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“TED”

Seth McFarlane pertenece al exclusivo club de exitosos productores de dibujos animados para adultos. Pero si South Park es muy abrasivo y Los Simpsons es muy cerebral, sus creaciones apuntan a un punto medio que le ha garantizado un éxito sin precedentes. En 1999 estrena la serie Family Guy . En el 2005, American Dad! Ambas siguen al aire en la cadena Fox, donde tiene carta blanca para ejercer sus ejercicios satíricos sin mayor interferencia de los ejecutivos. Quizás por eso ha tardado tanto en dar el salto al cine. Inusualmente, no se conforma con adaptar sus personajes conocidos a la pantalla grande, sino que ofrece una historia original.

Por: Juan Carlos Ampié

Seth McFarlane pertenece al exclusivo club de exitosos productores de dibujos animados para adultos. Pero si South Park es muy abrasivo y Los Simpsons es muy cerebral, sus creaciones apuntan a un punto medio que le ha garantizado un éxito sin precedentes. En 1999 estrena la serie Family Guy . En el 2005, American Dad! Ambas siguen al aire en la cadena Fox, donde tiene carta blanca para ejercer sus ejercicios satíricos sin mayor interferencia de los ejecutivos. Quizás por eso ha tardado tanto en dar el salto al cine. Inusualmente, no se conforma con adaptar sus personajes conocidos a la pantalla grande, sino que ofrece una historia original.

Las raíces de “Ted” están en Harvey (Henry Koster, 1950), vieja comedia en la que Jimmy Stewart interpreta a un adulto con un gigante conejo imaginario invisible; así como Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001), en el cual el niño robot Hayley Joel Osment se hace acompañar por un oso de peluche con vida propia. Sí, “Ted” es un oso de peluche que en el prólogo de la película cobra vida mágicamente, cuando el pequeño John pide ese deseo ante una oportuna estrella fugaz. El giro novedoso está en que “Ted” realmente cobra vida e interactúa con el mundo. De hecho, se convierte en una especie de celebridad. Un montaje sumario define el ascenso y ocaso de su fama. Cuando la trama propiamente dicha arranca, John es un adulto en el cuerpo de Mark Whalberg, y “Ted” es como uno de esos exniños célebres quemados por la máquina de la fama: “Soy como los actores de ‘Different Strokes’… los que están vivos”.

McFarlane explota más de tres décadas de cultura pop norteamericana. La efectividad del humor depende del conocimiento de ellas. Si no conoces la triste historia de los niños actores de comedia de situación de los ochenta —que nunca se transmitió en Nicaragua— el chiste no tiene la fricción necesaria. El conflicto central apela a criticar y ensalzar en partes iguales un prototipo de masculinidad notorio en los países desarrollados: el hombre incapaz o renuente a madurar. El personaje de Whalberg tiene 35 años —y parece de 40—, pero apenas trabaja a regañadientes en un rent a car. La mayor parte del tiempo la pasa drogándose con “Ted”. Como el hermano perdedor, él es la tercera rueda en el hogar que conforma con su novia (Mila Kunis), cuya paciencia se agota. “Ted” trae consigo una estela de caos e irresponsabilidad. Los eventos se precipitan hacia una encrucijada: el oso o la chica. Lo que se traduce en crecer, o no.

La película es esquemática en su apropiación de las convenciones narrativas. Tenemos la competencia romántica por el corazón de la chica con un patán (Joel McHale) que no tiene chance; la participación de una inesperada estrella musical (¡Norah Jones!), y el uso postalero de locaciones en Boston (¡el estadio Fenway!). Lo que la hace funcionar es el compromiso total del reparto. Desde la pareja protagonista hasta los pequeños papeles —véase a Giovanni Ribisi, como un siniestro padre de familia con oscuros designios para “Ted”. Esta modesta comedia hace lo que tiene que hacer. En espíritu, está más cerca de la escuela del macho sensible de Judd Apatow que del agrio machismo de ¿Qué pasó Ayer? (Todd Phillips, 2009-2011). Whalberg es uno de los actores con más sentido deportivo en Hollywood. Puede ser rudo en una película y un payaso en la siguiente. Aquí, armado con su legítimo acento bostoniano, sobrevive con la dignidad intacta y se divierte visiblemente hincándole el diente a este estereotipo. En EE. UU. les dicen “man-child”. En España, “niñato”. En Nicaragua, ¿cómo nombrar a estas víctimas del síndrome de Peter Pan, suspendidos en una eterna adolescencia abonada por licor, drogas y videojuegos? Hagan sus propuestas…

La Prensa Domingo cine comedia Ted archivo

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