Eduardo Enríquez
Hoy se celebra el Día del Empresario nicaragüense. Yo los quiero saludar, agradecerles por producir riqueza, para sí y la sociedad, por generar empleos que tanto se necesitan en este país, por crear, también, porque una parte de ser empresario es ser creativo, ofrecer un producto o servicio diferente, más eficiente, más barato pero con mayor calidad para sus clientes.
Pero hay algo más por lo que los quiero saludar y es por su valentía. No hay duda, hay que ser valiente para ser empresario, aquí y en cualquier parte del mundo. Ser empresario no es para cualquiera.
Eso lo aprendí hace muchos años cuando yo le trabajaba en Miami a un norteamericano de nombre Kerry Burns. Ya para entonces yo era “mánager” de una de sus pizzerías. Mánager se traduce en español a gerente, sin embargo ese título me parece demasiado pretencioso. Yo “le veía el negocio” como se diría popularmente aquí. No creo haber sido un gerente.
Aprendí de este señor la valentía que toma ser empresario una tarde, allá por el año 87, que estábamos sentados en una de las mesas de la pizzería. A eso de las tres de la tarde no entra un alma a una pizzería y aprovechamos para conversar. Él me estaba contando emocionado cómo pensaba tomar todo el dinero que tenía disponible para abrir una nueva línea de restaurantes en las que vendería alas de pollo. Para entonces las hoy famosas alitas de pollo que se originaron en Buffalo, New York (por eso se llamaron originalmente Buffalo Wings) eran una novedad. En todo el sur de la Florida solo había un restaurante que las vendía.
Cuando escuché a Kerry decir con mucho entusiasmo que iba con todo con el negocio de las alitas, yo le pregunté genuinamente preocupado: “¿y qué pasa si el negocio no funciona?” Kerry me quedó viendo y con una sonrisita me contestó “ese es el riesgo de toda empresa, que no resulte. En esto nada está garantizado”. Con la sonrisita entendí que yo no tenía madera de empresario.
Recordando aquel momento, ayer me puse a buscar las características de un empresario en internet y me encontré un sitio llamado crecenegocios.com, “todo para el pequeño y mediano empresario”.
Ahí dice que un empresario es una persona que: identifica una oportunidad, asume riesgos, reúne recursos, innova, desarrolla procesos, lidera y contribuye a la comunidad. Sin embargo, hay un grado más alto que el de empresario simplemente, es el de empresario emprendedor. Este, según ese sitio web, debe tener entre otras, las siguientes características: energía y entusiasmo, confianza en sí mismo, perseverancia, paciencia, capacidad de adaptarse a los cambios, tolerancia al riesgo, creatividad, innovación, visión, liderazgo, capacidad de decisión y capacitación constante.
Sin duda, muchos de los grandes empresarios que hoy estarán celebrando su día reúnen esas características, sin embargo creo que los nicaragüenses no hemos sido justos cuando se habla de celebrar el “Día del Empresario” porque generalmente lo primero que pensamos es en las grandes empresas; por eso es que dicidí escribir esta columna. Esta columna no es para saludar a los empresarios grandes. No necesitan de mi saludo —ya se saludarán suficiente entre ellos— sino para saludar al pequeño comerciante, al pequeño productor, a ese que en el mercado tiene que prestar mil pesos en la mañana para comprar la mercadería y en la tarde tiene que devolver 1,200 y encima haber ganado para comer.
Esa persona que con lo poco que tiene compra semilla y si tiene suerte un poquito de fertilizante para sembrar su parcelita y al final de unas cuantas semanas ya ha visto como se ha multiplicado el maíz o el frijol. Si llovió y si la plaga no lo arrasó.
O a ese que se le ocurrió que había una oportunidad en un servicio que no se estaba prestando o en un producto que él o ella pensó que podía producir mejor y a menor costo y en esa idea metió toda su plata.
Ninguno de ellos tiene garantizado el éxito, pero eso no los detiene. Por eso, si se fijan, en la definición de arriba no está incluido “ser exitoso”. La verdad, que el empresario o el emprendedor triunfe o no es irrelevante. Como me dijo Kerry Burns “ese es el riesgo de toda empresa”.
Vaya pues un saludo y una advertencia. Un saludo en su día a los que se arriesgan, innovan, lideran y perseveran con entusiasmo y energía,
Y una advertencia a los que cada día se acostumbran más a tener las cosas “amarradas” antes de dar un paso. Esos que “no dan puntada sin dedal” tal vez tengan garantizado el éxito, pero recuerden, el éxito no es requisito indispensable de ser empresario.
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