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Gravedad

La nueva película del mexicano Alfonso Cuarón, Gravedad, aparece de la nada para revivir el 3D y la experiencia misma de ver una película en la sala de cine. Solo la pantalla grande puede hacerle justicia a su majestuosa visión de la vida y la muerte en el espacio exterior.

Por Juan Carlos Ampié

La nueva película del mexicano Alfonso Cuarón, Gravedad, aparece de la nada para revivir el 3D y la experiencia misma de ver una película en la sala de cine. Solo la pantalla grande puede hacerle justicia a su majestuosa visión de la vida y la muerte en el espacio exterior.

La inmensidad del universo y la pequeñez del hombre se hacen patentes con la primera imagen. Una vista del planeta Tierra poco a poco se concentra en una nave que flota en su órbita. Un equipo de astronautas efectúa reparaciones en el telescopio Hubble. Matt Kowalski (George Clooney) es un veterano en su última misión espacial. La doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) es una novata a punto de pasar una prueba de fuego. La detonación de un viejo satélite soviético ha creado una reacción en cadena que manda una lluvia de escombros en su dirección.

Tuve la oportunidad de ver dos proyecciones antes de escribir esta reseña, una en 3D y la otra en el tradicional 2D. El 3D crea una experiencia más inmersiva y contribuye a la atmósfera que Cuarón construye. El espacio nos es familiar por tantas exposiciones en el cine y la TV; pero la tecnología estereoscópica nos acerca más a la ausencia de gravedad, elemento práctico y simbólico en el filme. Trataré de no arruinarle las sorpresas, pero quizá quiera seguir leyendo después de ver la película…

Gravedad supone un adelanto técnico que reta incluso el lenguaje que tenemos para describir el cine. Tome nota de la larga toma inicial. Casi todo lo que vemos es generado por computadora y eso permite que la cámara (virtual) ejecute movimientos de una plasticidad insospechada. Flotamos a la par de los astronautas, pero en un momento nos metemos en la escafandra de su traje espacial y adoptamos su punto de vista, para salirnos de él poco después. Todo sin cortes.

El efecto es pertubador y potencia el carácter omnisciente del espectador. Esto va de la mano con la dimensión espiritual del filme. Y es solo una de múltiples secuencias asombrosas. El apremio práctico de sobrevivir va de la mano con el imperativo de examinar la actitud que se tiene ante la vida. No es casualidad que las personalidades de Kowalski y Stone sean tan opuestas. La tragedia que ella abriga en su corazón le impide vivir a plenitud. La trama se revela como una suerte de terapia extrema.

Cuarón se ha convertido en astuto predicador inspiracional. No teme rayar en lo obvio, eso quedó claro cuando Clive Owen llegó a un barco llamado “Esperanza” en Children of Men (2006). La imperiosa necesidad de darle un discurso accesible y positivo a Gravedad impone trucos narrativos tan viejos, que contrastan con su revolucionario e imaginativo dominio del lenguaje audiovisual. Cuarón es un populista cinéfilo, atento a las demandas del público masivo. Lo reconocible y familiar es más apetecido que lo extraño e incierto.

La película es superior en sus momentos de horror primario, cuando flotamos sin dirección, sin norte o sur, cielo o suelo. Abundan detalles brillantes e imágenes evocativas, como el astronauta que tras despojarse de su traje flota desvanecido en posición fetal, en un claro guiño a “2001: Odisea del Espacio” (Stanley Kubrick, 1968).

Bullock responde físicamente a las demandas de actuar en el plano virtual. Clooney y ella actúan en el vacío, y buena parte del filme es un dramático soliloquio. Denle a la mujer su segundo Óscar, por favor. Gravedad es una de las mejores películas del año. Hágase un favor y véala en el cine.

Sección Domingo Alfonso Cuarón Gravedad archivo

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COMENTARIOS

  1. Pinolero por gracia de Dios
    Hace 11 años

    Para los que temen a las alturas deben de prepararse, los efectos son simplemente excelentes, en varias ocasiones tuve la sensación de estar flotando junto a los astronautas. ¡¡¡Se las Recomiendo!!!

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