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Cosplayers en la Minicon Anime 2013. LA PRENSA/ C. HERRERA

Pasión por el Anime

El cuaderno de la muerte es la mayor arma de destrucción masiva que el mundo ha conocido. Se ha comprobado que si el nombre de alguien es escrito en sus páginas, esa persona inevitablemente morirá en la forma que se establezca en la libreta. Ningún ser humano ha tenido tanto poder como el muchacho japonés que la encontró tirada sobre la grama en una tarde aburrida.

Por Amalia del Cid

El cuaderno de la muerte es la mayor arma de destrucción masiva que el mundo ha conocido. Se ha comprobado que si el nombre de alguien es escrito en sus páginas, esa persona inevitablemente morirá en la forma que se establezca en la libreta. Ningún ser humano ha tenido tanto poder como el muchacho japonés que la encontró tirada sobre la grama en una tarde aburrida.

Créalo o no, pero en Nicaragua también se han hallado varios ejemplares de la “Death Note”. Siniestras libretas negras en manos de jovencitos pálidos, de cabello puntiagudo y mirada triste. Normalmente se les puede ver en las convenciones de anime que se realizan en Managua, entre miles de seguidores de este estilo de animación japonés.

A ellos se les conoce como “cosplayers”, son los que se disfrazan de sus personajes favoritos. Pero hay otros grupos que pueden llamarse “Los Saiyajin”, en honor a la raza guerrera de la clásica serie “Dragon Ball Z”; o bien “Los Sakura” o “Los Caballeros del Zodiaco”. El nombre es libre. Lo que los une es la pasión por el anime.

También están los que no pertenecen a ningún grupo. Llegan a título individual, disfrazados o no, para meterse en un mundo que parece salido de una tienda de historietas.

En la actualidad, en nuestro país se organizan al menos seis eventos de anime al año. Reúnen a millares de nicaragüenses, grandes y pequeños, jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Sin embargo, hasta hace ocho años, pocos habrían imaginado que el fenómeno crecería tanto, cuando lo único que había era un grupo de chavalos que presentaba series y películas en el aula 1010, del pabellón 11 de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).

No obstante, aún cargan con la imagen de “chavalos vagos” y hay quienes van más lejos y los tildan de “satánicos”. Ese es el precio de ser un “otaku”.

En Japón, el término “otaku” se aplica de manera despectiva a personas que tienen aficiones obsesivas. Pero de este lado del mundo se usa para distinguir a los aficionados de la cultura nipona, en especial del anime, el manga y el cosplay.

La edad no importa

Light Yagami es el nombre del joven que encontró la “Death Note”. Solo tiene 18 años; pero la humanidad lo conoce como “Kira” (asesino) y le teme. Esta es una de las series japonesas más populares de los últimos años, pues presenta una intrincada trama de duelos de razonamiento entre dos genios (siempre uno anticipándose al otro), investigaciones policíacas, la enfermedad del poder y la crisis del concepto de justicia. A doña Adela García le gustaba verla. Ella era la abuela de Víctor Ocampo, un “otaku” de 33 años, que no tiene problema en hablar de “Samurai X” o “Pokemon”.

Doña Adela también veía “Wolf’s Rain”, que trata de la búsqueda del camino que lleva al paraíso perdido. “Hay que comprender que el anime es muy amplio y abarca todas las edades y gustos posibles”, dice Ocampo. Él comenzó siguiendo, allá en la década de los ochenta, clásicos como “Astro Boy”, la abejita “José Miel” y las travesuras e infortunios de una jovencita con muy mala suerte llamada “Candy”.

Son las mismas caricaturas que miraban Enmanuel Soto, de 27 años, y Juniet Ortega, de 25, hoy organizadores de la convención Minicon Anime. Más el “Gato cósmico”, “La princesa de los mil años” y “Dartanias, el robot del futuro”.

Ya en los noventa en nuestro país ocurrió el boom de series como “Dragon Ball”, “Sailor Moon”, “Los Caballeros de Zodiaco” y “Ranma 1/2”, recuerda Soto. La fiebre se extendió hasta los primeros años de la siguiente década.

Pero todavía en los noventa no se conocía mucho acerca de estos dibujos animados, hasta que apareció el suplemento “Planeta Caricatura”, en agosto de 1998. El “guardián” de ese planeta era Víctor Ocampo, cuyo seudónimo era “MaSei”, un personaje que a la fecha los aficionados al anime recuerdan con cariño.

Según Ocampo, fue gracias a esa publicación que se empezó a conocer más acerca de la verdadera procedencia de esos “muñequitos chinos” tan populares y también de la cultura japonesa.

Así se supo, por ejemplo, que aunque es de origen francés, “anime” es un término con el que se identifica a todo dibujo animado producido en Japón; que “manga” quiere decir “historieta japonesa” y que en ese género se basa la mayoría de las series y películas de anime.

Para Ocampo, el desaparecido Planeta Caricatura influyó mucho en el desarrollo de la cultura anime en Nicaragua, que ahora incluso empieza a perfilarse como industria comercial en nuestro país.

Las convenciones

Las reuniones de estudiantes que gustaban del anime comenzaron en el año 2004. Mayormente eran muchachos de Electrónica y Arquitectura que pedían prestada el aula 1010 con el pretexto de que harían “algo cultural”, recuerda René Quesada, organizador de la Convención Expo Anime XA, la primera que apareció en nuestro país.

