El obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua y secretario de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Silvio José Báez Ortega, al comentar el Mensaje que los obispos dieron a conocer la semana pasada a la nación, precisó que ellos no pretenden sustituir al Estado ni a los partidos políticos en el ejercicio de sus funciones, solo despertar la conciencia de los ciudadanos nicaragüenses.
Y sin duda que es una voz despertadora, iluminadora y esperanzadora, como la voz de los profetas, la que los obispos han elevado con su Mensaje de la semana pasada, el cual, dicho sea de paso, por su gran trascendencia publicaremos íntegramente en la sección Voces de la edición de LA PRENSA de mañana jueves 4 de octubre.
En realidad, ante la situación de iniquidad política y de indignidad institucional que impera actualmente en Nicaragua; y frente al sombrío panorama que se presenta ante los nicaragüenses que aman la libertad y quieren la república democrática (es decir, las multitudes que votaron mayoritariamente por la democracia en las elecciones de 1990, 1996, 2001, 2006 y 2011, aunque en las últimas dos fechas les fue robada su voluntad política por los pactistas y hacedores de fraude electoral), los obispos hacen un llamado a la acción con ese mensaje de fe y esperanza que no se debe desaprovechar.
El Mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua es muy rico y profundo, tiene muchos aspectos dignos de analizar, comentar y aprender de ellos. Los obispos, como ya lo hemos subrayado pero vale la pena repetirlo, no solo critican al régimen imperante por el modo autocrático y abusivo con el que se ejerce el poder, sino también a la oposición, en lo que a esta le corresponde de culpa por la desgracia institucional en la que está sumido el país.
Pero además de constatar la iniquidad del sistema político que es necesario replantear, o sea cambiarlo por un sistema nuevo y mejor que es la democracia republicana, los obispos indican el camino a seguir. “Creemos firmemente en la bondad y la capacidad del pueblo de Nicaragua para construir un presente más digno y un futuro más luminoso para todos”, dice la Conferencia Episcopal en su Mensaje. Y agrega: “Como pastores les invitamos a liberarnos de la resignación, del indiferentismo y del conformismo y no dejarnos llevar nunca del odio y de la violencia. Podemos tener una patria mejor. No perdamos la esperanza. Vivir con esperanza es sobre todo creer que Dios quiere una vida mejor para todos y colaborar activamente para que esta sea una realidad. (Cf. Fil 2,12-13). Vivir con esperanza es tener confianza en Dios y perseverar creyendo contra toda esperanza”.
Lo que nos dicen los obispos es que la esperanza no es un estado de resignación, ni de pasividad, como tampoco es un fatalismo derivado de la errónea idea de que las cosas no se pueden cambiar. Por el contrario, la esperanza es un valor espiritual que neutraliza la mentalidad negativa y conformista, es una fuerza psicológica vital que anima a erguirse y a luchar aún cuando parezca que no hay ninguna esperanza.
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