Eduardo Cruz
2. Religiosa: Estudió para monja en Guatemala. Fue novicia de las religiosas de la Asunción.
3. Trayectoria: En 1976 se integró al FSLN y apoyó la insurrección con grupos cristianos en zonas urbanas.
4. Matrimonio: Se casó en 1980 con el economista Oswaldo Gutiérrez, con quien procreó tres hijos (dos niñas y un niño). Es abuela.
5. Medidas: Mide apenas un poco más de 1.5 metros y pesa 54 kilos.
6. Estudios: Sociología, Filosofía y Teología.
7. Cargos: En los años ochenta perteneció al Ministerio del Interior (Mint), como Jefa del Estado Mayor Central. En la Policía fue jefa de las Comisarías de la Mujer, jefa de Tránsito, jefa de Managua e inspectora general.
8. Frases: “Para mí, el sandinismo es una filosofía, una actitud, un sistema ético” y “el evangelio ha sido una guía constante en mi vida”.
9. Sueño de adolescencia: Ser profesora de universidad y música.
10. Anécdota: A los 11 años vivió la erupción del cerro Negro. Ayudó en la evacuación de los damnificados.
[/doap_box][doap_box title=”Experta en imagen” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]
A pesar de que en la actualidad la Policía está siendo fuertemente cuestionada, en una encuesta de este año 2013 Granera aparece con un puntaje de 83 por ciento en opinión favorable. Esta situación es muy llamativa, considera el sociólogo Freddy Quezada, quien señala que debería de hacerse un estudio para explicar bien las razones del fenómeno.
Para el comunicador Alfonso Malespín, el fenómeno podría deberse a que la población separa la actuación de la Policía Nacional del actuar de su jefa, lo cual a su vez podría explicarse en que Granera aprovecha casos “grandes” para aparecer en escena, como cuando ocurrió el robo de las computadoras de la empresa Comtech, en marzo de 2012, y en el cual Granera salió en las noticias de televisión comandando un equipo de policías que trabajaba en el esclarecimiento del caso, algo inusual en un jefe policial.
Además, Granera ha pedido perdón por los errores que la Policía ha cometido en distintos momentos y cuando surgió el brote de violencia en Las Minas, Granera se dirigió al Triángulo Minero para hablar con la población y destituir jefes policiales altamente cuestionados por los pobladores.
Otros elementos que podrían estar jugando a favor de Granera, según Malespín, son el hecho de que es una mujer, que tiene un pasado religioso y que tiene “cara de buena gente”.
Cuando está ante los medios, agrega Malespín, Granera trata de mantener un buen discurso pero “a veces se descompone cuando hay preguntas incisivas”.
Otro experto en comunicación, que prefiere el anonimato”, indica que Granera siempre da respuestas “cortoplacistas” a las crisis de la Policía, pero nunca le ha visto un plan estratégico con soluciones a largo plazo.
Mientras que el comunicólogo Adrián Uriarte indica que Granera ha tenido un viraje en su estrategia de comunicación, ya que antes tenía mucha apertura hacia los medios, pero ahora no da entrevistas más que a los medios oficiales o en conferencias en las cuales los periodistas no le pueden hacer preguntas, muy al estilo del gobierno de Daniel Ortega.
En el discurso de Granera, opina Uriarte, ella siempre está maximizando lo bueno que hace la Policía, pero omite hablar de lo negativo de la institución policial.
[/doap_box]
5 de septiembre del año 2006. Edificio Plaza El Sol, Managua. El jefe saliente de la Policía Nacional, Edwin Cordero, le entrega el bastón de mando policial a Aminta Elena Granera Sacasa, una exnovicia de la Asunción, para que se convierta en la segunda mujer al frente de la institución policial desde su creación en 1979.
Un día antes, en Casa Presidencial, el presidente Enrique Bolaños había ascendido a Granera como primera comisionada. “Estás en posesión de tu cargo”, le dijo el mandatario a quien hasta ese día era la inspectora general de la Policía.
La Policía atravesaba en esos días una crisis. El conductor de un furgón con placas salvadoreñas, que según la Policía había sido capturado con un poco más de dos millones de dólares, había dicho ante un juez que escuchó de boca de una de las funcionarias bancarias que fueron cuatro millones de dólares los que contaron, después de descubrir el dinero oculto en su furgón.
