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Esas voces prodigiosas

Las notas de un piano acompañan las voces de cinco coristas que, entre tonos de contralto, tenor y bajo, cantan estrofas de una canción y hacen recordar a esas criaturas angelicales que presentan en las películas.

Por Róger Almanza G.

Las notas de un piano acompañan las voces de cinco coristas que, entre tonos de contralto, tenor y bajo, cantan estrofas de una canción y hacen recordar a esas criaturas angelicales que presentan en las películas.

Están en un salón donde el ruido del exterior no es capaz de interrumpirlos mientras siguen la guía de las manos del maestro que, con movimientos sutiles, sube y baja sus brazos, abre y cierra sus manos, señala a alguno de los coristas y de repente un movimiento brusco hacia abajo. Con cada movimiento las voces también suben y bajan, se callan o continúan. Este es el arte de Juan Manuel Mena, que esa mañana dirigía al grupo de coro de la Universidad Centroamericana (UCA), un grupo de 30 estudiantes universitarios.

A sus 44 años de edad, Juan Manuel Mena es director del Coro Nacional de Nicaragua, además de cinco grupos corales en la capital, el único con este nivel en el país.

Además de dirigir el coro de la UCA, también es el maestro del coro de la Universidad Católica, de la Universidad Politécnica de Nicaragua, del coro del Poder Judicial y fundó en 1996 el coro “Asociación coral In Crescendo”.

“Cantar en grupo es una experiencia única. Se logra sentir que todos nos volvemos una sola persona, te puede convertir en un solo ser”, explica Juan Manuel.

Y más o menos fue esa la sensación que tuvo cuando por primera vez, en la ciudad de Granada, descubrió que su padre, don Juan Manuel Mena era maestro de coro. Corría el año de 1979 y el pequeño Juan Manuel acompañó a su papá a una reunión de coristas, luego de que una mujer, llamada Thelma Carrillo, llegó a buscar a su padre. Se trataba de la soprano más admirada en Nicaragua y Juan Manuel estaba frente a ella.

Ese mismo año, su padre fundó el Coro Nacional, que perdura hasta hoy y del cual, desde el 2001, Juan Manuel es el director.

La herencia

“Nunca le dije a mi papá que quería entrar al coro, pero sí se lo dije a mi mamá y ella se encargó de que mi padre lo supiera”, cuenta Juan Manuel.

Enterado su padre, se acercó una tarde a Juan Manuel. “Si querés entrar al coro, te vas hacer responsable de todo lo que eso significa y responder por todo lo que conlleva”, recuerda Juan Manuel que le dijo su padre.

Y así fue que, con apenas 10 años, Juan Manuel empezó en el coro al lado de las voces blancas. “Me pusieron con las mujeres porque la voz de un niño es muy parecida a las voces de coristas femeninas y, a medida que iba creciendo y mi voz cambiando, fue ubicándome entre otras voces”, recuerda Juan Manuel.

Así pasó de ser soprano y luego cambió a contralto, tenor y bajo, logrando dominar todos las voces corales.

“Mi padre fue duro conmigo y muchas veces me sentí mal, pero ahora entiendo que hacía lo correcto porque no podía demostrar ningún tipo de preferencia solamente porque yo era su hijo”, recuerda Juan Manuel.

Con la experiencia ganada, ya para 1985, a sus 16 años y estudiando en secundaria, se inscribió en la Escuela Nacional de Música para prepararse en clases de educación musical, solfeo, armonía y contrapunto. Pero su meta no era quedarse como docente, sino lograr el sueño que empezaba a plantearse: convertirse en director coral.

Una carrera que le tomaría al menos cuatro años y que chocaría con la universidad.

A la par de sus clases de canto, Juan Manuel ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en Managua a estudiar la carrera de Biología con énfasis en educación. “No la ejercí porque el canto coral era mi inspiración, mi mayor pasión”, comenta Juan Manuel.

Pero su profesionalización en el canto coral tuvo su mayor empuje en el año 2001, cuando recibió la invitación para uno de los talleres más importantes en América Latina sobre canto coral. Se llevaría a cabo en México y no cubría ningún tipo de gastos.

“No sabía cómo haría. No tenía dinero, pero era una oportunidad que no debía dejar pasar”, comenta Juan Manuel.

Con préstamos y “arañazos” y el apoyo de su esposa logró hacer el viaje y luego “como por añadidura”, dice Juan Manuel, vinieron más cursos en Guatemala y otros países hasta graduarse en el año 2011 como director coral del conservatorio de música de la Upoli, uno de los dos maestros que existen en Nicaragua.

El relevo del maestro
Parte del grupo coral de la UCA, mientras ensayan al mando del  maestro Juan Manuel Mena. “Más importante que una buena voz es tener un  buen oído”, afirma el maestro. LA PRENSA/U.MOLINA

Era 1989, pocos meses después de la muerte de su padre, y Juan Manuel dirigió los arreglos que dejó su papá. “Fue duro recordar en ese momento a mi padre, con cada canción, con cada arreglo, pero cada nota fue dedicada a él”, cuenta Juan Manuel.

Su padre era su inspiración y quien le mostró los primeros pasos en el canto coral. Un hombre que, además de músico, fue radiotécnico, ebanista y profesor de filosofía, moral y religión. “Creo que, como sabía que con la música nadie se hace rico, entonces habría que trabajar de otras cosas también”, comenta su hijo Juan Manuel.

El 19 de enero de 1989 el maestro murió y Juan Manuel, el mayor de dos hermanos, tuvo que empezar a aportar al hogar. Cerca de cumplir 20 años empezó a trabajar en una librería, mientras continuaba con sus estudios. Para 1990 entra al colegio Bautista como maestro de coro y funda el coro juvenil “A capela” el cual dirigió hasta el 2001. Una estudiante del coro, Emilia Nicolás, que para él era la más guapa de todas, se convertiría ocho años después en su esposa con la que tendría tres hijos.

“Siempre es gracioso comparar mi historia con la de mi padre porque mi papá también fue profesor de canto de mi mamá”, comenta Juan Manuel, mientras deja escapar la risa.

Su trabajo en el coro del Colegio Bautista lo llevó a ser el primero en coordinar los primeros festivales de música coral intercolegial en el que, además, participaron los coros de los colegios Alemán Nicaragüense, Colegio Francés Nicaragüense y Colegio Teresiano, festivales que se mantuvieron por los siguientes cinco años.

El recuerdo

Meses antes de la muerte de su padre, Juan Manuel, por esas vueltas del destino, dirigió su primer concierto con el Coro Nacional. “Para entonces era jefe de cuerda y me tocó relevar en una presentación al director de planta del coro, Francisco Jarquín, quien también dirigía la Orquesta Nacional, y lo hice bien. Esa misma noche se lo comenté a mi padre y nuevos consejos me compartió, ahora no como profesor, sino como director”, recuerda Juan Manuel.

“Lo que soy ahora se lo debo a mi padre, a su disciplina y sus consejos y siento la responsabilidad de mantener esta herencia musical que me dejó, de mantener vivo su legado”, afirma Juan Manuel.

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