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Danilo Arbilla

Todos rezan en Brasil

En la tarde del pasado lunes 22, a su arribo a Río de Janeiro comenzó la visita del papa Francisco, la que genera inmensas, y a la vez nerviosas expectativas. Mientras tanto, todos rezan en Brasil. Rezan los católicos, los peregrinos y los jóvenes que se han dado cita en la ciudad brasileña y cuyas jornadas mundiales presidirá y bendecirá el sumo pontífice.

Reza el Gobierno de Brasil. Lo hacen sus fuerzas y servicios de seguridad para que no le pase nada al papa, quien no se las ha hecho fácil, negándose a ser “blindado”, ni en vehículos ni en forma alguna. Ni la Iglesia ni el papa temen por su seguridad: las manifestaciones de las últimas semanas, con las que el Vaticano no ha ocultado sus simpatías, “son contra los políticos, no contra Su Santidad”, argumentan.

Reza también el Gobierno para que no se repitan las manifestaciones que enmarcaron la Copa Federaciones, las que “corrieron un velo” que ocultaba realidades escondidas de la potencia emergente.

Sin duda la presidenta Dilma Rousseff ha de rezar para que este nuevo acontecimiento de relevancia universal le devuelva aunque sea en parte la imagen perdida tras las protestas de junio. Su popularidad a julio ha caído 24.4 puntos (del 73.7 por ciento al 49.3 por ciento en un mes). No parece fácil, pero a veces los milagros se dan, y más con el respaldo de un papa.

No se sabe si también rezará, y si lo hace, a favor de qué, el presidente de la Fifa, Joseph Blatter, quien acaba de decir que pudo haber sido un error designar a Brasil como sede del Mundial de 2014. Sus dichos recibieron una rápida respuesta de rechazo del Gobierno brasileño, pese a que declaraciones de ese tipo podrían ayudar a disuadir a los brasileños para que no hagan mucho ruido, so pena de quedarse sin el Mundial.

Lo que es más difícil de saber es a favor de qué o quién reza el Partido de los Trabajadores (PT), el que siendo el partido de Gobierno trató de capitalizar y sumarse a las protestas, conducta que no recibió ningún tipo de bienvenidas, —más bien fue notorio el rechazo—, de parte de los jóvenes y los indignados.

Es que las dudas mayores las generan las encuestas: mientras la imagen de Dilma se deteriora, en términos relativos mejora la de Inácio Lula da Silva. Según los muestreos las preferencias para las próximas elecciones presidenciales, para las que los dos son favoritos, favorecen a Lula (41 por ciento), frente a su heredera (treinta por ciento). En marzo pasado el apoyo a Rousseff era del 58 por ciento.

Lula ha descartado su candidatura, pero al mismo tiempo, tras permanecer callado todo un mes, ha salido, oportunamente, a apoyar el “mensaje de la juventud” la que, reconoce, reclama “instituciones políticas más limpias y transparentes”. Parece además que este planteo de los jóvenes lo ha inspirado o lo ha hecho acordar sobre la necesidad de una “renovación profunda” del PT, partido que él fundó, formó y ha liderado hasta ahora.

Es lo que pasa con este de tipo “arranques” ciudadanos, con causas valederas y reales que impulsan a llenar las calles, pero que no siempre se sabe hacia dónde van ni cómo van a determinar el futuro.

Para todos es claro que quieren acabar con la corrupción y contra el maniobrerismo político. Sin embargo, cae el prestigio de Rousseff, cuya lucha contra la corrupción y por la transparencia es innegable, y crece el de Lula, pese a que fue durante su gestión que tuvieron lugar los mayores casos de corrupción conocidos en Brasil, uno de los cuales, además, se digitaba desde una oficina ubicada a pocos metros del despacho de Lula, quien aparentemente en ningún momento se enteró de lo que pasaba. Parece que “su talento y olfato político” y su reconocida capacidad de maniobra, le han servido para cuidar su imagen y seguir arriba, pero en cambio no le sirvieron de nada, cuando ejercía la Presidencia, para darse cuenta de lo que ocurría y poner freno aquellos desmanes.

Sí, habrá que rezar. El autor es periodista uruguayo, expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) .


Opinión JMJ Papa Francisco archivo
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