Hay angustia en estos oscuros días
en lo que quieren que encuentre mi noche.
He dejado de conocer mañanas.
Antes, llegaba la aurora
porque el sol era hermano de las montañas y las sierras.
Juntos habían construido el solar de las almas.
La luz del sol buceaba en los océanos,
y tenía el privilegio de mostrar amaneceres.
No había que buscarlo.
Era solo cuestión de esperar.
Hubo un tiempo que una cadena de cacareo anunciaba su
llegada.
Eran los gallos desperezándose arriba de los árboles.
Con esa luz también llegaban las lluvias y cantaban los sapos.
Pero eso también se fue, no hace mucho.
No tanto como desde cuando se fue Julián.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 B