En los medios políticos se considera inminente que la oposición pacte con el régimen orteguista, para elegir a los más o menos 60 magistrados y otros altos funcionarios del Estado que están pendientes de ser nombrados por la Asamblea Nacional; y que con el pacto la oposición espera no solo conseguir una apropiada cuota de esos cargos sino también garantías de transparencia para las elecciones que deben celebrarse en 2016.
El contexto es oportuno para recordar el célebre pacto del Kupia Kumi, en 1971, entre la oposición y la dictadura somocista. En aquel tiempo el principal partido de la oposición era el conservador, que ya en 1950 había concertado el “pacto de los generales”, llamado así porque fue firmado por el general Anastasio Somoza García, líder del partido liberal, y el general Emiliano Chamorro, caudillo del partido conservador. Mediante ese pacto el partido conservador se aseguró una importante cuota fija de representación en el Estado, en tanto que Somoza se comprometió a garantizar la celebración de elecciones libres y limpias. Pero en realidad para lo que sirvió el “pacto de los generales” fue para abrir al dictador Somoza García el camino legal hacia la reelección presidencial.
Veinte y un años después, en 1971, la oposición se encontraba maltrecha como consecuencia de la matanza del 22 de enero de 1967 y la farsa electoral del 5 de febrero del mismo año. En aquellas circunstancias la dirigencia del Partido Conservador estimó que le convenía pactar nuevamente con el somocismo, que para entonces estaba encabezado por el general Anastasio Somoza Debayle, el tercero de la dinastía somocista. Y aunque el nuevo pacto se justificó otra vez con el mismo argumento de que permitiría obtener las ansiadas garantías electorales, para lo que sirvió en realidad fue para facilitar legalmente la reelección del dictador, en 1974, después de un período transitorio de una Junta de Gobierno bipartidista que de todos modos era mangoneada por el general Somoza Debayle desde la jefatura de la Guardia Nacional.
El nuevo pacto de la oposición con el somocismo fue firmado el 28 de mayo de 1971, en el Teatro Nacional Rubén Darío, donde poco antes se había puesto en escena un espectáculo cultural costeño titulado Kupia Kumi, que en idioma miskito significa un solo corazón. Y por eso el convenio bipartidista fue llamado “pacto del Kupia Kumi” y con ese nombre quedó registrado para la historia.
Ya el “pacto de los generales” había desacreditado al partido conservador y socavado la confianza popular en su liderazgo, pero el conservartismo pudo recuperarse quince años después, cuando emergió el liderazgo carismático del doctor Fernando Agüero. Sin embargo, después del pacto del Kupia Kumi el partido conservador nunca más se pudo recuperar ni volvió a ser alternativa de poder, pues, como escribiera en aquella ocasión el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, “los pactos no significan cambios, sino reafirmación del sistema presente”.
Por eso es que se dice que los pactos son la tumba de la oposición. En realidad, la única excepción ha sido el pacto de Daniel Ortega, en 1999 —cuando estaba en la oposición—, con el gobernante liberal Arnoldo Alemán. Ese también fue un pacto prebendario, pero Ortega aprovechó muy bien las debilidades de Alemán para utilizarlo como palanca y lanzarse hacia la reconquista del poder.
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