Amalia del Cid
Tras ocho años oyendo las prédicas religiosas de su vecino, Brenda Aragón considera que ya se ganó un pase directo al reino de los cielos. “¡A huevo me las tiro! ¡Ya me salvé. De tanto oír, ya estoy salvada!”, exclama con mucho sarcasmo y un poco de desesperación.
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Hace tres años empezó a dar las “vueltas” necesarias en la Alcaldía de Managua y la Policía para lograr que en la iglesia Mi Familia para Cristo, ubicada en el barrio capitalino José Dolores Estrada, le bajaran el volumen a los cánticos y los mensajes.
En esa iglesia, apenas separada por un muro de la casa de Aragón, predica Alejandro Vargas. El pastor se defiende apelando al deber cristiano de “predicar la palabra de Dios”. Para él, el problema no es el ruido, sino “el diablo” que “se opone a la obra social de rescatar pandilleros” que la iglesia realiza.
Para Doraldina Zeledón, abogada y estudiosa de la contaminación acústica, el asunto del ruido es mucho más complejo. “Yo no estoy en contra de ninguna iglesia, porque hacen sus obras buenas. Pero lo que hacen con una mano lo desbaratan con la otra, porque afectan a los vecinos y a los mismos feligreses”, señala.
La contaminación por ruido tiene consecuencias. Algunas son: pérdida de la audición, zumbidos en los oídos, náuseas, mareos, dolor de cabeza, daños a la circulación y la digestión, desvelo y estrés, enumera Zeledón.
No solo en Managua hay ruido, sino en toda Nicaragua. En otros departamentos, dice la especialista, hay perifoneo y parlantes en las tiendas.
Existen leyes para evitar la bulla, lo malo es que no se usan. Según Zeledón, en pueblos donde todo el mundo se conoce, los afectados no denuncian el ruido por miedo y en Managua no lo hacen por falta de fe en las autoridades.
Por el momento, dice la abogada, en materia de contaminación acústica lo más difícil de solucionar es el ruido de las iglesias y el de los vecinos.
Al menos Brenda Aragón está empezando a ver los frutos de sus esfuerzos. En la iglesia vecina ya bajaron el volumen y dejaron de usar la batería. Pero Alejandro Vargas, el pastor, sigue pensando que la culpa de este conflicto es del diablo. Y asegura: “Ese es un espíritu inmundo que la atormenta, cuando oye bulla como que se desespera”.
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