Adolfo Acevedo Vogl
Economista
La teoría económica enseña que el mercado es un asignador eficiente de los recursos únicamente en condiciones de competencia perfecta, es decir, en condiciones tales en que tanto los oferentes como los demandantes son tan numerosos que ninguno de ellos tiene la capacidad de influir en el precio del bien o servicio transado. Solo en esas condiciones el precio se formará verdaderamente por el “libre juego” de la oferta y la demanda.
Sin embargo, en realidad la mayor parte de los productos, en la actualidad, se producen y comercializan en mercados en los cuales un número reducido de empresas desempeñan un papel dominante y, lejos de fijarse por la libre interacción de oferta y demanda, se fijan por el método de aplicar un margen sobre los costos.
Mientras más pequeño el mercado, y menor el número de empresas que lo dominan, las mismas tendrán mayor capacidad de aplicar márgenes más generosos, en ejercicio de su poder de mercado. En condiciones como estas ya no puede afirmarse que los precios sean de competencia perfecta ni que la asignación de recursos sea óptima.
Pero además, en estas circunstancias podría estar justificado que, en ciertos casos, el Estado intervenga, para evitar que las empresas con excesivo poder de mercado abusen del mismo.
La justificación es mayor cuando el bien que se produce y se comercializa no es igual que cualquier otro, sino que su precio es un “precio clave”, que tiene la capacidad de influir de manera extensa y generalizada en el costo de la vida y en las cadenas de costos y precios a lo largo de toda la economía.
Este último es el caso del combustible. En nuestra economía el transporte de pasajeros y de carga utilizan combustibles fósiles y el precio de estos se transmite directamente al bolsillo de los poseedores de vehículos privados, e indirectamente por la vía de los costos de transporte. Así, a través de los encadenamientos intersectoriales se transmite de manera generalizada a los costos y precios de toda la economía.
El costo del combustible puede impactar también el costo de la vida y toda la cadena de costos y precios al influir sobre el costo de la energía, y sobre el precio del gas licuado, que se utiliza también de manera generalizada en los hogares. Más aún, el precio de los combustibles puede desempeñar el papel de “precio de referencia” para la formación de expectativas inflacionarias.
Por lo tanto, si hay un precio que amerita ser supervisado, por su capacidad de influenciar de manera extensa y generalizada los costos de producción y el costo de la vida en un país, es el de los combustibles.
La revisión de los costos y márgenes que contribuyen a formar el precio final del combustible debería incluir desde el propio precio al cual se adquiere el petróleo, y encontrar una explicación al por qué el mismo se está comprando a un precio muy por encima del precio de referencia internacional, pasando por los costos y márgenes de refinación, almacenamiento y distribución.
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