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Este 2017 Otto de la Rocha cumple 84 años de edad, nació en Jinotega, viajó a Managua a los 13 años y empezó a cantar buscando una radio. LA PRENSA/ARCHIVO

Aniceto, Pancho, Lencho… Otto de la Rocha

Al menos cuatro generaciones de nicaragüenses han gozado con las ocurrencias de Aniceto Prieto. Detrás de Aniceto está Otto de la Rocha, el que una vez también fue Pancho Madrigal, pero ahora es Lencho Catarrán. Conózcalo.

Se levanta a las 2:30 de la madrugada. Todos los días. A rezar. A veces pasa despierto hasta el amanecer. Otras veces se vuelve a dormir y se levanta a las 4:00 de la madrugada. A las 5:00 ya está bañado. Se va al gallinero para darle de comer a los gallos y a las gallinas. Platica con ellos. Unas palomitas que llegan a buscar comida, antes se le corrían, ahora ya no. Se quedan en el patio cuando ven que se acerca. Ya lo conocen.

Así es la rutina en las primeras horas de cada día para Otto de la Rocha, el cantautor, el actor radial, creador de los cuentos de Lencho Catarrán, y quien también le da vida al famoso personaje de Aniceto Prieto. Antes, durante 20 años, le prestó su voz a Pancho Madrigal. Para lograr estar despierto tan temprano se acuesta a las 7:00 de la noche. A las 8:00 está dormido. “A esa hora ya no tengo nada que hacer”, dice.

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A las 6:00 de la mañana Otto ya está leyendo los periódicos. Le gusta leer. Si no está leyendo, está viendo la televisión. Aunque a su edad, 79 años cumplidos, ver televisión le da sueño. Lo que sí nunca olvida es tocar su guitarra. Todos los días le saca notas.

El nombre completo de este artista es Otto Benjamín de la Rocha López y nació en Jinotega, el 23 de agosto de 1933, fruto de la unión de Benjamín de la Rocha y Graciela López. Mide cinco pies y seis pulgadas de estatura y pesa 150 libras.

Una segunda madre

Una segunda madre fue su abuelita materna Petrona López, de quien recuerda que tenía carácter fuerte, pero a la vez dulce. “Cuando me castigaba, después se ponía a llorar conmigo y me sobaba la cabeza. Eso me gustaba mucho”, relata De la Rocha, quien recuerda que su abuelita le decía: “Quien te quiere te hace sufrir”.

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Otto desayuna normalmente a las 6:15, y luego se va a dejar a un nietecito a la escuela. Como vive casi en el kilómetro 13 de la Carretera a Masaya, ya estando en Managua se queda visitando clientes, proponiéndoles anuncios para sus programas Lencho Catarrán y la Palomita Mensajera . Y antes de mediodía se pone a grabar sus programas. La Palomita Mensajera se graba todos los días. Lencho Catarrán una vez en la semana. Y la Paloma caliente se transmite en vivo, diario, al mediodía.

Su esposa, Georgina Valdivia, lo describe como un hombre sencillo, que no se preocupa por vestirse de manera pomposa. Tampoco rebusca a la hora de comer. Si van a pasear, prefieren ir a un pueblo a comer güirila con queso. A veces Georgina le dice: “Amor, no había pollito”. Y él contesta: “No importa amor, dame lo que tengás”. “La verdad es que él es tranquilo. Bromea con nosotros pero es bien calmo. Cuando viene del trabajo se pone a descansar”, dice la mujer que lo acompaña desde hace 30 años.

Este 2017 Otto de la Rocha cumple 84 años de edad, nació en Jinotega, viajó a Managua a los 13 años y empezó a cantar buscando una radio. LA PRENSA/ARCHIVO

Hay una cosa en lo que Otto de la Rocha sí es exigente: el trabajo. A menos que esté enfermo, nunca falta a sus compromisos laborales. “Si no te aprendiste un libreto, o si andás un instrumento musical desafinado, ya te metiste a problemas con él”, explica Valdivia. Es de los que llama a alguien si no está puntual en una cita de trabajo. “Mirá hombré, aquí estamos todos y nos estás atrasando”, les dice a los impuntuales.

Otto de la Rocha y Aniceto Prieto no se parecen en nada. Aniceto es “jodedor”, Otto es serio. “Hasta en mis payasadas soy serio”, dice Otto. Aniceto es la máscara que Otto se pone para decir y hacer todas las cosas que él no puede.

