El sábado 29 de junio LA PRENSA publicó un reportaje titulado Batalla por el agua , el cual se refiere a un conflicto entre Egipto y Etiopía porque este último está represando el río Nilo, que nace en territorio etíope y se llama allí Nilo Azul, pasa por Sudán donde es el Nilo Blanco y llega a Egipto por donde transcurre hasta desembocar en el Mar Mediterráneo.
El gobierno de Etiopía está construyendo una gigantesca represa en el Nilo Azul, que embalsaría 74 mil millones de metros cúbicos de agua y se espera esté concluida en el año 2016. Con este proyecto llamado pomposamente Gran Renacimiento Etíope se calcula que este país podrá producir 6 mil megavatios de energía eléctrica y convertirse en exportador internacional de electricidad, que supuestamente le vendería incluso a Egipto.
Pero a los egipcios no les interesa comprar energía eléctrica a sus vecinos etíopes. Lo que les importa es preservar las aguas del Nilo que han sido siempre y siguen siendo ahora la condición y razón de su existencia, como gente, como nación y como Estado.
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El recién derrocado gobierno de Mohamed Morsi declaró sobre este problema que “todas las opciones están abiertas para hacer que Etiopía deje de trabajar en la gigantes represas”, porque el agua del Nilo “es una cuestión de vida o muerte”.
Ahora hay otro Gobierno en Egipto, pero la posición del país es la misma, pues si hay algo que une a todos los egipcios es el río Nilo que proporciona al país el 84 por ciento de sus recursos hídricos, garantiza la agricultura y es la fuente de agua potable para los más o menos 84 millones de egipcios. Los cuales temen que con el enorme embalse en Etiopía, el Nilo se secaría al pasar por Egipto y eso sería la ruina del país, que ya ahora tiene que reciclar agua del Canal de Suez para poder satisfacer sus necesidades básicas.
De manera que si es cierto lo que dicen los agoreros, que las próximas guerras internacionales serán por el agua, la primera de ellas podría desencadenarse en esa parte de África.
Tan importante es el Nilo para los egipcios que en los tiempos antiguos lo tenían y adoraban como un dios. Y no como uno más entre los dioses, sino como el principal, por todo lo que significaba para su vida y su prosperidad.
El dios Nilo, hijo del también dios Océano, fue el padre de Europa, la hermosa doncella que Zeus raptó convertido en toro y la llevó a Creta, en Grecia. Luego Europa dio su nombre al viejo continente.
Con lodo que tomó del fondo del Nilo, Khnun, dios egipcio de la fecundidad y la fertilidad, hizo al hombre en su maravilloso torno de alfarero. Gran dios padre, llamaban los antiguos egipcios al Nilo, cuyas crecidas e inundaciones que fertilizaban la tierra eran reguladas por Maat, diosa de la sabiduría, la justicia y la verdad.
Dice el mitólogo francés Michel Nöel que los egipcios reputaban las aguas del Nilo como divinas e inviolables: “Las empleaban en las principales ceremonias de la religión, las llevaban con pompa en las procesiones públicas, en vasos que colocaban enseguida en los altares para ser adoradas, como imágenes sagradas de Osiris y de Isis, genios del Nilo, y delante de las cuales los sacerdotes se prosternaban.
La principal ceremonia en el Nilo se celebraba en junio, cuando se abrían los canales para el riego. Entonces las imágenes de Isis y Osiris eran llevadas en procesión y al final era ofrendada una doncella que se arrojaba o era arrojada a las fuertes corrientes del caudaloso río sagrado.
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