Cada día complican más las cosas los dirigentes de diferentes sectores. Para el nicaragüense asalariado que viaja en buses de transporte público (en Managua o los departamentos) el que tiene su pequeño o mediano negocio, el que tiene su finca o el que desarrolla actividades de las cuales sobrevive, la lucha de intereses por el poder político y económico dentro o fuera del país y la falta de institucionalidad generan una desesperanza y una molestia que se acumula.
Lo ideal sería que los dirigentes de los diferentes sectores se dedicaran al verdadero desarrollo del país y no condenarlo al estancamiento. Sobran ejemplos de países que han pasado peores situaciones que las de Nicaragua, pero con una visión de futuro sus líderes los sacaron de las cenizas y ahora son naciones bien posicionadas.
Entonces, lo que se requiere es dejar a un lado las mezquindades de cada uno de esos dirigentes y unirse alrededor de una causa común y de un programa común: mejorar Nicaragua. Esto es lo que importa, no que quién dirige el partido, quién será el candidato de 2016; que si los “gringos” me ayudan o no, que si la empresa privada me ayuda o no, o que si mejor “me vendo al FSLN por debajo de la mesa porque de todos modos no vamos a cambiar las cosas”.
Claro, si en Nicaragua tenemos empresarios serviles (al Gobierno de turno), egoístas y miserables que solo ven por sus intereses y no por que se respeten muchos otros valores que necesita la sociedad; si tenemos una clase política torpe, una Policía al servicio del autoritarismo y no al servicio de la Constitución, si tenemos a buseros y taxistas cerdos que ensucian las calles del país y les parece gracia, si tenemos una juventud que pierde miserablemente su tiempo agrediendo a otras personas que no comulgan con los ideales de los dueños del partido gobernante, si tenemos un sistema de educación pública anquilosada y además, politizada, un Consejo Supremo Electoral (CSE) corrupto, un sistema judicial indeseable, etc., pues el panorama no es alentador para las generaciones que deberán llevar a Nicaragua a buen puerto.
Ajá. ¿Qué hacer? Bueno, si los gobernantes y los demás sectores que he mencionado fueran responsables con toda la sociedad nicaragüense, comenzarían por concebir, diseñar, planificar y ejecutar ese desarrollo de la nación, con transparencia, respetando la institucionalidad, la democracia e impulsando una correcta gobernabilidad del país. ¿Qué les cuesta administrar el bien común con honestidad y respeto a la ley?
Pero los amigos del mal parecen tener de su lado el apoyo de otros agentes externos en detrimento de las grandes mayorías del país. Está bien que Estados Unidos otorgue el waiver de la propiedad al Gobierno de turno (no al pueblo Nicaragua), pero está mal que los conflictos por propiedades de nicaragüenses en territorio nacional sigan a la orden del día. La gente aquí sigue sufriendo a diario porque, por la vía del sistema judicial politizado, le quitan sus pocos o muchos bienes. Esto es inhumano. ¿Por qué los delincuentes se escudan en las instituciones del Estado? Esto no debe ser así.
¿Por qué se obliga a los empleados públicos a hacer política bajo pena de perder sus empleos? ¿Por qué humillan a miles de familias de esta manera? Los poderosos creen que los padres de familia no les hacen ver esto a sus hijos en el seno del hogar.
Si todos estos factores negativos simplemente con voluntad individual y/o colectiva se revirtieran, Nicaragua tendría un mejor nivel de educación, mejores técnicos y profesionales, un sistema político aceptable, mayor productividad y crecimiento económico, habría reducido su brecha digital y, en general, el país tendría otra imagen y un clima propicio para que la gente no tema invertir.
Por todo lo anterior es necesario que todos los nicaragüenses construyamos el cambio en el 2016. Hagamos que brille la democracia, que es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo (y no por un caudillo) mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes. La democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo con mecanismos contractuales. No hay autoritarismo, ni amenazas de cualquier tipo. En los últimos siete años tanto sandinistas como no sandinistas han vivido una serie de atropellos a la dignidad humana y eso no debe seguir pasando. Recordemos que en la democracia moderna juega un rol decisivo la llamada regla de la mayoría, es decir el derecho de la mayoría a que se adopte su posición cuando existen diversas propuestas. No cabe el autoritarismo, el fraude electoral ni la intimidación para robarse la voluntad popular. Hay que trabajar en función de esto.
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