellos Pat Gillick, se acercan al pelotero Omar Linares, tercera base de la selección cubana, quien participa en ese momento en la Copa Intercontinental.

Los scouts del equipo canadiense tratan de convencer a Linares de que deserte de la selección de Cuba para jugar en las Grandes Ligas. Linares se niega. Los canadienses comienzan a hablarle de millones de dólares.

Son los tiempos de la Guerra Fría. Cuba, bajo el gobierno comunista de Fidel Castro desde 1960, sufre un bloqueo comercial por parte de Estados Unidos y por eso los scouts le dicen a Linares de que va a ganar millones de dólares jugando solo cuando los Azulejos jueguen en casa, ya que por el bloqueo no iba a poder jugar en los estadios de Estados Unidos. Linares, con 17 años en ese tiempo, sigue diciendo que no.

Linares, “El Niño” a como le llaman en Cuba por haber ingresado al beisbol mayor a los 15 años, piensa solo en tres cosas: en su familia, su padre Fidel Linares, su madre Francisca Izquierdo y su hermano Juan Carlos. También en la revolución cubana, que desde pequeño sus padres le enseñaron a amar. Y en su Cuba natal. Si acepta la propuesta de los millones de dólares, probablemente nunca regresaría a su amada isla, al menos mientras durara el gobierno de Castro.

El talento de Linares es notable. Una gran promesa del beisbol, a como lo demostraron después sus números, ya convertido en el mejor beisbolita amateur mundial de la historia. Los canadienses lo sabían. Por eso, en un último intento desesperado por firmarlo, le ponen enfrente un cheque, firmado para su canje, pero en blanco en la parte donde se lee la cantidad de dinero. Esa parte en blanco Linares la podía llenar con la cantidad de dólares que él quisiera. La respuesta de Linares otra vez fue un rotundo no. Ese episodio no es un mito. Linares se lo confirmó a LA PRENSA.

“Es cierto. Eso fue en 1985. Y bueno, para no alargar más el tema, aquí estamos con ustedes”, dice Linares en el estadio Flor de Caña, de Chichigalpa, donde desde hace una semana es el entrenador de bateo del equipo Tigres de Chinandega.

No fue la primera ni la única vez que Linares fue sometido a propuestas millonarias. Cada vez que jugaba en un torneo internacional era asediado por los representantes de los equipos de Grandes Ligas. En una ocasión los Yanquis de Nueva York, el equipo insigne de las Grandes Ligas, donde casi todos quieren jugar, le ofrecieron 40 millones de dólares solo por firmar, con el mismo resultado infructuoso.

En cambio, Linares jugó en Cuba desde 1982 hasta en el 2002, ganando en promedio un estipendio mensual que le daba el Gobierno de 600 pesos cubanos, equivalentes a unos ¡144 dólares al año!

En una entrevista que le hizo José Calazán Pérez, de Copabe, le preguntó por qué nunca quiso ser profesional, y Linares respondió: “Yo no dejaría a mi patria, mi revolución que me dio la oportunidad de estudiar y tener lo que tengo, mi familia, mis padres y mis hijos… por ningún dinero del mundo, vendería a Cuba, ni por tantas ofertas millonarias y por nada, se lo debo todo a mi revolución”.

El cuerpo técnico de los Tigres del Chinandega se ve fortalecido con la presencia de las estrellas cubanas Omar Linares (centro) como entrenador de bateo y Germán Mesa (Dcha.), como mánager.
LA PRENSA/ U. MOLINA

La leyenda en Nicaragua 

Moisés Flores, un joven pelotero del equipo profesional de los Tigres de Chinandega, está sudando la gota gorda en el estadio de Chichigalpa. Son las 11:15 de la mañana de este martes y es su segundo entrenamiento bajo el mando del cubano Omar Linares.

