El secretario general de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) y obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, monseñor Silvio José Báez Ortega, informó que los obispos aceptaron la invitación para comparecer ante la comisión parlamentaria de reforma constitucional y exponer sus puntos de vista al respecto. Sin embargo, los obispos solicitaron que su comparecencia no sea este jueves 14 de noviembre, fecha para la cual se les invitó oficialmente, sino hasta el 20 o 21 de este mismo mes, después de la reunión de la Conferencia Episcopal en la que fijará su posición ante los cambios constitucionales que se están fraguando.
En realidad, la reforma constitucional orteguista contiene aspectos muy delicados y sensibles para la Iglesia católica, que ameritan una reflexión muy cuidadosa de los señores obispos. Tal es, por ejemplo, el caso de los valores religiosos, que el régimen orteguista pretende subvertir mediante la oficialización y constitucionalización del culto a la denominada “madre Tierra”, que es ajeno a la historia, la cultura, la tradición, la idiosincrasia y las creencias religiosas de los nicaragüenses.
Según se dice en la exposición de motivos de la reforma constitucional de Daniel Ortega, con esta se pretende institucionalizar un modelo de Estado y de gobierno inspirado en valores cristianos. Pero en realidad lo que se quiere es constitucionalizar un tipo de gobierno y Estado de índole totalitaria, que como todos los totalitarismos pretende ser también una doctrina y una religión política. Persigue desvirtuar los valores cristianos, vaciarlos de contenido y mezclarlos con concepciones paganas y retrógradas, como es la divinización de la llamada madre Tierra y la oficialización de su culto religioso. Para lo cual se cambia el artículo 60 de la Constitución, a fin de establecer que la Tierra, a la que se personifica y deifica, es la nueva gran madre de los nicaragüenses que —como la Virgen María, patrona de Nicaragua— debe ser venerada incluso por medio de un absurdo mandato constitucional.
Se sabe que un elemento estratégico de primera importancia para el “socialismo del siglo XXI —la nueva versión del socialismo totalitario del siglo XX—, es el reconocimiento de que la religión no puede ser erradicada de la conciencia de las personas y los pueblos, como lo demostraron las experiencias de los viejos Estados comunistas. De modo que ahora se reconoce la importancia cultural de la religión, pero se manipula para convertirla en instrumento ideológico del socialismo del siglo XXI.
El investigador boliviano Jorge Eduardo Velarde Rosso, advierte en un excelente ensayo titulado “Iglesia-religión-Estado en el gobierno de Evo Morales”, que “gracias al aporte judeo-cristiano el mundo occidental ha logrado desmitificar la naturaleza quitándole toda característica divina y/o personal. Eso ha permitido su estudio y utilización provechosa, revelando muchísimas potencialidades escondidas Pero el planteamiento de Morales (que es el mismo de Daniel Ortega) es distinto, pues no plantea tanto una racionalización del uso, sino una irracionalización de la relación con la naturaleza”.
Ese es el contenido de la religión política del nuevo totalitarismo que se pretende imponer en Nicaragua, los países del Alba y toda la América Latina. Piensan que así podrán sustituir o al menos marginar la religión cristiana.
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