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“Uno tiene que aprender que la vida depende solo de uno mismo”, comenta Walter Baca. LA PRENSA/D.NIVIA

Guerrero de una pierna

Arriba de un andamio remendado con tablas se suele ver a Walter Baca soldando perlines o acomodando láminas de zinc. Ahí a casi tres metros de altura dirige la construcción de una casa en el barrio Riguero de Managua.

Por Róger Almanza G.

Arriba de un andamio remendado con tablas se suele ver a Walter Baca soldando perlines o acomodando láminas de zinc. Ahí a casi tres metros de altura dirige la construcción de una casa en el barrio Riguero de Managua.

Quien pasa se detiene por un momento y a veces, con incredulidad se acerca a confirmar que a Walter le hace falta una pierna, y aún así se mantiene firme como cualquier otro de los dos constructores que le apoyan en la obra. Sin cuerdas que lo sujeten y sobre todo sin pedir concesiones que le hagan trabajar menos que los demás.

Tiene una impresionante agilidad para subir y bajar los andamios, para entrar bajo gaveteros e instalar las tuberías de un lavandero o para jalar una escalera de un lado a otro mientras sube y baja cuando instala cables de electricidad en una casa o bien repara o pone el cielo raso.

En todas estas tareas don Walter no siente lo imposible y cuando siente que el esfuerzo le genera dolor, no es algo que lo detenga. “ A veces creo que uno se acostumbra al dolor porque es parte de la vida, y el dolor no puede detener a nadie”, comenta Walter mientras suelda perlines que después montará en el marco del techo de la casa que construye.

Aprendió la profesión desde niño, cuando a los 12 años empezó como ayudante de construcción, pasando ladrillos, clavos y madera.

“Aprendí bien y todo lo que se debe aprender en esta profesión”, dice Walter, quien después de 1990 empezó a ser su propio jefe y a conseguir sus propios contratos.

Hernán Cano tiene cinco años de conocerlo y trabaja con él desde hace unos meses cuando comenzaron la construcción en el Riguero. “Para muchos de nosotros es un gran ejemplo, sobre todo para los que estamos completos, con nuestros brazos y nuestras piernas y aún así muchos no trabajan”, comenta Hernán.

Tanto Hernán como Denis Juárez, otro constructor en la obra, conocen a Walter desde antes que perdiera su pierna, y ambos coinciden que el Walter de ahora es un hombre con más optimismo.

Con medio siglo encima Walter siente ahora que su vida realmente comenzó cuando los médicos le dijeron que no había otra opción que cortar su pierna.

“Al inicio es terrible, el dolor es insoportable pero es peor esa idea de que ya no serás útil, que ya tu vida se terminó”, reflexiona Walter.

Pero cuatro años después, el hombre constructor sin una pierna no para de trabajar y si bien necesita de su silla de ruedas para trasladarse, no se siente atado a ella.

Una herida y la noticia

Era marzo del 2008 y Walter trabajaba en una construcción. Como en todo proyecto, hay hierro, madera y clavos tirados por todo el suelo. Uno de esos clavos se enterró en el pie de Walter. “El dolor fue normal, solo lo saqué y listo, continué trabajando”, recuerda.

Días después, sentado en un sillón con los pies hacia arriba, miraba televisión en la sala de su casa, junto a una sobrina. “La niña me quedó viendo la planta del pie y me dijo que tenía un hoyo”, recuerda. Literalmente se trataba de un pequeño hueco en su pie.

En ese momento no hubo temor, quizá solo se trataba de una pequeña infección, creyó, pero en el hospital, después de los exámenes médicos los resultados empezaron a preocuparlo.

—¿Usted no sabía que es diabético? —le preguntó el doctor.

“Jamás me había dado nada, no me había enfermado, nunca me hice un examen para saberlo. Pero sí, ahí estaba el doctor informándome que padecía de diabetes y lo peor es que no le puse la importancia que debía”, comenta don Walter.

Después de la limpieza y tratamiento médico, empezaron las fiebres y el dolor. Bastó una semana para que la infección fuera total y los médicos empezaran a cortar los dedos del pie de Walter.

“No había otra opción según ellos. Era como una tortura y el dolor cada vez era más fuerte, así que me cortaron los dedos para detener la infección”, cuenta.

Ya para el mes de julio Walter volvía al trabajo, pero para marzo del 2009 su pie empezaba a doler tan fuerte como hacía un año.

“Es que no me imaginaba sin trabajar, quizá debía tomar más descanso, más reposo, pero el que trabaja se siente útil”, comenta.

Después de lavados quirúrgicos y medicamentos, le cortan el pie y en abril el médico le informa que tendrán que cortarle la pierna.

“Me llevaban de pedazo en pedazo… Me deprimí y mucho. El doctor me dijo que una pierna no era mi vida, pero una pierna significaba mucho para mi trabajo”, dice Walter.

Se trata de un hombre prácticamente solo, desde hace 13 años no tiene una pareja y en su casa él se encarga de todo lo suyo. La comida, su ropa, la limpieza.

A su única hija casi no la ve, y aunque tuvo seis hijos de crianza tampoco, según cuenta, están pendientes de él.

Después de cada jornada, Walter pasa cada tarde por la casa de su mamá, una señora que lucha por vencer el cáncer. Viven a tan solo unas cuantas casas de distancia, y al menos esa cercanía anima a Walter a no sentirse tan solo, sobre todo cuando aparecen algunos de sus cinco hermanos.

El sueño

Ya estaba en su casa, no quería ver a nadie y casi no comía. “Una de esas noches soñé que el diablo me decía que me cortaría la otra pierna y yo huía en mi silla de ruedas a través de un laberinto, le gritaba que no me llevaría y que me quedaba con mi pierna. Al despertar solo me bastó reflexionar el sueño y como una bendición me llegó la tranquilidad y la resignación y entendí que por no tener una pierna no estaba inservible.

Por la mañana Walter tenía otra actitud. “Me integré casi por un año a estudios de teología y claro que me sirvió, cuando regresé a trabajar el tener una sola pierna no me detuvo y creo que lo he demostrado desde entonces… Se me hace un poco incómodo pero nunca difícil. Menos imposible”, asegura Walter.

“He aprendido que la vida es difícil pero es uno el que la hace más difícil de lo que parece y nunca voy a permitir que mis limitaciones me detengan y eviten que progrese en mi vida”. Walter Omar Baca Varela. El constructor de una pierna.

Sección Domingo Guerrero pierna archivo

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COMENTARIOS

  1. Jimmy Lacayo
    Hace 10 años

    Increible lo del señor Walter Baca de verdad una admiracion y un buen lider al quien se puede seguir espero que el señor lo siga bendiciendo para q don walter siga demostrando que lo ultimo q se pierde es la esperanza y que el cielo es el limite y aunque este solo el señor siempre lo acompañara EXITOSSSS Don Walter Baca

  2. Denso
    Hace 10 años

    Woow!Un gran ejemplo para esos que dicen que “esta dura la calle”

  3. Francisco F. Valles
    Hace 10 años

    Un ejemplo a seguir. Dios lo bendiga

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