Josué Bravo
Corresponsal / Costa Rica
De no ser por el frío excesivo que a veces penetraba hasta los huesos, cualquiera pudo imaginarse que estaba en Managua o en cualquier estadio de otra ciudad de la cálida Nicaragua. Pero estábamos en el centro de San José, sede de los X Juegos Centroamericanos, donde una multitud de nicaragüenses se vistió de azul y blanco para vitorear a la consentida de la semana: la Selección Nacional de Beisbol.
El pequeño estadio Antonio Escarré, remozado con nuevo césped y cierta infraestructura para estos juegos, lució abarrotado con unos dos mil nicaragüenses, panameños y ticos que llegaron a presenciar a los dos mejores equipos del torneo.
Nunca se había llenado como ayer, al menos en los últimos años. Era el partido de “revancha” con Panamá, que en el torneo envió a un equipo más débil que el presentado en el preclásico, pero a los nicaragüenses no les importó y apoyaron en todo momento a su equipo.
Desde la tarde, los fanáticos llegaron en masa al estadio, provocando una enorme fila. Al ser las siete de la noche las entradas se agotaron y cientos de nicaragüenses no tuvieron acceso al parque de pelota.
Algunos se las ingeniaron para subirse a la malla metálica de los jardines o ver alguna parte del campo desde calles elevadas cercanas al estadio.
San José está a más de 450 kilómetros de Managua, pero el ambiente hacía pensar que la azul y blanco jugaba en casa, por el enorme respaldo de los inmigrantes nicaragüenses que residen en este país.
Unos vestidos con la camiseta de la selección, otros ondeando banderas. Mujeres, niños y adultos con el azul y blanco en el rostro. Gorras, pitos, cornetas y cuanto elemento alusivo a Nicaragua fue necesario para alegrar la noche.
Todo ello aderezado con música de palo de mayo, Otto de La Rocha o el corrido de ¡Viva León Jodido!
“El ‘beis’ me fascina y más cuando juega mi gente de Nicaragua. Es una alegría que se siente en el alma, más cuando escuchás el himno de nuestra querida patria, uno se siente como en casa y esa emoción de gritar a tu “Sele”. No importa como andés, es una emoción muy grande y todo mundo te mira y te dicen, que buena barra la de Nicaragua”, comentó Patricia Aguilar García, nicaragüense originaria de Rivas.
“Muy bonito el ambiente y sobre todo el respeto que hubo, la seguridad, el orden”, manifestó Ervin Calero, locutor de Radio Managua, una emisora dirigida a la comunidad nicaragüense en Costa Rica.
Todo fue algarabía. Los nicaragüenses dominaron la noche. Cada ponche del adversario, pifia o error era motivo de alegría pinolera, así como los trancazos de la novena pinolera. El éxtasis, el kilométrico jonrón de Dwight Britton, sobrepasando la malla metálica del jardín central que alcanza unos 8 metros de alto.
Aún extasiados con enorme fiesta deportiva, más nicaragüenses prevén asistir al cierre de la competencia, la cual será este domingo y si no hay sorpresas, sería entre Nicaragua y Panamá por la medalla de oro.
Lo malo que se prevé y causa cierto enojo de la afición, es el interés de una parte de los organizadores de elevar el costo de las entradas, aprovechando el deseo de muchos pinoleros de respaldar a su selección.