Andy Rooney decía que muchas veces decidimos que nos gusta —o disgusta— alguien sin ningún motivo. Pero aunque le parecía injusto, racionalizaba que si esperábamos hasta que supiéramos “todo” antes de decidir si nos gusta alguien o no, nunca tomaríamos una decisión al respecto. Y si ese alguien es un político —inferimos— esa decisión se vuelve más difícil, dada las características contradictorias de las personas. Un político sucio, por ejemplo, puede aceptar sobornos día y noche, mentir al electorado, asesinar a un opositor y todavía es capaz de “amar a su esposa e hijos, arrodillarse ante un altar y detestar la violencia en la pantalla y los medios”.
Con la publicación de algunos libros que narran con franqueza como se desarrollan en la práctica los más indeseables aspectos de la desastrosa vida política nicaragüense de las últimas décadas, he tenido la oportunidad de acercarme a ese “todo” relativo y necesario para poder tomar decisiones más justas sobre mis simpatías y mi severo cuestionamiento del comportamiento de relevantes figuras políticas nicaragüenses.
O narraciones que nos exponen las estructuras de los clanes al servicio de los caudillos y las recíprocas ventajas; clanes familiares segovianos, occidentales, orientales. No importa el lugar en Nicaragua, todos demostrando su desprecio a la organización política o a los ideales conservadores, liberales, comunistas, democráticos; relegándolos a meros eslogan de sentido simplemente utilitario.
Relatos que exponen a toda la familia de los clanes, obteniendo privilegios. Todos servidores públicos; empleados de carrera administrativa en el ejecutivo, en entes autónomos, como personal de Relaciones Exteriores, etc. Asentándose estos en posiciones donde no encuentran nada que hacer, pero quedándose tranquilos recibiendo sus salarios.
Otra realidad que ha contribuido a iluminar mi entendimiento es el caudal de información reciente, depositado en la Biblioteca (Presidencial) Virtual Enrique Bolaños.
Esta biblioteca es el eco de las ideas de Lucrecia Rudolph Garfield, esposa del presidente norteamericano James A. Garfield, quien en 1885, al igual que el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, en 1933, creían en la importancia de los documentos presidenciales como un legado nacional que debería estar al alcance del público.
Esta biblioteca es también el eco de los hechos por los que, de una o de otra manera, millones de documentos, registros, colecciones de material histórico y demás cosas relacionadas a todos los presidentes norteamericanos han encontrado la protección y mantenimiento debido para el beneficio de esa sociedad.
Asimismo, la biblioteca virtual del ingeniero Bolaños es el eco de las palabras de Newell D. Hillis: “Da tu mente a los libros y a las bibliotecas, y la literatura y el saber de los tiempos te darán la sabiduría del docto y del clarividente”.
Si a su tiempo, pues, perdí la oportunidad de reconocer —en lugar de cuestionar— la verdadera intención del entonces presidente Enrique Bolaños de eliminar la corrupción institucional en Nicaragua, hoy encuentro que siempre hay un momento y lugar para las manifestaciones de la verdad oculta. Qué bien me hubiera servido de un poco más de información (la de los corredores oscuros y secretos). Sin embargo, lo que hoy conozco hace recobrar validez a la excelencia de los propósitos, planteamientos, iniciativas y esfuerzos de su gobierno.
Solo queda reafirmar que el ingeniero Enrique Bolaños, si bien con recursos limitados, ha logrado establecer su extraordinaria biblioteca (presidencial) virtual de la manera que él lo expresa: “Con la verdad y la transparencia para que el usuario pueda formar su propia o ilustrada opinión sobre hechos que ya son historia”. El autor es Economista y escritor.
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