El 1 de noviembre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. Para eso escogió el 27 de enero, porque un día como este, en 1945, fueron liberados los pocos prisioneros judíos que sobrevivieron en Auschwitz-Bikernau, en Polonia, que era el mayor complejo de campos nazis de exterminio en los cuales se perpetró el genocidio de unos seis millones de judíos.
Los judíos prefieren nombrar aquella terrible tragedia con la palabra hebrea Shoa, que significa devastación total, porque holocausto en su sentido histórico y religioso quiere decir sacrificio, el cual incluso puede ser voluntario. En cambio, la matanza de seis millones de judíos que perpetraron los nazis “no puede ser vista como un crimen más, sino como el paradigma de la arbitrariedad y la demencia que conlleva la destrucción de los humanos, en sus valores y en su condición física”, según escribe el rabino argentino Abraham Skorka en un artículo titulado De la muerte de Dios a la muerte de lo humano .
Como sea, el Día del Holocausto debe ser conmemorado en todos los países que pertenecen a las Naciones Unidas, pues como dijera su entonces secretario general, Kofi Anan, es “un importante recordatorio de las enseñanzas universales del holocausto, atrocidad sin igual que no podemos simplemente relegar al pasado y olvidar”. Algunos meses antes, en marzo 2005, al inaugurar en Israel el Museo de la Historia del Holocausto, Anan señaló que “la repulsa al genocidio, al asesinato sistemático de seis millones de judíos y millones de otras personas fue también uno de los factores que promovieron la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Y declaró que “las Naciones Unidas tienen la responsabilidad sagrada de combatir el odio y la intolerancia. Si las Naciones Unidas no están a la vanguardia de la lucha contra el antisemitismo y otras formas de racismo, niegan su historia y socavan su futuro”.
Pero la ONU es una olla de grillos ideológicos en la que están representados tanto países con gobiernos democráticos y humanistas, como Estados gobernados por déspotas enemigos de la humanidad, que niegan el holocausto y quisieran exterminar al pueblo judío, terminar el genocidio que Hitler comenzó y no pudo terminar. Tal es el caso del gobierno de Irán, que preside el extremista antisemita Mahmud Ahmadineyad, quien a menudo amenaza con borrar de la Tierra al pueblo de Israel.
En Nicaragua la Asamblea Nacional acogió la resolución de las Naciones Unidas del 1 de noviembre de 2005 e instituyó de manera oficial la Conmemoración del Holocausto, cada 27 de enero. Pero eso fue cuando la mayoría de los diputados eran personas democráticas. Ahora el parlamento está en manos de los seguidores de Daniel Ortega, afín a Ahmadineyad y enemigo del pueblo israelí, por lo cual rompió las relaciones diplomáticas de Nicaragua con el Estado de Israel y por eso el Día del Holocausto dejó de conmemorarse oficialmente en Nicaragua.
No obstante, la asociación de judíos de Nicaragua y los diputados demócratas amigos de Israel, no dejan de conmemorar el Día del Holocausto y han invitado a conmemorarlo mañana 27 de enero, a mediodía, en la Universidad de Ciencias Comerciales (UCC) de Managua.
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