Un hombre “chispeante”

Fue un 29 de julio de 1959 cuando Fabio Gadea Mantilla puso por primera vez en las ondas hertzianas a Los cuentos de Pancho Madrigal . Y la voz de Pancho Madrigal la prestaba un actor radial de nombre Rodolfo Arana Sándigo, “Tío Popo”. A los cuatro años se enfermó “Tío Popo” y murió.

Gadea Mantilla puso sus ojos en Otto de la Rocha para hacer de “Pancho”. Lo había escuchado cantar en el trío los Nícaros. “A lo mejor este puede”, se decía Gadea Mantilla.

—Te gustaría hacer Pancho —le propuso.

—No hombre, yo no puedo.

—Vamos a probar. Leé y hablá como indio.

Otto de la Rocha comenzó a hablar mientras a Gadea Mantilla se le abrían los ojos de par en par. “Perfecto, perfecto”, dijo Gadea. “Tío Popo” tenía la voz grave, hermosa y la de Otto era una voz aguda, pero tenía una “chispa” que dejó impresionado al empresario radial.

Para comprender esa “chispa” de Otto de la Rocha hay que conocer cómo era su mamá, doña Graciela López, fallecida en 1984. “Mi mamá era una mujer que hacía migas con cualquier persona sin conocerla, muy ocurrente, muy dicharachera, a ella le absorbí todo eso yo. Ay mi mamá, salía con unos dichos y unas cosas”, dice el actor radial.

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La abuelita Petrona López le contaba a Otto que cuando doña Graciela era una adolescente la enviaba al río con otra hermana, Carmela, para que ambas lavaran el mondongo. “Mi tía Carmela era muy tímida, se avergonzaba de todo y cuando ya venían de regreso, mi mamá se venía adelante y empezaba a gritarle a mi pobre tía: ‘Apurate con esas patas de mondongo, lavaste bien esas tripas’. Aquella mi tía Carmela se moría de vergüenza”, relata Otto entre risas.

Georgina, la nuera de doña Graciela, aunque no la logró gozar por mucho tiempo, también tiene cosas que contar de la suegra, especialmente por el apodo de “mujer araña” que le puso. Georgina iba a cuidar a doña Graciela en su lecho de enferma, pero muchas veces tuvo que encaramarse en la cama para acomodar a la señora y por eso se ganó el mote de “mujer araña” entre la familia de su esposo.

Otto de la Rocha sintió mucho la muerte de su madre. Cuando alguien le pregunta qué es lo que más le duele en la vida, él siempre responde: “No haber atendido a mi madre cuando estaba viva, en muchas ocasiones. Yo la atendí cuando se gravó, yo fui el que la atendí, yo la enterré. Hay veces en que a uno le parecen molestos los pedimentos de la mamá. Yo me arrepiento de eso”.

Una vida de pobreza

La infancia de Otto de la Rocha estuvo matizada por la pobreza. A pesar ello, Otto recuerda que era feliz y nunca padeció de hambre. A las 4:30 de la madrugada, con todo el frío de Jinotega, se levantaba para ir al mercado a comprar carne. Al regreso siempre lo esperaba una tortilla con cuajada, café negro, rosquillas, cosita de horno.

Al mediodía se “tiraba” una sopita de carne que su abuelita le preparaba con tortilla. Doña Petrona se ponía a moler el maíz mientras sus nietos comían. “María moliendo y los panzones comiendo”, era una frase de la abuelita de Otto, que a él y a sus hermanos siempre les causaba risa.

Doña Graciela, la mamá de Otto, apenas tenía 13 años de edad cuando tuvo su primer hijo. Por eso Otto recuerda que al principio sus primeros hijos la veían como una hermana. Pero después Otto se dio cuenta que era su madre.

Desde muy niño Otto de la Rocha se dio cuenta que su pasión era el canto. En la escuela, cuando había algún acto cultural, él era el primero que salía cantando. También a temprana edad se dio cuenta de lo que es sentir atracción por una mujer. Vivía enamorado de una prima que era mayor que él, Nohemí. “Me encantaba verla”, recuerda. Hoy en día ha tenido tres esposas, con las cuales ha procreado diez hijos.

A los 13 años de edad Otto de la Rocha conoció lo que era enfrentarse a la vida solo. Debido a la pobreza, su mamá le pidió que se trasladara a Managua a buscar a su padre, pero no encontró el apoyo de este último. Tuvo que trabajar como peón, en la empresa de construcción Castellón y Rutledge, donde entró gracias a don Raúl Castellón, uno de los dueños, que era de Jinotega.

El pequeño Otto siempre trataba de hacer bien su trabajo y trataba de aprender bien todos los oficios que se hacían en la empresa.

“Yo era un muchacho inteligente, a los 5 años sabía leer muy bien, de corrido. En la construcción me fijaba bien todo lo que se hacía, había un bodeguero que era un gran bolo, mucho faltaba, entonces yo hacía las veces de él”, relata Otto de la Rocha.

Además de trabajar, De la Rocha también se metió a estudiar contabilidad y mecanografía en la escuela de comercio Gacho Rivas.

A base de esfuerzo, ánimo y trabajo, y aunque nunca estudió música, se ganó un espacio como cantante, conformando diversos tríos con otros músicos nicaragüenses, como Antonio Montenegro, Eleázar Galo, Julio Varela, Jorge Isaac Carballo, entre otros.

Cuando ya era conocido como cantante, a inicios de los años 60, fue que le llegó la oportunidad de actuar en la radio, en momentos que no era fácil entrar a ese mundo porque se debía tener mucha calidad. Fue Fabio Gadea Mantilla, el ahora director de Radio Corporación pero que en ese entonces laboraba en Radio Mundial, quien lo metió al negocio. Gadea Mantilla conoció a De la Rocha cuando este último cantaba en programas de Radio Mundial en sus horas libres, ya que en el día laboraba en el Distrito Nacional, el equivalente a lo que hoy es la Alcaldía de Managua.

“Cuando yo agarré a Pancho Madrigal tenía sus propias características y yo le puse mi estilo, porque pienso que cuando uno hace algo debe ponerle su sello de personalidad”, dijo Otto de la Rocha en una entrevista a un medio nacional.

El primer día que De la Rocha le prestó su voz a Pancho Madrigal, al entonces presidente Luis Somoza Debayle se le ocurrió “bajarse del poder” y visitar Radio Mundial para ser entrevistado y luego pidió conocer las instalaciones, yendo a dar en el local donde se estaba grabando el cuento. “Yo estaba nervioso porque allí estaba el hombre. No le dije nada ni me dijo nada”, rememora De la Rocha.

En Pancho Madrigal nació Aniceto Prieto, pero Otto de la Rocha antes tenía a otro personaje, el indio Filomeno, que lo dejó de interpretar porque “le maltrataba mucho la garganta”.

Después vinieron otros personajes, como Filito y el turco Mustafá.

Otto de la Rocha se hizo sandinista de ver tanta represión en contra del pueblo por parte de Anastasio Somoza Debayle. Sus hijas, Ligia y Katya, se metieron primero a la guerrilla, y después a él le dio pena no hacer nada por Nicaragua y comenzó a colaborar. Varias veces condujo “pupuseado” (con miedo) su carro, porque trasladaba armas para los guerrilleros sandinistas.

Con el triunfo de la revolución se fue de Pancho Madrigal y fundó su propio programa de cuentos, Lencho Catarrán. Eso sí, siempre está agradecido con Gadea Mantilla por haberlo iniciado en la actuación radial.

Gadea Mantilla recuerda que para evitar la salida de Otto de la Rocha de Pancho Madrigal tuvo que ir a dialogar con uno de los nueve comandantes de la Revolución, Bayardo Arce, pero fue imposible hacerlo entrar en razón.

Hoy a sus 79 años, Otto ha tenido que enfrentar la enfermedad del cáncer, la cual tiene controlada después que en Cuba le realizaron 43 radiaciones.

Georgina Valdivia dice que su esposo ha enfrentado la enfermedad con valentía y resignación ante Dios. Y especialmente ha sido disciplinado con las medicinas. “Si a la 1:00 de la madrugada tiene que levantarse a tomar una pastilla, a esa hora se levanta”, dice su esposa.

—¿Cuándo va a dejar de trabajar? —le pregunto a Otto.

—Ahorita no —responde.

—¿Tiene metas?

—A estas alturas hablar de metas es muy difícil. Quiero grabar canciones, no por negocio, sino como por vanidad —finaliza diciendo Otto de la Rocha.

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