Aunque un jonrón situaría a Henry Roa por primera vez en los planos cimeros de la popularidad, serían los hits sencillos los que edificarían su carrera, una de las más sólidas en nuestro beisbol.
Roa disparó jonrón en el inning 16 del sexto juego de la Final entre Dantos y León en 1990 y provocó el séptimo y decisivo partido, ganado por los melenudos, en una remontada espectacular.
Y pese a que dos años más tarde llegaría a acumular 21 jonrones en la temporada, el bateo de contacto fue lo más notorio en una legendaria trayectoria que está por ingresarlo al Salón dela Fama.
Roa debutó en 1989 con el León y bateó .266. En 1990 subió a .319, pero en 1991, bajó a .276. Sin embargo, ese año Heberto Portobanco lo llevó a la Selección Nacional y su carrera dio un salto.
Además de probar que su bate era respetable, también en el extranjero Henry eslabonó una cadena de ocho campañas locales sobre .300 y consiguió su más alto nivel de respetabilidad.
Al final, Roa se marchó en 2007, con un promedio de por vida de .337, con títulos de bateo con aluminio (.387 en 1995) y madera (.370 en el 2001) y dos premios como Más Valioso en series finales.
“El chele” tiene además la racha de 39 juegos con hits y el récord nacional de 150 cañonazos en una campaña. Y todo eso lo hizo con una sencillez impactante y una humildad que conmovía.
Era difícil imaginar que detrás de su figura candorosa había un competidor feroz, que crecía bajo la exigencia y llevaba su juego a otros niveles, reservados para los más grandes, como él.
Por eso, Roa entrará mañana al Salón de la Fama, local que ganará un poco de respeto con su presencia.
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