14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

La vida geométrica de Leonel Argüello

Al acercarse a los 81 años de edad, Leonel Argüello comenzó a comprender la vida. La analizó, le dio vueltas y por más extraño que parezca acabó dividiéndola en cuatro dimensiones geométricas. Al presente lo definió como una línea recta; al pasado, como dos líneas que se cruzan en el camino; al futuro le asignó el triángulo y a los recuerdos, por mucho sus favoritos, les dio el cuadrado.

Por Amalia del Cid

Al acercarse a los 81 años de edad, Leonel Argüello comenzó a comprender la vida. La analizó, le dio vueltas y por más extraño que parezca acabó dividiéndola en cuatro dimensiones geométricas. Al presente lo definió como una línea recta; al pasado, como dos líneas que se cruzan en el camino; al futuro le asignó el triángulo y a los recuerdos, por mucho sus favoritos, les dio el cuadrado.

Es mi concepción mental —explica—. Y por supuesto, en física me aplazarían.

Ha estado muy reflexivo en estos días. También un poco enfermo. “Ya cuando uno llega a los 80 años, Papá Chú le va poniendo unas trancas que hay que ir levantando una por una, hasta que ya no podemos levantar ninguna”, dice, y esboza una sonrisa infantil. Después ríe: “Ya estoy levantando trancas, por no decir que estoy saltando baches”.

Sus reflexiones lo llevaron a lo que apuradamente bautizó como la “teoría argüellana”. Una hipótesis extraña que, aplicada al pie de la letra, lo colocaría en la “dimensión del cuadrado”. Leonel Argüello, el alma de la Fundación Teletón, ya empezó a vivir de recuerdos.

Tiene gestos suaves y un cuerpecito de gorrión. Nunca alza la voz. Está sentado en la sobria sala de reuniones de la empresa de seguros que dirige. Desde aquí también se hace cargo de que todo ande bien en la Fundación Teletón.

Ha dedicado más de una docena de años a la búsqueda y administración de recursos para los niños nicaragüenses con discapacidad. Se siente cansado, confiesa. Y nota que cada vez está más cerca el día en que cederá su cargo en la fundación para que alguien con más energía y nuevas ideas tome las riendas. Eso sí, aclara, aunque se retire de la presidencia y de la junta directiva, seguirá siempre colaborando con la causa.

FORMACIÓN

Leonel Argüello nació en Managua un día de agosto de 1932. Es el primero de los cuatro hijos de Leopoldo Argüello Gil y Sofía Ramírez Hernández. Su padre era un prominente abogado; su madre, “dulce y dócil”.

De niño quiso ser médico; pero terminó siguiendo los pasos de su padre. Con el tiempo, se especializó en seguros y tras la caída de la dinastía de los Somoza, dirigió al naciente Instituto Nicaragüense de Seguros y Reaseguros (Iniser).

Fue magistrado del Consejo Supremo Electoral por el Frente Sandinista durante las elecciones de 1984, ganadas por Daniel Ortega, y en las de 1990, en las que Violeta Barrios resultó electa. Al finalizar su último período, en 1994, se dedicó a la banca privada. Organizó el Interbank y fue su presidente durante cinco años. Después se retiró para formar la compañía Metropolitana de Seguros, de la que también fue presidente. Toda la vida ha padecido de “presidentitis”, bromea.

Sin embargo, algo faltaba. Sentía que como empresario aún tenía una obligación con la sociedad.

EL NIETO, LOS PIPITOS Y EL TELETÓN

Cada vez que se le pregunta la razón por la que empezó a colaborar en la rehabilitación de los niños con discapacidad, Argüello piensa en su nieto. En Carlos Ernesto, hoy de 27 años.

“Era una belleza, un niño grande, chelote, hermosote, incluso decían que se parecía a mí y me siento orgullosísimo por eso”, cuenta.

Cuando el bebé cumplió seis meses, Ángela Yrigoyen, esposa de Argüello, notó que algo no andaba bien con su nieto. No reaccionaba igual a los otros niños. Pero fue hasta un año más tarde, en un hospital de México, que se enteraron de que había algo llamado “síndrome de Rubinstein”, que afecta a una entre 125 mil personas y que en la ruleta de la genética a Carlos Ernesto le había tocado padecerlo.

