Fernando Bárcenas
Después de cinco meses, para ponerse de acuerdo, el Movimiento Autónomo de Mujeres, el Partido Liberal Independiente (PLI), Movimiento Liberal Constitucionalista, Movimiento por Nicaragua, el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y exmilitares sandinistas, hoy 20 de agosto anunciarán la formación de un bloque opositor o Grupo de los 21, al que esperan llamar “Unidad por la República”. Nombre que tendría sentido —para empezar— si viviéramos en una monarquía formal.
Esta iniciativa retórica puede confundir y desmoralizar a las masas, frente a la necesidad urgente, para la sociedad, de liberarse del absolutismo orteguista que hipoteca el futuro del país entregándolo en los brazos de la corrupción. Por ello, es necesario poner en evidencia las contradicciones y las carencias de esta unión indefinida.
En este sentido, dicen que han formado una unidad en torno a principios y no a personas, en las que ellos involucran corrientes ideológicas que se denominan de derecha, de centro y de izquierda, para llegar al poder con una estrategia colectiva, unitaria y tenazmente cívica.
¡Cuántos disparates contrarrevolucionarios juntos! La tenacidad debe orientarse a vencer los obstáculos, conforme a la naturaleza de los mismos, no en atar las manos de las masas con una respuesta pasiva, a priori, a la violencia del opresor. Una revolución es, en sí misma, violenta. Es necesario aclarar, también, que no es posible que la izquierda y la derecha se unan en torno a principios, ni que la unidad pueda ser estratégica, porque en el momento que esto ocurre, tenemos una homogeneidad partidaria completa. Por igual razón, tampoco una estrategia puede ser colectiva. Una política de alianzas, es una forma de adelantar la estrategia particular de cada partido.
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Esta unión, hipócritamente candorosa, nos dice que ha aprobado las siguientes normas de funcionamiento interno: “No existen líderes, la coalición se rige por una asamblea general integrada por tres miembros de cada organización participante (sin importar su peso específico), con una dirección rotativa, y todas las decisiones serán de consenso”.
Así, confirmamos que se trata de un club de amigos, que intenta adormecer a las masas, para impedirles pasar a la ofensiva en el momento oportuno. Por escapar de los partidos caudillistas, han terminado por caer en un juego infantil, en el cual, alternadamente, el niño que salta sobre su compañero dobla su espalda para que salte el siguiente. La impotencia de esta iniciativa infantil termina por darle una apariencia imbatible a Ortega que, en realidad, es un simple aventurero sin escrúpulos, bastante torpe.
Nada en la sociedad opera en esta forma inconexa. Han formado una orquesta sin director, con tres instrumentos musicales por cada variedad, y escriben la partitura por consenso. Es una idea reaccionaria, primitiva, ingenua, contraria a la evolución, incluso a la formación de la vida. Filosóficamente, prevalece en ella la tiranía del individualismo retrógrado y débil. Resulta claro que así piensan convertirse en un bastión de indecisión, para impedir que las masas luchen por la toma del poder.
Como si se tratara de una competencia escolar, la unión afirma inocentemente “que presentará mejores propuestas que el gobierno, en materia política, económica o social”.
La política no es una competencia de propuestas. Las consignas políticas de lucha que promueven la unidad de las masas (no de las burocracias partidarias), corresponden a derechos democráticos necesarios, con urgencia, para adelantar demandas concretas, sentidas por los sectores combativos más desfavorecidos por el orden económico y político existente.
Esta unidad decapitada, ofrece: “Un plan de nación, un gran acuerdo para la paz social y el bienestar de todos, con el objetivo de acabar con la pobreza. Un plan que será elaborado con los distintos sectores de los distintos municipios”.
En otros términos, para esta unión el plan de nación sería el que resulte de pasar una bolsa de limosnas entre todos los sectores, en todos los distritos, para que cada quien deposite adentro sus peticiones y sueños.
En sentido contrario a un bolsón de deseos múltiples y opuestos, que no haría más que promover la pasividad y el desconcierto contradictorio en las masas, al frente de la lucha democrática consecuente debe hallarse un sector social con una estrategia de vanguardia.
Además, en lugar de una organización que opera por consenso (que tardaría cinco meses en cada acuerdo tonto). Lo que una organización de combate, permite, con un mando experimentado que toma decisiones con agilidad, es el disenso dentro de la disciplina militante. Un plan de transformación y cambio se plasma, ahora, en una línea de acción política, producto de una decisión estratégica que prevé conscientemente, a partir de la evolución de las condiciones objetivas, la dinámica de lucha más favorable para los sectores oprimidos, frente a las decisiones reactivas de los adversarios opresores.
El autor es ingeniero eléctrico.
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