Dorys Amanda Maltez Pérez
La salud mental es un estado de bienestar en el cual las personas tenemos conciencia de nuestras propias aptitudes y capacidades, podemos afrontar las presiones de la vida, trabajar fructíferamente y contribuir a la comunidad. No todos tienen esa dicha y nadie está exento de tener, de un día para otro, un quebranto transitorio o irreparable de esta maravillosa condición de una mente sana.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dedica el 10 de octubre a sensibilizar al público sobre los problemas palpitantes y en este año destaca los problemas de salud mental en adultos mayores, que forman parte del gran problema de que en el mundo hay más de 450 millones de personas que sufren trastornos mentales y neurológicos.
Se consideran trastornos prioritarios: depresión, psicosis, trastorno bipolar, epilepsia, trastornos del desarrollo y conductuales en niños y adolescentes, demencia, trastornos por uso de alcohol y drogas, lesiones autoinfligidas y suicidio y otros síntomas emocionales relevantes que no tienen una explicación médica.
Tres razones hicieron que la OMS “seleccionara” estos padecimientos: son frecuentes causando enfermedad (morbilidad) y discapacidad, tienen elevados costos económico-sociales y se les vincula con violación a los derechos humanos.
En el mundo aumentan las personas de edad. Actualmente casi 700 millones son mayores de 60 años y para el 2050 pasarán de dos mil millones. A finales de siglo la esperanza de vida llegará a 81 años. La creciente cantidad de estas personas, en su inmensa mayoría desprotegidas y discriminadas ha impulsado a la OMS a plantear la necesidad de insistir en que no olvidemos los conflictos y sufrimientos mentales que produce el envejecimiento.
En nuestro país hay más de 430 mil adultos mayores de los cuales de un 15 a 20 por ciento disfruta de pensión y apoyo de la seguridad social.
La conducta de la persona es resultado de la mezcla de los genes y el medioambiente, pero continúan las dificultades para entender como un factor actúa sobre el otro o como se da la prevalencia, de un lado y otro, entre ambos. El aprendizaje y la memoria son claves en este binomio.
Dentro de la patología mental más frecuente de los ancianos encontramos la depresión y manía como trastornos afectivos, junto a la ansiedad, delirium y la enfermedad del olvido que son las demencias.
No perdamos de vista que no siempre se necesitan fármacos para el manejo de estas situaciones, pero si es necesario un manejo integral (médicos, psiquiatras, psicólogos, familias, etc.) de estas problemáticas.
No solo los profesionales de la salud mental estamos llamados al manejo de estos casos, en los cuales hay que insistir en el sentido preventivo. El personal de salud, familiares y amigos pueden ofrecer tratamiento “siempre y cuando reciban la capacitación y supervisión necesaria” (OMS)
La terapia cognitiva conductual es una de las formas de intervención psicosocial avanzada que está basada en la idea que el pensamiento y la conducta afectan los sentimientos. Se trata de una opción de tratamiento para la depresión, incluyendo la bipolar, trastornos conductuales, adicciones y hasta para la psicosis después de salir de la fase aguda. La autora es egresada de la Licenciatura en Psicología, UNAN- Managua.
