En su mensaje a la nación de la semana pasada, la Conferencia Episcopal criticó a fondo el sistema político vigente en Nicaragua, el cual se basa en la violación de la Constitución, la manipulación de la ley y las instituciones y la destrucción de los principios fundamentales del Estado de Derecho.
El mensaje episcopal deja claro que la responsabilidad por esta situación recae ante todo en quienes ejercen el poder “en modo autocrático y abusivo”. Pero también señala la responsabilidad de la oposición, que aunque menor que la del Gobierno es importante y tiene que ser superada mediante el replanteamiento integral del sistema político que demandan los obispos.
La Conferencia Episcopal critica a los partidos de oposición porque se debaten en luchas internas y descalificaciones recíprocas, “que no tienen su origen precisamente en motivaciones democráticas, sino en la búsqueda de mayores espacios de poder y en ambiciones personales”. Advierte que “estos partidos no han logrado interpretar el sentir de la población, no renuevan a sus líderes y no ofrecen estrategias políticas alternativas claras que conduzcan a la elaboración de un proyecto de nación”. Y deplora que tanto los políticos que ejercen el poder como los que quieren alcanzarlo, han demostrado “una gran incapacidad para concebir y practicar la política en función del bien común de la sociedad”.
Se entiende que el objetivo de los partidos políticos es tomar el poder, ya sea solos o en alianzas con otros partidos, para ejecutar sus programas de gobierno. De manera que es comprensible que busquen espacios de poder y que sean motivados también por sus ambiciones personales. Lo malo es la desmesura de esas ambiciones, así como buscar el poder como un fin y no como un medio para resolver los problemas sociales. Lo condenable es que los políticos no combinen razonablemente la búsqueda de espacios de poder y sus ambiciones personales, con una práctica política en función del bien común.
Por otra parte, las luchas internas son inherentes a los partidos políticos, inclusive a los de corte autoritario como el FSLN, según se ha podido ver en sus conflictos internos como protesta por el dedazo en la designación de los candidatos a alcaldes y concejales. La clave en este caso, para los partidos demócratas, es que resuelvan sus contradicciones internas democráticamente, respetando la voluntad de sus afiliados y sus simpatizantes.
En cuanto al señalamiento de las descalificaciones recíprocas en la oposición, que hacen los obispos, entendemos que no se refieren a la condena que se ha hecho al pactismo que vendió la democracia al autoritarismo. Ese rechazo es más bien necesario, porque el replanteamiento del sistema político requiere de una limpieza ética en la oposición, tanto como se necesita la renovación del liderazgo opositor para poder impulsar el nuevo proyecto de nación que reclaman los obispos. Nada de eso se puede hacer con quienes han convertido la práctica política en un asunto de trata y corrupción.
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