Melvin J. González Mora (*)
El sistema financiero mundial sacudido por la explosión de la grave crisis que comenzó hace ya unos años como consecuencia del desastre de las llamadas hipotecas basura, y que para empezar se llevó por delante a dos de los principales bancos de inversiones de Estados Unidos y a una de las aseguradoras más grandes del mundo, que ha tenido que ser prácticamente nacionalizada para evitar que se fuese a pique.
La crisis empieza en 2007, D. R. Horton, una de las mayores constructoras de EE. UU., dio el primer aviso. La venta de casas estaba empezando a caer en picada, lo más preocupante era el fracaso de un nuevo mercado el que habían estado apostando muchos bancos durante años: las hipotecas de alto riesgo, conocidas en inglés como “‘subprime”.
Cuando la crisis económica empezó y el mercado inmobiliario se desplomó, los tipos de interés fueron subiendo y la vida se puso más cara. Los clientes no pudieron pagar sus deudas con los bancos, que empezaron a quedarse sin dinero para préstamos según iban venciendo los plazos. La situación no solo afectó a los bancos estadounidenses, sino también a muchas entidades financieras europeas, que a su vez, habían prestado dinero a los bancos de EE. UU.
El pánico financiero ya se había generalizado, lo más grave, se había sentado un peligroso precedente de falta de confianza, tanto para los bancos, que empezaron a ser más reticentes a la hora de conceder créditos, así como para los inversores, algo especialmente grave para un sistema que depende más de las previsiones, expectativas y temores de estos que de la realidad económica en sí.
Como consecuencia de todo esto comienza a producirse una crisis de liquidez. Cuando los clientes empezaron a no poder pagar, los inversores fueron retirando sus títulos. Tanto la Reserva Federal estadounidense como el Banco Central Europeo y el Banco Central de Japón decidieron inyectar liquidez, es decir, meter más dinero en el sistema. Desembolsaron 2,000, 65,000 y 5,000 millones de dólares.
Además, la Reserva Federal empezó a bajar un poco el tipo de interés para calmar los ánimos. Después de todo esto, la crisis se mantiene, porque aún persiste una situación de gran desconfianza entre las grandes entidades financieras internacionales, algo que no terminará mientras la caída del mercado inmobiliario siga aumentando los problemas de los bancos. EE. UU. planeó y justificó un rescate, la medida es controvertida al tratarse de utilizar dinero público para salvar de la quiebra a una compañía privada, por lo que tiene de intervencionismo estatal en un país que rinde culto a los principios del capitalismo.
Al margen de la crisis económica mundial, derivada de muchos factores, como el precio del petróleo o de los alimentos, y que acaba influyendo tanto en el poder adquisitivo de los consumidores, en su capacidad para pagar sus deudas, como en la confianza de los mercados financieros, la crisis tiene sus propios responsables, los banqueros y agentes inmobiliarios.
Vemos como una crisis financiera toca a la verdadera economía global, como la Unión Europea, la crisis de la deuda se ha extendido como pólvora y ha sacudido sus cimientos. Los estados de la eurozona llevan casi dos años padeciendo un déficit de confianza sin precedentes, ataques especulativos sobre bonos públicos de varios de sus miembros, turbulencias en sus mercados financieros y bursátiles, y una caída del valor cambiario de la moneda única, en un contexto de incertidumbre y dificultad por alcanzar acuerdos colectivos. Amenaza conquistas sociales y está vaciando los bolsillos de los ciudadanos a base de recortes y austeridad.
(*) Profeso Titular. Facultad de Ciencias Económicas UNAN – León
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