Además, en ese mismo año se produjo el asesinato de un empresario del entretenimiento, Jerónimo Polanco, quien murió a manos de un escolta del entonces jefe de la Policía de Managua, Carlos Bendaña. La situación de la institución policial no era la mejor en ese momento, sobre todo porque el jefe saliente, Edwin Cordero, emitía declaraciones que comprometían a la Policía, como cuando dijo que se pagaba con droga a los informantes.
La llegada de Granera a la jefatura se sentía como una oleada en la Policía. Durante fue inspectora de la Policía, según reveló, le dio de baja deshonrosa a unos 500 policías.
“Aminta aventajaba en calidad a los anteriores jefes de Policía, ella visiblemente se destacaba por su proyección de firmeza. Venía de ser inspectora y había tomado medidas firmes en actos de corrupción”, recuerda Gonzalo Carrión, activista de derechos Humanos del Cenidh.
“(Uno) de los retos fundamentales es combatir de una manera frontal y directa cualquier forma de corrupción que exista en la institución y a cualquier nivel. Ni me ha temblado (la mano) ni me va a temblar”, dijo Granera el primer día de su mandato policial.
Buen comienzo
Granera inició con “pie derecho” su mandato al frente de la Policía. Lo primero que hizo fue pasar a retiro al jefe de la Policía de Managua, Carlos Bendaña, “quemado” por el involucramiento de su escolta en el asesinato de Jerónimo Polanco.
Las cosas no pudieron iniciar mejor para Granera porque el 30 de septiembre de 2006, a menos de un mes de ella haber asumido la jefatura policial, la Policía realizó el quiebre más grande de cocaína, cuando, cerca de Pochomil, fueron incautados 3,000 kilos de cocaína que habían entrado por el mar.
“Ella (Granera) arranca con señales de una gestión positiva”, evalúa Gonzalo Carrión, quien recuerda que los resultados concretos la respaldaban y además la comisionada se mostraba abierta al diálogo con la sociedad civil, con los medios y con los organismos de Derechos Humanos.
Carrión también rememora cuando en septiembre del 2008, en una acción desmedida la Policía de La Paz Centro mató a un adolescente y la población se levantó a quemar la estación policial de esa localidad. “Ella dio la cara en ese momento”, señala el activista pro Derechos Humanos, debido a que la jefa policial se presentó en el lugar de los hechos y logró calmar la ira de la comunidad.
El jurista Alberto Novoa le reconoce a Aminta Granera la preocupación por mejorar las técnicas policiales, como la modernización del Laboratorio de Criminalística, y además la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia común.
Por su parte, otro activista pro Derechos Humanos, Roberto Petray, añora esos primeros años de mandato de Granera porque “había un orden en la Policía”. “A pesar de ser muy mal pagados, los policías operaban con cierta tranquilidad”, explica Petray.
Las cosas iban tan bien para Granera que una revista extranjera y, luego también medios nacionales, la daban como una posible candidata presidencial para 2011.
Aún así, los primeros síntomas de que la Policía muy pronto caería en una dependencia partidaria se hicieron sentir cuando en enero del 2007 hay un cambio de Gobierno y asume el poder el presidente Daniel Ortega, quien junto con su esposa Rosario Murillo de entrada quisieron imponer a los Consejos del Poder Ciudadano (CPC) como una fuerza con autoridad similar a la Policía, y también cuando Ortega recordó que la Policía tiene “orígenes sandinistas”.
En diciembre de 2007, Granera se reunió en la Secretaría del FSLN con la primera Dama, Rosario Murillo, para abordar el tema de los CPC. En esa ocasión, Granera aseguró que los miembros de los CPC no iban a tener ninguna autoridad policial, pero sí iban a trabajar de la mano con la Policía “en la prevención del delito”.
Los males de Granera
“Yo le veo dos irregularidades a la primera comisionada Granera, una de ellos es su omisión del deber”, expresa el penalista Alberto Novoa.
Al decir “omisión del deber”, Novoa piensa en lo que ahora ya es una costumbre de la Policía y que inició en el año 2008, después del fraude electoral en las municipales. Mientras la Policía reprimía a los opositores que reclamaban contra el fraude, era tolerante con las turbas sandinistas que agredían a los reclamantes.
