Mariano Rivera podría abrir un museo con todos los obsequios que ha recibido de los equipos rivales durante su larga despedida del beisbol.
La tabla de surf que le regalaron los Atléticos. A los Indios se les ocurrió darle un disco de oro enmarcado de la canción “Enter Sandman” de Metallica, la que suena en el estadio de sus Yanquis cuando es llamado para relevar, y suministrado por el Salón de la Fama del Rock and Roll. Las cinco bicicletas de paseo —para él, su esposa y tres hijos— que le entregaron en San Diego.
Pero el presente que más gracia le causó fue el pasado julio en Minnesota, donde los Mellizos tuvieron la ocurrencia de erigir una silla mecedora armada con bates quebrados. Le inscribieron un ingenioso nombre: “La Mecedora de los Sueños Rotos”.
También han abundado los cheques para su fundación benéfica e Iglesia evangélica de la que su esposa, Clara, es pastora.
Pero lo que Rivera más atesora han sido los encuentros con los fanáticos y empleados de los equipos rivales para conversar sobre cualquier tema.
En Oakland en junio, Rivera se disfrazó como repartidor de pizzas y sorprendió con una visita a Julie Vasconcellos, empleada de la sala de correspondencia de los Atléticos durante 25 años.
Las respuesta que ha recibido Rivera ha sido de puro aprecio como lo relató Mary Forkapy, empleada del departamento de nómina de los Indios desde 1996.
“Fue algo muy sincero, muy cordial”, contó Forkapy. “Me dijo que yo era una persona muy importante”. Esto es lo que Rivera se propuso hacer.
“Todo el mundo recibe mérito, pero yo quería hacer algo diferente. Agradezco todo lo que me regalan, pero lo que yo quiero es dar y estar con esas personas y darles las gracias”, expresó.
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