El próximo 19 de octubre empieza la Liga Profesional de Nicaragua y el Chinandega da los primeros pasos para llevarse el título: contrató a Linares para pulir a los bateadores y a otro grande del beisbol cubano, Germán Mesa, como mánager.

El entrenamiento es intensivo. Ese martes Moisés Flores había hecho un riguroso calentamiento, con sentadillas y pechadas incluidas, flexiones del brazo con un hule amarrado a la malla para fortalecer los hombros. Después corrió, corrió y corrió. Luego estuvo aprendiendo cómo batear hacia la izquierda, hacia la derecha, hacer que la bola se desplace a ras del suelo, pegar roletazos, cómo sostener el bate, en fin, fue un entrenamiento inédito para Flores.

“Lo que hoy hice nunca lo había hecho con ningún entrenador de bateo”, dice Flores.

Un nutrido grupo de espectadores se aglomera en el estadio de Chichigalpa para observar el entrenamiento del Chinandega, especialmente para ver a los cubanos. Hasta el alcalde Víctor Sevilla hace presencia unos minutos. Unos trabajadores de la Alcaldía de Chichigalpa comentan entre ellos la diferencia que hacen los cubanos. “Lo que me gusta de ellos es que están cerca de los jugadores. Mirá al manager (German Mesa) está allá con los pícheres y Linares está aquí con los bateadores. El mánager de antes se sentaba en el dogout, mientras los jugadores estaban entrenando”, dice uno de ellos, que tiene un machete en la mano.

Linares se sitúa inmediatamente detrás del home plate, mientras los jugadores batean la pelota que otro de los entrenadores se las pone lentamente. Algunos de los jugadores se muestran nerviosos, tensos, por la mirada del cubano.

El cubano es alto y recio. El más grande de los peloteros chinandeganos se ve pequeño a la par de él. En los pocos momentos que agarró un bate se le vio que aún a su edad, casi 45 años, batea mejor que el más hábil de sus pupilos nicaragüenses.

Linares es reacio a hablar con los periodistas. Parco. Parece como que si lo entrenaron para evadir a la prensa.

En el hotel donde se hospeda junto con Germán Mesa, ya no saben de dónde sacarán más agua de coco, pues es la bebida que todos los días y en varias ocasiones los cubanos piden para refrescarse.

Linares se levanta todos los días antes de las 4:00 de la madrugada para salir a correr con otras personas que lo llegan a traer al hotel. Está bastante gordo. Incluso, cuando el sol está que arde, entrena con una chaqueta manga larga y cerrada con el zíper hasta el cuello para sudar y quemar grasa. Linares dice a la revista Domingo de LA PRENSA que se engordó desde que dejó de jugar y abandonó los entrenamientos.

En Nicaragua tiene una misión junto con su excompañero en la selección de Cuba: a ser campeón de la Profesional del Chinandega.

“La gente (de Chinandega) me ha acogido bien. Me siento bien acá y vamos a intentar que los Tigres de Chinandega ganen el título, lo vamos a hacer con mucha dedicación y esfuerzo”, dice Linares, sentado en un sillón del hotel El Chinandegano.

Un jonrón antes delos 11 años 

“Yo provengo de una familia bastante humilde”, es lo primero que dice Linares cuando lo entrevistamos en el estadio de Chichigalpa. Nació en San Juan y Martínez, en la provincia de Pinar del Río.

Su papá, Fidel Linares, era un pelotero destacado en Cuba, un “all-star” (todo estrella). Pero nunca obligó a sus hijos, Omar y Juan Carlos, a que le siguieran sus pasos en el beisbol.

A los 8 años, Linares se inclinó por el atletismo. Era veloz y se destacaba en los 60 metros planos y también los 60 metros con vallas. En un tiempo también practicó el baloncesto. Pero como él mismo lo dice: “Lo mío, tarde o temprano, era con el beisbol”.

