Franklin Caldera
En Cita con Sergio Ramírez (Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2012) se dan la mano dos generaciones de nicaragüenses: Karly Gaitán Morales (1980), la autora, y Sergio Ramírez Mercado (1942), el sujeto (junto con Ernesto Cardenal y Gioconda Belli, uno de los tres escritores nicaragüenses vivos de mayor renombre internacional).
De gran interés son las muchas lecciones que contiene el libro para los jóvenes literatos, transmitidas con la habilidad de Sergio para decir mucho con pocas palabras: “Para ser escritor uno debe sentir la necesidad de escribir y comunicar a los demás lo que siente, lo que cree que los demás deben saber; y convertirse en lector tiene mucho que ver con la curiosidad. Si uno no tiene curiosidad difícilmente va a abrir un libro y enterarse de lo que dice”.
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Karly, investigadora cultural, vio a Ramírez por primera vez durante una concentración política, cuando este era vicepresidente de Nicaragua. Con apenas 9 años de edad ya conocía algunas obras del narrador devenido político ( Cuentos nicaragüenses fue el primer libro que leyó “de tapa a tapa” sin aburrirse). Le sorprendió el parecido de aquel señor altísimo, “de rostro amanzanado, cabello peinado hacia un lado” con las fotos que aparecían en sus libros.
Volvieron a reunirse años después cuando Karly lo entrevistó para un curso de escritura creativa impartido por Isolda Rodríguez. Y este libro es el fruto de esa y muchas otras entrevistas y artículos (algunos inéditos) escritos que enfocan distintas facetas de la personalidad pública de Ramírez Mercado y su obra ( Margarita está linda la mar, Tambor olvidado, La fugitiva , etc.).
Cuando comenté ( Decenio , agosto 2000) las memorias políticas de Sergio, Adiós muchacho , destaqué el hecho de que fuera uno de los poquísimos intelectuales que, habiendo formado parte del gobierno revolucionario (el más popular de nuestra historia al entrar triunfante en Managua un 19 de julio) durante toda la década de 1980 no tratan de buscar villanos individuales (dentro de la revolución, fuera de la revolución o en el extranjero) para explicar los graves problemas que acarreó (autoritarismo, diáspora, hiperinflación, guerra).
Asumiendo su cuota de responsabilidad, Sergio ubica la fuente de esos problemas en el modelo político que se trató de implementar: “Aun sin guerra, la sustancia filosófica del modelo que buscábamos aplicar habría conducido a un colapso económico, a no ser por una evolución pacífica del sistema hacia una economía mixta real, lo que a su vez habría demandado una mayor apertura política”.
Pero Cita con Sergio Ramírez está lejos de ser una semblanza política. Nos presenta de pies a cabeza al Sergio escritor, aunque la política, inevitablemente, se cuela por los rincones.
En una de las entrevistas, Ramírez describe con especial afecto sus años de estudiante de Derecho en la universidad de León, bajo la rectoría de Mariano Fiallos Gil, a quien señala, junto con Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho, como una de sus influencias fundamentales.
Fueron los años de la autonomía universitaria cuando las universidades (y los cafés) eran germinaderos de revolucionarios; época de huelgas, protestas estudiantiles, enfrentamientos con la guardia. Cuando ser marxista implicaba una aguda sensibilidad social y un estilo de vida reñido con las riquezas; los académicos de la lengua no cometían errores gramaticales y se valoraba al escritor más por la calidad de su obra que por su ubicuidad.
Hay temas de interés para todos. El capítulo titulado “Cinema: 12/35” describe la “adoración” (así la llama la autora) del escritor por el cine, la cual nació como curiosidad desde que vio su primera película en un cine ambulante, proyectada sobre una sábana entre los árboles; y se convirtió en afición con su trabajo de proyeccionista-adolescente en el cine Club Masatepe, de su tío Ángel Mercado.
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