Castigo divino, la novela más conocida de Sergio Ramírez, cumple 25 años este mes. El escritor está alegre por su criatura. “Muchísimos libros, la inmensa mayoría se publica y luego se olvida”, dice.
::: ¿Qué representan los 25 años de Castigo divino?
La permanencia de un libro que ha sido leído por distintas generaciones de lectores y sigue siendo actual. Esa es una gran alegría para mí.
::: ¿Cómo fueron sus tiempos de escuela?
Estuve en la escuela de mujeres hasta el quinto grado. Doblemente segregado. En la calle me hacían burla y adentro las mujeres no se metían con nosotros.
::: Dicen que mucho lo molestaba su primo Roberto Sánchez, el historiador.
Debe ser. Roberto era muy aventado y yo muy tímido, sobre todo porque usaba lentes.
::: ¿Miopía?
Era estrábico.
::: ¿Tuvo apodos?
Los que le ponen a los bizcos. “Bizconde”, “bizcoreto” (ríe).
::: ¿Le quedaron traumas?
Secuelas. También me causó mucha timidez que cuando tenía 13 años era muy flaco y tenía la estatura que tengo ahora (1.86 metros).
::: Viene de una familia de músicos, ¿toca algún instrumento musical?
(Ríe) No. Ese solfeo es la cosa más espantosa que hay. Tal vez solo escribir a máquina es tan aburrido.
::: ¿Cómo aprendió a escribir a máquina?
Nunca aprendí. Escribo con dos dedos. Mucha gente escribe así, a picotazos. Me equivoco mucho, no es esa la manera, para algo se inventaron los diez dedos (ríe).
::: ¿Le ha pasado que lee una novela suya y quiere cambiarle algo?
Una novela impresa no la leo, porque siempre surge esa tentación.
::: ¿Cuál es su mayor virtud?
La discreción. Si alguien me confía algo delicado, puede confiar en mí.
::: ¿Y no lo va a usar en un libro?
Ahí está el gran defecto (ríe). Voy a ser reservado, pero a la hora de tener un libro enfrente la tentación es muy grande.
Ver en la versión impresa las paginas: 24