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Cuatro pescadores fueron a faenar en Corinto y una ola que no reventó los revolcó y mantuvo a la deriva a unos pocos kilómetros de la costa.

En el filo de una ola

El de Larry Alberto Hally, pescador de Corinto, es el relato de un náufrago. “Se vino una tormenta con lluvia y un viento fuerte. Entre más viento más grandes son las olas. Lo que nos cayó encima fue una burra. Una burra es una bola grande de agua que no revienta, y una burra fue la que se nos dejó venir encima. Ya no volvió a salir a flote la lancha”. Así narra Larry cómo naufragaron, él y tres pescadores más, frente a las costas de Corinto el pasado 26 de septiembre.

Amalia Morales

II Parte y final

El de Larry Alberto Hally, pescador de Corinto, es el relato de un náufrago. “Se vino una tormenta con lluvia y un viento fuerte. Entre más viento más grandes son las olas. Lo que nos cayó encima fue una burra. Una burra es una bola grande de agua que no revienta, y una burra fue la que se nos dejó venir encima. Ya no volvió a salir a flote la lancha”. Así narra Larry cómo naufragaron, él y tres pescadores más, frente a las costas de Corinto el pasado 26 de septiembre.

La burra —como le dice Larry a la ola que los revolcó— volteó a La Triga, como se llama la lancha en la que iban estos hombres con cuerpos y caras de niños. Venían contentos porque traían repleta de mariscos la tina plástica que quedó flotando en el agua.

Todo se les cayó. Estaba oscuro. No veían nada ni se veían. El revolcón los había separado así que los primeros minutos después de la caída al agua fueron para reencontrarse y aferrarse a alguna cosa que les permitiera seguir con la cabeza afuera y respirar. Intentaron aferrarse al lomo de la propia embarcación. A alguno se le ocurrió que una boya segura para mantenerse a flote podía ser el bidón plástico de la gasolina. Habían salido con 22 galones de Corinto, es probable que llevaran menos de la mitad en el viaje de regreso, así que se agarraron a él, sin embargo, no se fijaron que había una perforación y la gasolina se salió por ahí y los quemó.

Ninguno sabía que esa mezcla de gasolina con agua salada les iba a arrancar el pellejo como un pelador de papas.

[doap_box title=”Mala y buena pesca” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

La probabilidad de que La Tigra viniera sobrecargada y por eso hubiera zozobrado más fácil es una de las hipótesis que se barajó en esos días posterior al naufragio en Corinto. Es el más reciente, pero no la única desgracia que ha ocurrido mar adentro. Los pescadores contaron que hace poco un marino fue impactado por un rayo y otro resultó golpeado.

A pesar de los accidentes y de la naturaleza acechante, las lanchas no dejan de salir. Adolescentes como Jeferson Bismark, de 16 años, que en días malos queda hasta debiendo lo que se come en la venta, dice que a veces las faenas son buenas. En una buena faena un pescador puede llevarse hasta 5,000 córdobas, según explica Yader Aburto, pescador curtido del mismo barrio.

El marido de Leydi Vallecillo sale día por medio al mar. Ella se queda cuidando a sus tres hijos: un niño y unas gemelas de nueve meses. “Le he dicho que busque otro trabajo, porque a veces hasta quedan debiendo la gasolina cuando no agarran nada, pero eso es lo que a él le gusta”, dice Vallecillo.

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La mezcla de gasolina y mar los quemó y les dejó el cuerpo como la mecha de un candil ardiendo dentro del mar. Estaban a unos cinco kilómetros de tierra firme. Al menos tres de ellos sufrieron quemaduras en segundo grado. Ese diagnóstico lo sabrían horas después cuando ingresaran al Hospital España en Chinandega, donde les darían de alta una semana después.

Cuando estaba con el agua salada al cuello, quemándole la espalda y el torso, y aún parte de las piernas, Larry abandonó a sus colegas de travesía y de infortunio y se aventuró a buscar ayuda.

“Me dijeron que no me apartara, pero les dije que no y me vine nadando. Nadé como dos kilómetros y medio”, calcula este hombre delgado de 22 años, quien ha sido marino más de 10, está sentado bajo la sombra de un árbol en la entrada de la casa de su hermana. Lleva el torso desnudo, calzoneta y chancleta. No apoya la espalda en el respaldar plástico de la silla. Pasarán dos o tres meses antes de que la piel vuelva a nacer.