Los encuentros se hacían en sábado o domingo, dos veces al mes. En el aula se presentaban series como “Evangelion”, “Inuyasha”, “Akira” y “Ghost in the Shell”. “Para descargar un capítulo… uff… La computadora pasaba encendida durante dos días”, cuenta Quesada.

Pero pronto los esfuerzos dieron frutos. Cuatro años más tarde ya no cabía más gente en el aula 1010. Había al menos 100 personas adentro, ahogándose de calor, y otras 100 afuera, esforzándose para ver desde ahí sus series favoritas. “Entonces pensamos se necesitaba un espacio más grande”, dice Quesada. Él se acordó del local que tenían justo enfrente de la universidad: el de la Escuela de Danza.

Ahí, el 20 de octubre de 2008, se realizó la primera Convención Expo Anime XA. Llegaron menos de mil personas. Sin embargo, desde ese año la cantidad de “otakus” ha seguido creciendo. Y a la más reciente convención Minicon Anime 2013, realizada el pasado 14 de julio, asistieron casi cuatro mil personas, señala Enmanuel Soto. La Escuela de Danza se hizo pequeña para tanta gente.

Las convenciones están apuntando cada vez más alto. “Cada una le va subiendo el nivel a las otras”, explica Quesada.

Chavalos que empezaron trabajando con patrocinios y recursos propios, cuando aún eran estudiantes ahora se dan el lujo de traer a personalidades de la talla de Jesús Barrero, la voz latinoamericana de Saint Seiya, de “Los Caballeros del Zodiaco” (vino para la Expo Anime Retro), y Hugo Núñez, el mexicano que hace el doblaje de “L”, el sagaz detective de “Death Note” (lo trajo la Minicon Anime 2013).

Está previsto que a mediados de septiembre venga Mario Castañeda, la voz del inolvidable Goku, traído para la Expo 2013 de Animezone, y que a finales de año Expo Anime XA presente a César Franco, el intérprete de los temas de “Digimon”.

Con “cariño”

Los personajes de anime tienen alma. Es decir, cada uno posee su propio temperamento, historia, traumas, fobias y obsesiones. Según los conocedores de este arte nipón, normalmente sus conflictos personales no se resuelven en un solo capítulo; si no que se van desarrollando en toda la serie y son influidos por las personas que encuentran y las experiencias que viven. Eso hace que el público les tome cariño.

Algunos incluso pueden llegar a identificarse con ellos. Quizá con el mal carácter y la torpeza de Akane Tendo, en “Ranma 1/2”; la ingenuidad y extrema dulzura de Serena Tsukino, en “Sailor Moon”, o el humor siempre inoportuno de Touta Matsuda, en “Death Note”.

Hay personajes para todo clase de gusto. Y también seudónimos. La comunidad anime se reconoce con sus propios códigos.

Por ejemplo, en el mundo anime a Juniet Ortega se le conoce como Arashi; a Enmanuel Soto como Vanfanel y a René Quesada como Zhaisheng.

También tienen subculturas compuestas por jóvenes que más allá del anime gustan de géneros muy particulares. Entre ellos están los “Furros”, que tienen afición por las criaturas peludas; los de “My little pony” y los “Monster High”, enumera Ortega.

Pero cualquiera puede ser un “cosplayer”. Basta con que tenga determinación y dinero para costearse el disfraz.

No es barato. Juniet Ortega gastó casi dos mil córdobas en el traje de princesa Daysi, del vídeojuego Mario Bross, que usó en la Minicon Anime 2013.

Con ese mismo traje viajó a Estelí para la inauguración de una tienda de anime. Fue junto a otros “cosplayers” llevados por Evacon, organizadora de la Minicon Anime. Ese día, cuenta, se les acercó el reportero de un canal católico local para preguntarles: “¿Ustedes son satánicos?”.

Estigma

Light Yagami es seguido a todos lados por un feo dios de la muerte o “shinigami”, llamado Ryuk. En Dragon Ball Z el héroe de la Tierra fue bautizado como “Míster Satán”. Y Ranma es un muchacho que por una peculiar maldición se convierte en mujer cuando toca el agua fría. Por razones como estas, algunas personas consideran que el anime es “satánico”.

“El problema es que no entienden que la cultura japonesa es diferente. Que en Japón no hay cristianismo, sino budismo”, considera Soto. Él es católico.

Por otra parte, agrega Ocampo, ahora que el cristianismo tiene más incidencia en Japón, empieza a verse contenido religioso en las series.

Con todo, la influencia que el anime ha tenido en ellos no ha sido religiosa. Gracias a las caricaturas que vieron, René Quesada es animador gráfico, Víctor Ocampo se atrevió a estudiar japonés (aunque para su “vergüenza” lo aplazaron) y Juniet Ortega dibuja y diseña.

Sus amigos y compañeros de trabajo saben que son aficionados al anime, y los respetan, asegura Ortega.

Sin embargo, Ocampo reconoce que más de alguna vez lo han llamado “raro”, “satánico” o “chico Pokemon”. No importa. Para él, vale más cuando con cariño le dicen “MaSei”.

Ver en la versión impresa las paginas: 8 ,16 ,10 ,14

La Prensa Domingo Anime japonés Pasión archivo

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