Hoy se conmemora el cuarenta aniversario del golpe de Estado ocurrido el 11 de septiembre de 1973, en Chile, el cual derrocó al presidente izquierdista que había sido elegido democráticamente, Salvador Allende, e instauró la larga dictadura militar del general Augusto Pinochet.
Aquel golpe militar fue extraordinariamente criminal, brutal y sangriento. Millares de personas, chilenas y extranjeras, fueron encarceladas y torturadas. Según la información oficial alrededor de 3,200 personas perdieron la vida, de las cuales 1,200 siguen desaparecidas, o sea que se ignora dónde quedaron sus restos mortales.
El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 causó a la nación chilena una profunda herida que todavía sangra y una enorme división que aún sigue abierta. Así lo ha demostrado la conmemoración del cuarenta aniversario, que el gobierno democrático de centroderecha del presidente Sebastián Piñera y la oposición que encabeza la expresidenta y de nuevo candidata presidencial, Michelle Bachelet, realizaron por separado y enfrentadas.
La conmemoración del cuarenta aniversario del trágico golpe de Estado del general Augusto Pinochet contra el presidente Salvador Allende, de la derecha extrema contra la izquierda radical chilena, incumbe también a Nicaragua y a todos los países de América Latina y el Caribe, porque esa historia y experiencia de Chile es básicamente la misma de todos los pueblos latinoamericanos y caribeños.
En realidad, el pinochetazo del 11 de septiembre de 1973 no cayó de las nubes, no sucedió de repente y sin causa previa. Como dijo el lunes de esta semana el presidente de Chile, Sebastián Piñera, en la conmemoración oficial del cuarenta aniversario del golpe de Estado de Pinochet, “el gobierno de la Unidad Popular (o sea la coalición de socialistas, comunistas y otras fuerzas revolucionarias de izquierda que llevaron a Salvador Allende al poder), reiteradamente quebrantó la legalidad y el Estado de derecho en nuestro país y eso también debemos recordarlo”. Sin embargo, el mandatario chileno d
e centro derecha, con ejemplar sentido humanista y democrático advirtió que “ninguno de los hechos, causas, errores o responsabilidades que condujeron al quiebre de nuestra democracia, justifican los inaceptables atropellos a la vida, la integridad y la dignidad de las personas, que ocurrieron con posterioridad”. Como tampoco justifican esos atropellos, los grandes logros económicos que alcanzó Chile durante la dictadura de Pinochet y que ahora disfrutan todos los chilenos, agregamos nosotros.
“Ningún país se convierte en totalitario de la noche a la mañana”, reflexionó en sus memorias el jurista, profesor y político francés Pierre-Henry Teitgen, quien como miembro de la Resistencia fue torturado por la Gestapo y prisionero en los campos de concentración nazis. Es cierto. En Chile la dictadura totalitaria de derecha fue el resultado del empeño insensato de la Unidad Popular, de imponer un régimen totalitario de izquierda. El afán de sustituir la democracia con un poder popular revolucionario, la provocación de crear tribunales populares paralelos a los institucionales, el socavamiento de las instituciones democráticas, la asociación con la Cuba castrista, y el desastre económico causado por las inviables políticas socialistas, motivaron el funesto golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y la instauración de la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Esa fue la gran lección del pinochetazo que, cuarenta años después, muchos en Chile, en Nicaragua y en toda América Latina todavía no la quieren entender.
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