En realidad, Linares jugaba beisbol desde que aprendió a caminar bien, junto con su padre, su hermano Juan Carlos, y sus amigos de la calle en que vivía. Fue hasta antes de cumplir 11 años que comenzó su entrenamiento formal.

“Un día, sin cumplir los 11 años, di mi primer jonrón con bate de madera en el estadio municipal. Esa noticia en un pueblo pequeño corrió rápido y sin apenas darme cuenta vinieron las pruebas de captación para la EIDE (Escuelas de Iniciación Deportiva), que en esa etapa eran tremendamente rigurosas”, relató Linares a la revista cubana La calle del medio .

Las EIDE son en Cuba las escuelas encargadas de la formación de los atletas para que alcancen un alto rendimiento. Los aspirantes tienen que comenzar en edades tempranas, bajo la supervisión y entrenamiento de personal especializado. En una de ellas, en la Ormani Arenado, se formó Linares, el mejor beisbolista amateur del mundo y una posible estrella de Grandes Ligas, si hubiera sucumbido a los cantos de sirena de los millones de dólares que le ofrecieron durante toda su vida deportiva y que nunca aceptó.

La clave para triunfar en el beisbol Linares dice que se la enseñó su papá: disciplina y dedicación, lo demás viene después. Linares tenía que vivir alejado de su familia en los días de semana, ya que se preparaba deportivamente en la EIDE y a la vez cursaba sus estudios académicos.

En lo que más se centraba Linares era en aprender a pegarle a la bola con el bate. Esa era su especialidad. “Darle a la bola en el instante preciso es un arte que se desarrolla con paciencia, trabajando muy duro a lo largo de años”, dijo Linares a La calle del medio .

Además, Linares se entrenaba con pasión, como si el beisbol era algo sagrado. Su preparación consistía en fortalecer la parte técnica, la táctica y el físico, asegura mientras degusta un cóctel de frutas que le sirve de almuerzo en el hotel donde se hospeda en Chinandega.

“El Niño” Linares 

Linares no soñaba con llegar a ser el mejor beisbolista amateur mundial en la historia. Lo único que quería era llegar al beisbol mayor de Cuba, en la Serie Nacional. “Llegar a la Serie Nacional fue un logro, esa era mi meta”, dice.

El primer acercamiento lo tuvo cuando en 1982, cuando fue llamado para integrar la preselección juvenil que tenía previsto competir en el Mundial de Venezuela. Logró quedar en el equipo, en el que participaban peloteros de 17 y 18 años de edad, mientras él solo tenía 14 años.

Finalmente un equipo lo llamó para jugar la Serie Nacional, el Vegueros. En los primeros dos años el rendimiento no fue el mejor, pero luego iniciaría una cadena de 15 campañas consecutivas bateando sobre 300, incluyendo ocho por encima de 400, marca en el beisbol cubano y mundial.

Y, con poco menos de 18 años de edad fue llamado a integrar la Selección Nacional. Al ver la calidad que tenía como pelotero a tan poca, el narrador deportivo cubano Bobby Salamanca lo bautizó como “El Niño”, y así se quedó hasta hoy.

Linares dice que aún hoy en Cuba decir “El Niño” Linares es provocar un debate sobre quién ha sido el mejor pelotero de la isla, una polémica cuya balanza casi siempre se inclina a favor de él, respaldado por múltiples acciones en el campo deportivo, como los cuatro jonrones que le conectó en un juego de la Serie Nacional al equipo de Villa Clara, o los tres jonrones en el juego de la Final de los Juegos Olímpicos de Atlanta 96.

¿Y usted cree que hubiese sido un grandes ligas?, se le pregunta. “Yo hubiera triunfado”, responde, mientras se apresura a terminar la entrevista, porque tiene mucho trabajo con el Chinandega. Hoy en vez de tener los millones de dólares dice que tiene el amor de su familia y la admiración del pueblo cubano, algo que vale mucho más que el dinero para él.

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La Prensa Domingo El Niño Linares Nicaragua archivo

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