Las quemaduras son más pronunciadas en el cuerpo de Edwin Morales, el capitán de la embarcación y el hijo mayor de Marcia Morales, la dueña de La Tigra. Edwin tiene un ungüento blanco puesto en las partes quemadas.

EL RESCATE

El relato de Larry aún no termina. Lo oyen vecinos y otro de los náufragos, José Miguel Suazo, quien estaba en el mar por primera vez.

“Lo que hice fue ignorar el dolor. Sentía que me iba quemando. Sentía el dolor en el cuerpo. Pero tenía el sofoque de seguir adelante. Así que no me paré. Ya no tenía fuerzas, comencé a pedirle a Dios que me diera fuerzas. De repente me paré y dije ‘hasta aquí no más’. Como estaba hablando solo, pensé: ‘me estoy quedando loco’. Llegué a un trasmallo, de esos maquereleros. No podía seguir más. Las dos piernas y los dos brazos se me durmieron. Tengo que seguir, tengo que seguir. Me puse a gritar. Nadie me oía. Me hallaron como a las diez y media de la noche y había estado nadando desde las seis”, dice Larry y recuerda que tuvo ganas de llorar pero no lloró.

Después pasó algo que se repite en casi todas las costas donde hay pescadores: cuando se pierde un pescador se activa una especie de alerta y salen todos, o gran parte, a buscar a los marinos extraviados.

Marcia Morales, la dueña de La Tigra, acudió de inmediato donde su cuñado Francisco Toval, propietario de muchas pangas y uno de los acopiadores más fuertes del barrio Los Pescadores en Corinto.

Este barrio hace honor a su nombre: todo hombre que supere los 12 años incursiona en el mar, y casi siempre, se queda en este oficio que paga con la suerte del día a día. La mayoría de estos muchachos se hacen papás a los 18 o 20 años y tienen una escolaridad que no alcanza a aprobar la primaria.

La noche del naufragio, gran parte de los pescadores del barrio fueron a la costa y subieron en alguna de las 18 lanchas de búsqueda.

Pasadas las dos de la mañana, los otros tres pescadores fueron rescatados. El que los divisó fue un muchacho, Jeferson, de 16 años, que a la hora en que Larry hace su relato, nueve días después de lo sucedido, está volviendo del mar, de recoger una mala pesca que apenas le deja 75 córdobas.

TRES VIDAS

José Miguel Suazo, de 27 años, sigue callado oyendo a Larry que ha contado su historia varias veces desde que salió del mar. La historia de Suazo la sabe mejor su papá, don René Suazo, un hombre de 68 años que nunca ha ido a pescar.

Dice que su hijo ha sido agricultor y que esta es la primera vez que iba a pescar. También dice que esta es la tercera vez que su hijo se salva de la muerte. Una de las veces tuvieron que sacarlo en andas de la huerta. Iba inconsciente, casi muerto. Juan Miguel sigue callado oyendo. Una niña de pelo chele se le sienta en las piernas.

“El mar es un ser vivo que le gusta el respeto, la formalidad, nada de malas palabras”, dice Suazo un hombre delgado, el único que usa sombrero en medio de la docena que hay ahí rodeando a los marinos lastimados. Viste con la formalidad de quien va a una celebración solemne. Dice que vino a Corinto para asistir a un culto en acción de gracias a los cuatro que fueron rescatados.

Reportajes peligros pescadores archivo

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COMENTARIOS

  1. salvepescadores
    Hace 11 años

    Es una gran historia, ejemplo de la lucha diaria que tienen que librar nuestros pescadores en el pacifico…las fotos del reportaje son magnificas pero la pie de foto son redundantes y hacen perder contenido al mismo.

  2. Mauricio Davila Wills
    Hace 11 años

    La gente no quiere entender. Las fuerzas y fenomenos fisicos estan cambiando sobre la faz de la tierra debido a su calentamiento global mismo. Hay un dicho que dice “hoy ya no es como antes”, o “nosotros los de aquel entonces ya no somos los mismos”. Todo cambia y se altera con el galopar de los tiempos, nada permanece en inercia a como lo vimos la ultima vez, siempre hay una variante, quizas diminuta, pero la hay. Hoy, hasta los camiones se vuelcan con los vientos, hay condiciones diferentes.

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