“Síndrome de Rubinstein, como el músico. Es un cierto retardo mental”, explica Argüello. Y enseguida vuelve a sonreír, porque ahora está recordando los primeros pasos y tropezones del nieto. Las primeras palabras. “Cada logro era una fiesta”, dice.

Esta experiencia lo llevó a Los Pipitos. Y de eso al Teletón fue solo un paso.

Buscó apoyo en la comunidad de empresarios, en Los Pipitos y en el Club 20/30, que era propietario de la marca Teletón. Juntos conformaron la fundación y organizaron el primer Teletón de la historia de Nicaragua.

Fue en el hotel Intercontinental Metrocentro, en el 2001. Las actividades duraron nueve horas. Y entre los artistas que se presentaron estuvieron Hernaldo Zúñiga y los hermanos Luis y Carlos Mejía Godoy.

Sin embargo, a quien mejor recuerda Argüello es al hombre que llegó con una bolsita plástica llena de monedas, y le dijo: “Esto es lo que he recogido durante varios meses… quiero donarlo al Teletón”. Eran 200 córdobas.

RECUERDOS

Hoy día, como ya lo decíamos, Argüello está viviendo en la “dimensión del cuadrado”. En la lucidez de sus 80 años, puede mirar con claridad, como si se tratara de una película hecha por alguien más, lo que ha ganado y lo que, tal vez, ha perdido. Sus luchas y sus renuncias. “Uno ya va viendo las cosas para atrás, recordás para vivir. Es la sensación que me dan los ochenta años y medio que he vivido”, dice.

En el aniversario número 50 de su matrimonio con Ángela, la “morena bella” que una tarde conoció frente a la vieja Noticia, decidió empezar a viajar.

Se fue con su esposa y sus hijos a hacer un tour por el mar Báltico. Ahorraron dinero y un par de años después recorrieron la Argentina, desde la Tierra del Fuego hasta las cataratas del Iguazú. Y el año pasado, en el aniversario 56 de su matrimonio, temiendo no llegar al 60, se llevó a toda la familia, incluidos trece nietos y un bisnieto, a un crucero por Alaska, para sentir de cerca el frío de los glaciares.

“Vivir el momento fue lindo, pero más lindo es vivir los recuerdos”, insiste.

Si en la “dimensión del triángulo”, la del futuro, Argüello ve una cercana renuncia a la presidencia de Fundación Teletón, pronto podría pasar al recuerdo la terrible ansiedad con que cada año espera los resultados del conteo de las donaciones.

“Está estresado desde hace quince años”, se ríe Nubia Martínez, su asistente en la empresa de seguros Assa, quien describe a Argüello como un caballero que jamás pierde la calma, ni siquiera en los momentos de mayor angustia.

“¡No llegamos a la meta! Cómo no, doctor, sí vamos a llegar a la meta. ¡No llegamos a la meta! Sí, doctor, va a ver que nosotros llegamos a la meta”. Esta conversación, dice Martínez, se repite cada año durante el conteo.

¿Y qué siente Argüello cuando finalmente anuncian que se ha alcanzado y hasta superado la meta establecida? “Una felicidad espantosa. Me dan ganas de gritar”, confiesa.

La mañana del lunes después de cada Teletón, sus empleados lo esperan en las puertas del ascensor, para recibirlo con un alegre coro de aplausos y ¡sí se pudo!

“El Teletón no es solo lindo, es necesario. ¿Quién les va a dar la terapia a esos niños?”, se pregunta Martínez.

Argüello sabe que, aunque el Estado siga sin atender a los niños discapacitados, siempre habrá alguien dispuesto a tender una mano. De igual manera, habrá detractores, como los que él mismo ha tenido.

¿Puede él asegurar que nunca ha tocado un centavo del Teletón? “A mí que me revisen. Los libros (de cuentas) del Teletón están abiertos para todo el que los quiera consultar”, asegura. Después calla. Y vuelve a aparecer la sonrisa de niño. Acaso pensará en la línea, en el triángulo, en el cuadrado…

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí