Hartos de dictaduras
Las insensatas declaraciones de Rosario Murillo, vocera de la presidencia y del Consejo de Comunicación, advirtiendo terminantemente que “Daniel Ortega tiene que ganar las elecciones en el 2016” es un abierto atropello a lo que potencialmente es la democracia en sus genuinas expresiones.
Ese tipo de actuaciones significa también un abuso, porque en primer orden estamos en un tiempo muy prematuro para hablar de esos temas, y en segundo lugar es son las bases del partido sandinista constituidas en Congreso las que deben oficializar tales pronunciamientos. Nicaragua no es una hacienda, mucho menos un patrimonio particular de la pareja presidencial.
La primera dama no puede desestimar los derechos del pueblo por la búsqueda de otras opciones que son precisamente las opciones del cambio; de una apertura democrática que abra nuevos modelos que respondan a las necesidades prioritarias de este país. Nicaragua es digna de una mejor suerte; de buscar en el sistema de unas elecciones verdaderamente transparentes una forma de gobierno justa, donde el derecho de unos termine donde comienzan los derechos de los demás, para que pueda existir un respeto sustancial y se construya una sociedad que sea la expresión de comunes conquistas.
Esta República está harta de dictaduras; de sistemas obsoletos que solamente han respondido a sus fines destruyendo los principios de la institucionalidad donde se asienta la democracia. Somos un país todavía con reservas de voluntad para avanzar hacia el futuro, y no para quedarnos con las pésimas enseñanzas del presente que han incidido inevitablemente en la destrucción misma de Nicaragua, donde la pérdida de valores es una realidad irrefutable.
Ortega ha demostrado ser un pésimo gestor en el desarrollo del país. Lo dice, y lo comprueba su enferma obsesión por el poder, el que únicamente ha percibido por la convocatoria de elecciones amañadas y totalmente fraudulentas que dejan mucho que desear. Qué fácil olvida doña Rosario, los ejemplos de honestidad y de patriotismo que recibiera del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y del poeta don Pablo Antonio Cuadra Cardenal, cuando era secretaria de ambos; de esos abanderados de la democracia con quienes ella tuvo relaciones de trabajo en una empresa como el Diario LA PRENSA, que es el símbolo de las libertades públicas donde con meridiana autoridad moral se han combatido a los sistemas dominantes, y que ahora ella después de haber tenido esa cátedra de civismo venga promoviendo y defendiendo la dictadura de Ortega, es algo insólito que no tiene justificación alguna, aunque se trate de su esposo.
Ortega, por la evidencia de los hechos, ha resultado mucho peor que Somoza. Sus formas de gobernar el país lo demuestran, ya que la incapacidad camina a su lado, y el estado de cosas que a diario encara Nicaragua es una muestra inobjetable de lo que son los sandinistas en este difícil período de la historia, donde las esperanzas por una legítima transformación se escapan para morar después en lo imposible, donde ya nada se puede alcanzar, no porque seamos pesimistas, sino por las crudas realidades que a diario recibimos y experimentamos.
Derecho a votar es sagrado
En esta época de globalización, moderna y/o postmoderna, el voto es una condición necesaria, aunque no suficiente para que un sistema político sea democrático, puesto que el resto de la democracia se ejecuta en la práctica diaria entre el pueblo, gobernantes de los cuatro poderes del Estado, asociaciones civiles políticas y democráticas, y demás entes interesados, gubernamentales y no gubernamentales.
El voto es un mecanismo de participación ciudadana donde el pueblo de cualquier nación puede utilizar para ejercer el derecho al sufragio, y es, ante todo, un acto personal y de voluntad política democrática, al igual, es un derecho y un deber de todos los ciudadanos, el cual ningún gobernante tiene derecho de despojárselo.
Por ejemplo, hay gobiernos dictatoriales en los cuales las restricciones para la presentación de las candidaturas alcanzan un grado que impide considerarlos no democráticos. Cuando hay presión militar contra el pueblo y sus asociaciones políticas y democráticas, cuando es coartada la libertad de expresión y pensamientos a los medios de comunicación, pero cuando hay plena libertad de ir a votar, bajo observación nacional e internacional, nunca puede ser un gobierno dictatorial.
Con el voto el ciudadano expresa apoyo o preferencia por cierta moción política ideológica propuesta de bienestar para el pueblo, en donde selecciona a su candidato de preferencia durante una votación. Es, por tanto, un método de toma de decisiones en el que un electorado trata de medir su opinión conjunta, es decir, el voto es la clásica opinión generalizada del pueblo, de que quien tiene ganado el derecho de gobernar.
Con el ejercicio del sufragio universal, el voto, se cumple el primer renglón de la democracia, cuando hay libertad de ir a votar, cuando las votaciones transcurran en paz y armonía. Estamos claros que nada es exacto, siempre ocurren ciertos errores que tienen remedio, es por eso importante la observación nacional e internacional para que no haya dudas de la transparencia de nuestras votaciones para alcaldes y vicealcaldes mañana domingo 4 noviembre 2012.
Nuestro pueblo tiene que salir a votar, de esa manera estamos demostrando al mundo que somos un país con un grado de cultura, sin manipulación de ningún político sin presión, ni manipulación alguna de parte de los candidatos de cada partido político o alianzas, ni de los gobernantes de los cuatro poderes del Estado. El ir a votar es sagrado e instar a no hacerlo sí es autoritario y antipatriótico.
Es conveniente recordar que la historia de la democracia ha ido unida a la ampliación de la base electoral, ese es su pilar fundamental, es decir, el voto es vital para el forjamiento y reforzamiento de la democracia, que se va construyendo para el bienestar del futuro.
Primeros santos del Año de la Fe
En el Año de la Fe y coincidiendo con el Día del Domund ( 21-X) Benedicto XVI ha proclamado santos a tres laicos y a cuatro religiosos: a la catalana Carmen Sallés, fundadora de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, que dedicó su vida a la promoción cultural de la mujer española desde el siglo XIX, cuando no estaba permitido su ingreso en la universidad ni estudiar bachillerato; a la monja alemana María Anna Cope (1838-1918), un “ejemplo luminoso y enérgico” de caridad con los leprosos; al jesuita francés P. Jacques Berthieu (1838-1896), mártir y enamorado del Corazón de Jesús, que luchó contra la injusticia en Madagascar, en donde le querían como padre y madre, especialmente los pobres y los enfermos; al P. Giovanni Battista Piamarta (1841-1913), que promovió la formación laboral de jóvenes italianos durante la revolución industrial del XIX; a Catalina Tekakwitha (1656-1680), joven amerindia que se santificó sin otra ayuda que la gracia; a la alemana Anna Schäffer (1882-1925), que, por invalidez sobrevenida, no pudo ser misionera, pero edificaba a muchos con su paz y ofrecía sus dolores desde la cama; al joven catequista Pedro Calungsod (s. XVII), mártir de Filipinas. Con su aceptación del amor de Dios y su ardiente caridad operativa, todos ellos muestran el verdadero rostro de la Iglesia.
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