Según Novoa, la Policía ha faltado a la objetividad al parcializarse a favor de un partido político, ya que cuando los sospechosos son partidarios del FSLN no investiga bien, pero si los del FSLN son las víctimas, entonces magnifica las pruebas a favor de ellos.
El funcionario del Cenidh, Gonzalo Carrión, se refiere a las turbas del FSLN como “paramilitarismo” y señala que la Policía recibió la orden de “aguantar, aguantar y aguantar” a los grupos afines al sandinismo, pero no “aguanta” nada cuando se trata de las protestas de los opositores a Ortega.
“Los ejemplos sobran, ahí tenemos los casos de Nueva Guinea, Ciudad Darío, El Carrizo, la Plaza de las Victorias, y lo último fue lo que pasó con los OcupaInss”, enumera Carrión.
En septiembre de 2008, el presidente Ortega nombró subdirector de la Policía a su consuegro Francisco Díaz, el cual se sumó a los otros subdirectores de tendencia orteguista y lo cual para muchos fue dejar a la Policía en una posición partidaria y estrechar la autoridad de Aminta Granera. “Con esos cuatro subdirectores, ella (Granera) quedó a merced de un manto partidario. Una buena cantidad de policías manejan su respectiva bandera del FSLN y el que tiene una foto con el inconstitucional (Ortega), mejor todavía”, explica Roberto Petray.
Uno de los problemas existentes en la Policía en la actualidad, según le han dicho los mismos oficiales a Petray, es que no hay rotaciones, porque los actuales jefes no pasan a retiro y no permiten que quienes están abajo pueden ascender en cargos y en grados policiales.
En marzo de 2010, Poco antes de que se le venciera su período a Granera, mientras ella se encontraba en Europa gestionando recursos para la Policía, el presidente Ortega y “sus subdirectores” le asestaron un fuerte golpe, al eliminar a una unidad élite anticorrupción que operaba con el apoyo de la DEA de Estados Unidos. Desde Europa, Granera llamaba para saber qué estaba pasando y cuando regresó a Nicaragua no tuvo más remedio que decir en público que se trataba de una “compactación” de la unidad.
El control de la Policía se le ha ido escapando poco a poco de las manos a Granera, considera Petray, quien indica que un ejemplo de ello es que la jefa policial no ha podido aclarar qué está pasando en el norte del país, con los grupos armados que se han originado en oposición al régimen de Ortega, pero que la Policía insiste en llamarles delincuentes comunes.
Algo similar ha ocurrido con la forma de actuar de la jefa policial respecto a la sociedad civil, ya que ahora no conversa con ellos.
“Esa apertura que ella tenía, esa interacción con la población, poco a poco se fue estrechando. Se estrecha no por voluntad de ella, sino por el sometimiento del régimen actual, que ha sometido a todas las instituciones. El Estado y el Gobierno de Nicaragua se caracteriza ahora por la ilegitimidad constitucional”, explica Gonzalo Carrión.
“No quiso ser baluarte dela institucionalidad”
La segunda irregularidad que Alberto Novoa ve en Granera es haber permanecido como jefa de la Policía después que se le venció su periodo en septiembre del 2011.
El artículo 88 de la ley 228, Ley de la Policía Nacional, establece un periodo de cinco años para el director general, luego de los cuales debe pasar a retiro. Pero Ortega decidió violentar esta norma y dejar en el cargo a Granera, quien gustosamente aceptó la ilegalidad y se convirtió en el primer jefe policial que se repite en el cargo desde que se fundó la Policía en 1979.
Con la reelección de Granera, la sociedad civil ha visto más debilitada a la Policía Nacional. “Ojalá que eso no lo hagan con el Ejército”, dice Roberto Petray.
“Aminta Granera pudo ser una de las funcionarias baluartes de la institucionalidad, pero prefirió plegarse al presidente Daniel Ortega”, indica el especialista en comunicación, Adrián Uriarte.
En septiembre de 2011 Aminta Granera no entregó el bastón de mando policial a nadie, a como debió hacerlo, sino que por el contrario lo volvió a recibir de manos del presidente Daniel Ortega, en una imagen extraña, muy diferente a la ocurrida el 5 de septiembre del 2006, cuando ella recibió el bastón de manos del primer comisionado Edwin Cordero. Ahora está convertida en la jefa de facto de la Policía Nacional, uno de los “pecados” con el que esta exaspirante a monja cargará en su conciencia en los registros de la historia del país.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 A