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El crecimiento económico: algunas lecciones aprendidas

La relación entre el crecimiento económico y el crecimiento demográfico fue objeto de controversia hasta hace casi un par de décadas. Sin embargo, la acentuada disminución en las tasas de fecundidad y de crecimiento demográfico, que se ha producido en los países en desarrollo, ha puesto de manifiesto que las posibilidades de crecimiento sostenido del PIB per cápita están más asociadas a los cambios en la estructura etaria de la población resultante del proceso de transición demográfica, que a la tasa de crecimiento demográfico per sé.

Adolfo Acevedo Vogl(*)

La relación entre el crecimiento económico y el crecimiento demográfico fue objeto de controversia hasta hace casi un par de décadas. Sin embargo, la acentuada disminución en las tasas de fecundidad y de crecimiento demográfico, que se ha producido en los países en desarrollo, ha puesto de manifiesto que las posibilidades de crecimiento sostenido del PIB per cápita están más asociadas a los cambios en la estructura etaria de la población resultante del proceso de transición demográfica, que a la tasa de crecimiento demográfico per sé.

En la actualidad existe consenso en términos de que el propio crecimiento económico moderno —el cual data apenas de los últimos 200 años— ha sido el resultado, por una parte, del incremento en el cociente entre la población en edad económicamente activa y la población total que ocurre debido al cambio en la estructura de edades que acompaña a la segunda fase de la transición demográfica, potenciada por los incrementos sostenidos en la productividad vinculados al proceso de cambio estructural.

Por otra parte, ha sido la resultante del hecho de que el crecimiento del producto se ha podido trasladar de manera más plena al crecimiento del producto por habitante, gracias a la marcada disminución de la tasa de fecundidad que también caracteriza a la transición demográfica.

La relación entre el crecimiento económico y las tendencias del mercado laboral suelen ser menos comprendidas. En los países desarrollados el crecimiento económico normalmente trae aparejado un crecimiento global del empleo. Al incrementarse año con año la demanda efectiva, las empresas contratan más trabajadores, y el empleo crece. Esto es lo que se tiene en mente cuando se afirma que “debemos crecer más para generar más empleos”.

Por término medio, el empleo generado es empleo de alta productividad, porque en estos países existe una mayor homogeneidad entre los niveles de productividad de los diversos sectores de la actividad económica, de manera que la productividad del empleo que se genera a lo largo de los diversos sectores se desvía relativamente poco de la productividad media.

Por el contrario, la característica fundamental de los países en desarrollo es la estrecha asociación entre la heterogeneidad en la estructura productiva, y la heterogeneidad de la estructura ocupacional. Una es una suerte de espejo de la otra. A la par que actividades en las cuales la productividad del trabajo es muy superior a la media, existen otras cuya productividad se encuentra muy por debajo de la media; y por regla general, los sectores de menor productividad son los que generan la mayor parte de la ocupación.

Debido a que la generación de empleo en los sectores de menor productividad enfrenta “barreras a la entrada” de escasa significación, puede afirmarse que la propia fuerza de trabajo crea su propio empleo, con recursos extremadamente limitados.

En otras palabras las empresas modernas no son las que generan la mayor parte de la ocupación. En estas condiciones, es el propio crecimiento económico el que se encuentra limitado por el hecho de que el alto peso ponderado del empleo en los sectores de menor productividad presiona a la baja, y con frecuencia anula, el crecimiento de la productividad media del trabajo.

En particular, Nicaragua representa, junto con gran parte de los actuales países en desarrollo, un caso en que un país se ha adentrado bastante en la fase de la transición demográfica más favorable para el crecimiento y el desarrollo económico —la fase del denominado bono o dividendo demográfico— pero, lejos de estarla aprovechando al máximo, se encuentra atrapada en un verdadero círculo vicioso.

En el caso de nuestro país lo que está ocurriendo es que, frente al fuerte crecimiento de la población en edad laboral, característica del dividendo demográfico, lo que la economía está generando, de manera predominante, son empleos precarios e informales, de muy baja productividad.

Lo importante a retener es que el aprovechamiento pleno del bono o dividendo demográfico requiere un proceso de permanente cambio estructural, que signifique que la fuerza de trabajo, que está creciendo con fuerza debido al cambio en la estructura etaria de la población y a la creciente incorporación de las mujeres a la actividad económica, encuentre ocupación en actividades de cada vez mayor productividad, y cada vez más intensivas en conocimiento.

Por el contrario, en nuestro caso la productividad del trabajo se encuentra estancada o en declinación, debido a que la mayor parte de la fuerza de trabajo está siendo ocupada ante todo en la agricultura, el comercio y los servicios informales, los sectores de menor productividad de nuestra economía, principalmente bajo la forma de trabajadores por cuenta propia y trabajadores familiares sin pago.

El cambio en el patrón de crecimiento económico y de generación de empleo, a través del proceso de cambio estructural, resulta apremiante porque, a mediados de siglo, nuestro país puede llegar al mismo estadio en el proceso de envejecimiento de la población que los países desarrollados en la actualidad.

Dado que la población está envejeciendo más rápidamente que en los países desarrollados, nuestro país tendrá menos tiempo para adaptarse a las consecuencias de este fenómeno.

(*)Economista

[email protected]

Economía crecimiento económico Lecciones Nicaragua archivo

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