En los últimos días, las turbas oficialistas han vuelto a salir a las calles para agredir a personas inermes e indefensas que reclaman justicia, incluso a ancianos que piden respeto a sus derechos y demandas sociales. En efecto, las turbas han salido esta vez para reprimir a los adultos mayores que reclaman una pensión reducida del Seguro Social, y para asaltar y vapulear a los jóvenes que se han solidarizado con ellos.
La acción de turbas para reprimir protestas sociales y manifestaciones de la oposición es una característica del régimen orteguista. Pero las turbas no son un invento del actual régimen de Daniel Ortega sino que han existido en Nicaragua en tres tiempos históricos: el del somocismo, el del sandinismo de los años ochenta y el del orteguismo en la actualidad.
En los años cincuenta del siglo pasado, los somocistas más fanatizados y embrutecidos fueron organizados en los Frentes Populares Liberales Somocistas (FPLS), que los integraban trabajadores de bajo rango del Distrito Nacional (como se llamaba entonces la Alcaldía de Managua), delincuentes y otros desclasados de los barrios bajos. Su misión era salir a las calles para atacar y golpear con garrotes, machetes y varillas de hierro, a reconocidos opositores, sedes de instituciones y organizaciones democráticas, periódicos y radioemisoras. Y se les llamaba nicolasianas a aquellas turbas somocistas, porque su jefa era Nicolasa Sevilla, una mujer extremadamente fanática que odiaba irracionalmente a todos los que luchaban por la libertad y la democracia.
Al caer la dictadura somocista en julio de 1979, las turbas nicolasianas se disolvieron. Pero el Frente Sandinista formó inmediatamente sus propias turbas, con el mismo objetivo de garrotear opositores, disolver manifestaciones de protesta y aterrorizar a la población. Las turbas sandinistas de los años ochenta estaban formadas por miembros extremistas de los Comités de Defensa Sandinista (CDS), de la Juventud Sandinista y demás organizaciones de masas que fueron creadas por el FSLN para imponer un sistema totalitario de control absoluto del Estado y de toda la sociedad. “Turbas divinas”, las llamó el mismo Daniel Ortega, pretendiendo justificar sus fechorías con el argumento inaudito de que aquellas infames fuerzas de choque cumplían la voluntad de Dios.
Después que recuperó el poder en enero de 2007, para lo cual se aprovechó del mecanismo electoral de la democracia pero inmediatamente después la comenzó a socavar, Daniel Ortega volvió a crear las turbas porque los regímenes dictatoriales no pueden gobernar si no es ejerciendo la violencia institucional por medio de los instrumentos represivos del Estado, y mediante la violencia extrainstitucional que practican las organizaciones de masas y las turbas.
Turbas orteguistas, son llamadas ahora, porque Daniel Ortega ha personalizado el ejercicio del poder político igual que en su tiempo lo personalizaron los Somoza. Pero las turbas orteguistas son las mismas “turbas divinas” de los años ochenta y por su naturaleza y misión son iguales a las turbas nicolasianas del somocismo. Así lo demuestran ellas mismas con sus brutales agresiones, como las que han perpetrado en los últimos días contra los adultos mayores y las demás personas que los respaldan.
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