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Eduardo Enríquez

No solo hay que vestirla de seda

La magistrada presidente de facto de la Corte Suprema de Justicia, doctora Alba Luz Ramos, está empeñada en mantener el nuevo edificio de los Juzgados de Managua lo más ordenado y limpio posible. También está tratando de educarnos a todos los managuas para que respetemos la dignidad del recinto.

Después de 30 años de vivir entre ripios y biombos en un lugar al que se le llamaba pomposamente “complejo judicial Nejapa” pero que no era más que las ruinas del antiguo Centro Comercial Nejapa adaptadas para acomodar juzgados y oficinas, la Justicia finalmente tiene una casa digna.

Consciente de eso, la doctora Ramos libró una intensa batalla con los vendedores de comida que en Nejapa se mantenían en chinamos y querían seguir en las mismas en el nuevo edificio. Ella logró que la Alcaldía les construyera módulos decentes a un costado del recinto.

También exige a quienes ingresen al edificio vestir de una manera acorde al respeto que debe inspirar la Justicia y el sitio donde se imparte. Algunas personas han protestado porque de acuerdo con la “realidad de Nicaragua” no es posible exigir cierta forma de vestir. Ese absurdo argumento asume que pobreza es sinónimo de suciedad y ordinariez.

Los nicaragüenses debemos aprender a apreciar y a cuidar las cosas que tanto nos cuestan y que son de todos. Ese edificio no es un regalo. Se construyó con un préstamo que debemos pagar. Es nuestro, pero no para destruirlo sino para cuidarlo. De igual manera, como ese es el lugar donde se imparte justicia, hay que respetarlo y para comenzar a demostrar ese respeto debemos tener al menos el cuidado de vestir, aunque de manera humilde si no se dispone de recursos, pero decente.

La doctora Ramos se ha mantenido firme a pesar de las críticas y por eso hay que felicitarla.

Sin embargo, a mí me resulta extremadamente curioso que la doctora Ramos tenga tanto celo por el nuevo edificio pero no tenga ese mismo celo para defender la Justicia y la institucionalidad del poder judicial.

Es una lástima que ella misma que está tan clara en ese aspecto, no se percate o no quiera percatarse del profundo daño que le ha causado a la Justicia.

Ella, y sus trece colegas en la Corte Suprema han permitido y consolidado un sistema parcializado, partidarizado, donde ser sandinista, o mejor aún, orteguista, garantiza ganar un pleito, sobre todo si el adversario es opositor. En este sistema que la doctora Ramos preside, vale más un carné de militancia que tener la razón ante la Ley.

Ella, y sus trece colegas, le han dado además un duro golpe a la institucionalidad al continuar en sus cargos más allá del período para el que fueron electos. Retorcieron las disposiciones legales y hasta constitucionales con tal de permanecer en sus puestos porque esa era la decisión del presidente inconstitucional Daniel Ortega.

Ellos, que deberían ser los garantes de la institucionalidad la han hecho añicos, eso sin contar las múltiples quejas y denuncias que hay contra muchos jueces y magistrados (incluso de la Corte Suprema) por supuesta corrupción y que en la mayoría de los casos la Corte Suprema se ha hecho de la vista gorda.

Si quieren el botón de muestra solo basta recordar el bochornoso caso de los 609 mil dólares cuyo destino nunca se supo a pesar de las múltiples pruebas en contra de altas autoridades de nuestra “justicia”.

Si en realidad la doctora Ramos y sus colegas creyeran en la importancia de impartir justicia sin mirar a quién y en la importancia de la institucionalidad, lo mínimo que podrían hacer a estas alturas es no postularse para reelección, pues por años han estado usurpando sus cargos o abusando de la responsabilidad que se les dio.

Pero eso no va a suceder. Ellos se mantendrán en sus cargos, usurpándolos como hasta ahora, y los que reciban el visto bueno del Inconstitucional serán reelectos como si nada.

La doctora Ramos está haciendo con la Justicia lo que se le hace a la monita del dicho. La está vistiendo de seda, le está cuidando el vestidito, pero en esencia, mona se queda.

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