La Iglesia católica es eminentemente dogmática y eminentemente jerárquica. Ambos aspectos de su ser eclesial son razones que humanamente consideradas han permitido su sobrevivencia de dos mil años. Para los católicos confesionales la razón no solo de su sobrevivencia sino de su eternidad en lo que creemos y nos sumergimos, es el religio con la divinidad. Por eso las separaciones de algunos católicos, las huidas a otras confesiones, los grandes sismos históricos, los provocados por Lutero, por Calvino, son dolorosos, siguen resonando.
Sin embargo, la renuncia de su santidad Benedicto XVI al pontificado no provoca un sismo como han creído los no católicos y muchos católicos también, ya que es un hecho previsto, aunque infrecuente. La penúltima renuncia papal fue hace 598 años exactamente, 75 años antes de que América fuera descubierta por los europeos e incorporada a la civilización occidental que incluye la evangelización cristiana-católica.
SS Benedicto XVI ha tomado una decisión sana para la Iglesia, sabia y santa, las tres calidades que han orientado su pontificado. Nada pasa y nada pasará. El Canon 332 y siguientes del Derecho Canónico ordena la situación presente; el propio papa ha aconsejado se reúna el cónclave dentro de los 15 días que sucedan a su renuncia. Habrá papa antes de Semana Santa y si no lo hubiere para entonces, los ritos se sucederán imperturbables. Quienes especularon sobre los cardenales papables, están equivocados. Nadie sabe quién será el sucesor de Benedicto XVI. Para quienes somos gente de fe todo lo acontecido, todo lo por venir está en el pensamiento de Dios: “Desde que estabas en el vientre de tu madre yo te conocía”, dice Isaías el profeta inspirado, del Antiguo Testamento.
Otras especulaciones irrealizables son los cambios radicales dentro de la Iglesia, que se esperan promueva el nuevo pontífice: No se autorizará el aborto, ni prácticas anticonceptivas a los matrimonios católicos, únicamente y desde hace muchos años el “ritmo” o sea la abstinencia durante los días fértiles en la mujer. Tampoco el aborto en caso de embarazo concebido por violación. Continuarán excomulgados de hecho los matrimonios solo civiles, sin autorización eclesiástica, así como los contraídos por cualquiera de los cónyuges con otra persona en vida de ambos si media un matrimonio eclesiástico. Cristo solo ordenó o autorizó el sacerdocio a sus apóstoles varones. Tuvo la oportunidad de hacerlo con sus amigas y protectoras Marta y María, damas ricas, conversas y muy cercanas a Él, no lo hizo. Tampoco abolirá el celibato sacerdotal. Cristo no se casó, pudo hacerlo. Era ley judaica que tanto hombres como mujeres debían casarse llegados a cierta edad. Jesús desobedeció la ley antigua y ese fue el origen de que pasados cuatro o seis siglos de cristianismo los padres de la Iglesia ordenaran el celibato para sus ministros. Otra causal de la disposición fue la dedicación total al magisterio sacerdotal que no puede darse en hombres comprometidos con las obligaciones familiares. Todas estas disposiciones dentro de la Iglesia católica y solamente para sus fieles son inmutables, porque no son morales, es decir de “mores” costumbres, son éticas.
Quienes esperan esos cambios con el advenimiento de un nuevo papa por joven que sea, por conciliador que parezca, se quedarán esperándolas por secula seculorum . La Iglesia católica es madre y maestra, es eterna y santa. Los diferentes concilios solo han reafirmado los dogmas. El Concilio Vaticano Segundo humanizó la Iglesia, secularizó algunos ritos. No esperemos pues un Concilio reformador en lo esencial, que son los dogmas y mandatos fundados en la ética y en la revelación divina. La autora es profesora
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