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El Ataque

No podían ponerle un título en español más genérico a este esperpento de acción. El director alemán Roland Emmerich tiene una curiosa fijación con la destrucción de íconos de Estados Unidos. Ya anegó una vez la Casa Blanca en “El Día de la Independencia” (1996), y ahora la convierte en escenario de un legítimo derby de demolición que se extiende por más de dos horas. En lo que va del año esta es la segunda película que hace eso. Hace unos meses, “Olympus Has Fallen” (Antoine Fuqua, 2013) nos trajo a Gerald Butler como un guardaespaldas caído en desgracia, fortuitamente atrapado en la casa presidencial cuando un grupo de terroristas ataca. Ahora, Channing Tatum es un guardaespaldas fortuitamente visitando la casa presidencial cuando un grupo de terroristas la atacan. Cualquier parecido no es mera coincidencia. Los estudios tienen una larga historia de echar a andar producciones similares simultáneamente, en franco afán de competencia. Aquí, estamos dando con el fondo del barril.

No podían ponerle un título en español más genérico a este esperpento de acción. El director alemán Roland Emmerich tiene una curiosa fijación con la destrucción de íconos de Estados Unidos. Ya anegó una vez la Casa Blanca en “El Día de la Independencia” (1996), y ahora la convierte en escenario de un legítimo derby de demolición que se extiende por más de dos horas. En lo que va del año esta es la segunda película que hace eso. Hace unos meses, “Olympus Has Fallen” (Antoine Fuqua, 2013) nos trajo a Gerald Butler como un guardaespaldas caído en desgracia, fortuitamente atrapado en la casa presidencial cuando un grupo de terroristas ataca. Ahora, Channing Tatum es un guardaespaldas fortuitamente visitando la casa presidencial cuando un grupo de terroristas la atacan. Cualquier parecido no es mera coincidencia. Los estudios tienen una larga historia de echar a andar producciones similares simultáneamente, en franco afán de competencia. Aquí, estamos dando con el fondo del barril.

Cale (Tatum) es un veterano de guerra que trabaja como guardaespaldas de Raphelson (Richard Jenkins), líder de la oposición en el congreso. Sin embargo, sueña con trabajar en la escolta del presidente Sawyer (Jamie Foxx), en parte para congraciarse con su hija Emily (Joey King), una pequeña fanática de la política. Tras una desastrosa entrevista con Carol Finerty (Magie Gyllenhaal), vieja compañera de universidad, se queda en la Casa Blanca para acompañar a Emily en el tour turístico. Vaya suerte, porque una tropa de mercenarios, comandada por el mismísimo jefe de seguridad (James Woods), está a punto de tomarse el edificio.

Se puede ver que el estudio tenía grandes esperanzas para la película. Los valores de producción son buenos, el reparto es sólido, y no se escatimaron píxeles en las vistas panorámicas truncadas. Sin embargo, el guión es ejemplar en su pobreza. Lleva a extremos ridículos el afán de explicar verbalmente cada giro de la trama. Ningún espectador puede quedarse atrás, y los realizadores se aseguran de extirpar toda ambigüedad. Hasta un niño de 5 años puede seguir la narrativa. El problema está en que se verá expuesto a grandes despliegues de violencia, que incluyen aterrorizar a una niña a punta de pistola. En un paso falso de casting, la pequeña actriz Joey King se parece más al líder de los terroristas (Jason Clark) que a su heroico padre.

La mejor parte de la película es el inicio, mientras va construyendo anticipación a la debacle. Cuando la violencia estalla, el efecto es anticlimático. Es repetitiva y abrumadora. ¿Cuántos tiroteos acrobáticos en los que el héroe sale imposiblemente ileso podemos ver? ¿Qué otra cosa puede explotar? Es extraño, cómo se ensalza el nacionalismo destruyendo los símbolos de un país. Y ningún despliegue cursi de emotividad oculta lo incómodo de ver estas escenas de destrucción terrorista con afán de “entretener”, justo en el aniversario de los atentados del 11 de septiembre. La cultura popular ya ha internalizado el trauma, y ahora no tiene reparo en explotarlo.

Por lo menos, un grupo de buenos actores pudo pagar sus cuentas, a cambio de telegrafiar emociones básicas. No hay ambigüedad en la mirada de James Woods. Y créanme, si tienen alguna duda, Maggie Gyllenhaal la va a aclarar. La modesta taquilla que la película tuvo en EE. UU. —apenas la mitad de su presupuesto de 150 millones de dólares— puede evidenciar que finalmente, el público reconoce que este modelo de cine sensacionalista está agotado. Ahora le toca votar a la audiencia global. Piénselo bien… ¿quiere seguir viendo esta misma película una y otra vez?

Sección Domingo anegó ataque íconos archivo

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