Por Juan Carlos Ampié
Este es el mejor momento de Red 2 : un veterano mercenario norteamericano confronta a una agente secreta rusa. Ella le ha confesado que en algún momento de la guerra fría había pensado en desertar la causa soviética por él, llegando hasta el límite de buscarle en su casa de California antes de recapacitar. Él pone a prueba su honestidad, preguntándole cuál era el color de las flores de su jardín. “Amarillas”, contesta ella, con lágrimas llenando sus ojos, sin dejar que lleguen a caer. Es un momento hermoso, y chirriante por el contraste con el resto de la película. Como si en medio de un episodio de Scooby Doo, apareciera un actor dispensando un soliloquio de Shakespeare.
Estamos supuestos a encontrar transgresora la idea de que dignos actores bordeando la tercera edad ejecuten piruetas que suelen estar reservadas para jovenzuelos como Vin Diesel. La premisa quedó agotada con la primera película, pero hizo suficiente dinero en taquilla como para justificar una secuela.
La trama es una excusa para hilvanar secuencias de acción: agentes de servicio secreto sacan de su retiro suburbano a Frank Moses (Bruce Willis). Un documento filtrado por internet lo conecta con una misión súper secreta, de la época en que Washington y Moscú peleaban en frío. Nadie sabe exactamente de qué se trata, pero muchos están dispuestos a matar por descubrirla o encubrirla.
El paranoico Marvin (John Malkovich), la sofisticada asesina británica Victoria (Helen Mirren) y las nuevas adiciones de Catherine Zeta Jones y el actor koreano Byung-Hun Lee (G.I. Joe: Retaliation) se unen a la aventura. El reparto incluye a David Thewellis y Anthony Hopkins. Con la franquicia de Harry Potter cerrada, parece que Red se convertirá en el fondo de retiro de estimables actores ingleses.
El peso emocional es provisto por la relación entre el mercenario estrella y su esposa Sarah (Mary-Louise Parker), una civil cuya fascinación con el peligroso estilo de vida del mercenario despierta instintos sobreprotectores en Frank. El conflicto sirvió de relleno en la película anterior, pero aquí se convierte en el eje principal de la película. El problema está en que el guión de John y Eric Hoeber demanda que Parker se comporte como una idiota durante demasiado tiempo, algo particularmente cruel para una actriz tan inteligente.
La película muestra con claridad una perturbadora tendencia del cine comercial. La violencia se explota por su valor kinético —vea a Mirren con los brazos en cruz, disparando desde las dos ventanas de un carro deportivo que da vueltas en 380 grados, todo en cámara lenta—. El dolor y la muerte se apaciguan al máximo. La película exhibe masacres, ejecuciones sumarias y asesinatos a sangre fría. La puesta en escena, la edición y la truculenta visualización procuran que poca o ninguna sangre se derrame. El Red se queda en el título. Esto le permite a estudio Summit alcanzar la calificación de PG-13, indispensable para la salud de su taquilla en la competitiva temporada veraniega. Pueden acusarme de timorato, pero después de que Willis plantara una granada debajo del cuerpo de un muerto, empecé a sentirme incómodo con esta clase de entretenimiento.
Red 2 me deprime porque opera sobre la idea de que los actores maduros solo son relevantes si llevan un rifle de asalto en la mano. No le resiento su diversión a los que disfrutan de este tipo de distracción, de la misma manera en que me alegro de que Mirren, Malkovich y Hopkins tengan trabajo bien pagado. Con suerte, algunos cinéfilos en ciernes que los descubran en este juego de tiro al blanco hurgarán en sus filmografías por mejores películas.
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