En el discurso que pronunció en la Plaza de la República de Managua, durante la visita de Nicolás Maduro, Daniel Ortega arremetió contra las nuevas alianzas que se están creando en las Américas, porque a su entender son para contraponerlas a los alineamientos izquierdistas y populistas impulsados por los gobiernos del Alba.
Dijo Ortega: “Resulta como algo verdaderamente preocupante que se estén tomando iniciativas para tratar de dividir en primera instancia y luego debilitar el proceso de desarrollo y consolidación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos”. Es obvio que Ortega se refería a la Alianza del Pacífico, la cual ha sido integrada por cuatro países genuinamente democráticos y por eso sus economías funcionan muy bien y se desarrollan de manera mucho más dinámica y provechosa que las demás.
Ortega también atacó a Colombia, porque su Presidente ha manifestado interés en acercarse a la OTAN, que es la organización militar defensiva de la que forman parte casi todos los países democráticos de Europa, más Estados Unidos y Canadá. Y en su descontrol verbal, el presidente ilegítimo de Nicaragua llegó al absurdo de declarar “Estado extrarregional” a Estados Unidos, porque en la guerra por las islas Falkland o Malvinas apoyó a Inglaterra y no a la Argentina.
Pero no solo a Daniel Ortega sino a todos los gobernantes autoritarios que pertenecen al Alba, les molesta el surgimiento y desarrollo de los nuevos alineamientos que se están formando en el hemisferio occidental, con la participación exclusiva de las democracias republicanas auténticas, alianzas que son económicas y comerciales pero tienen una gran proyección política. Los autócratas populistas creían que después que derrotaron el proyecto promovido por Estados Unidos, del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en la IV Cumbre de las Américas que se realizó a principios de noviembre de 2005 en Argentina, no habría más alianzas internacionales basadas en la economía de libre mercado y la democracia republicana.
Estaban equivocados, como ahora ellos mismos lo reconocen mostrando su molestia y temor ante el surgimiento de la Alianza del Pacífico, la cual está integrada por los países que tienen las economías más abiertas y las democracias más funcionales y transparentes de América Latina. La Alianza del Pacífico ha sido formada por Chile, Colombia, México y Perú, que juntos representan el 36 por ciento de la población regional, la cuarta economía mundial y la séptima potencia exportadora del planeta. Y en la fila de espera para entrar como miembros plenos a esta promisoria Alianza, ya están Costa Rica, Panamá y Guatemala, mientras que 16 países de otras regiones participan bajo el estatuto de observadores.
Es reconfortante advertir que a diferencia de las otras alianzas regionales, como por ejemplo el Alba, la Celac y el Mercosur, en las que participan incluso de manera hegemónica países cuyos sistemas económicos y políticos son cerrados y autoritarios, el requisito esencial para participar en la Alianza del Pacífico es la vigencia del Estado de Derecho, la democracia republicana y el orden constitucional. Lo cual significa que la democracia no está dejando el campo libre al populismo y el autoritarismo, los que hasta hace poco creían que iban a dominar sin ninguna oposición en toda la América Latina y el Caribe.
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