A la sombra de un chilamate en Plaza La Fe trabajadores de la Empresa Nacional de Transmisión Eléctrica (Enatrel) arman las espirales que forman las copas de los extravagantes árboles metálicos. Otros perforan láminas para colocar una por una centenares de bujías que revisten la armazón. Mientras, el sol y el viento van secando la pintura amarilla de los árboles de hierro que están acostados. Son al menos nueve, pero quedan muchos más por hacer. Hay de 28 y 21 metros, según comentan los afanados trabajadores.
Pasadas las cuatro de la tarde una rastra avanza con lentitud por Carretera Norte, escoltada por policías, camionetas y una grúa. La caravana se detiene constantemente porque a la enorme estructura se le dificulta el paso, los brazos de estos árboles abarcan más de dos carriles. Una cuadrilla de trabajadores de la Alcaldía de Managua salva la situación. Con machetes y motosierra cortan los estorbos del camino: todo árbol natural que se interponga en el paso del “árbol de la vida”, muere. Varios caen en el camino para que él llegue hasta la rotonda de la Fuerza Aérea, donde sería colocado por unos soldadores subcontratados por Enatrel.
Este fue el segundo “árbol de la vida” —bautizados así por la primera dama Rosario Murillo—, colocado en una rotonda. A mediodía de ayer ya estaba instalado el de la Rotonda El Periodista. Aún quedan los de las rotondas El Güegüense, Rigoberto López Pérez, La Virgen, Cristo Rey, Jean Paul Genie y Tiscapa.
Estos, más los 22 que se han colocado ya (ocho en Plaza La Fe y 14 en la avenida Bolívar y Rotonda Hugo Chávez), se suman a la nueva y psicodélica decoración de la capital que sustituye los enormes cubos y los árboles de la Navidad eterna, por estas armazones amarillas que se alimentan de energía eléctrica.
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