14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Ana Salgado, terapeuta sexual y de parejas.

¿Cómo tomar una decisión?

Nuestra vida es una cadena de decisiones. Tomamos decisiones todo el tiempo, todos los días. Desde que me despierto, decido entre la opción de levantarme o la opción de quedarme durmiendo un poco más. Incluso si pienso que “tengo que” levantarme, la opción de no hacerlo existe (y hay muchos que deciden quedarse dormidos, a pesar de “tener que” ser diferente). En este sentido, incluso no decidir se convierte en una decisión.

Ana Salgado

Terapeuta sexual y de parejas

Nuestra vida es una cadena de decisiones. Tomamos decisiones todo el tiempo, todos los días. Desde que me despierto, decido entre la opción de levantarme o la opción de quedarme durmiendo un poco más. Incluso si pienso que “tengo que” levantarme, la opción de no hacerlo existe (y hay muchos que deciden quedarse dormidos, a pesar de “tener que” ser diferente). En este sentido, incluso no decidir se convierte en una decisión.

Todas las decisiones que tomamos, grandes o pequeñas, tienen consecuencias. Con las decisiones que tomo y sus consecuencias, moldeo mi vida. La vida que tengo actualmente, con lo bueno y lo malo, es el resultado de las decisiones que yo he tomado. Si mi vida no me gusta, debo preguntarme: ¿qué he hecho yo para que esto sea diferente?

Sin embargo, demasiadas personas tienen dificultades para tomar decisiones producto de tres razones principales:

1. No tengo una meta: necesito tener metas para poder decidir. Si yo no sé para dónde voy, da igual en qué dirección camine. La meta me da un marco de referencia.

2. Lo quiero todo: no quiero perder nada. Con el ejemplo anterior, no puedo quedarme acostado y levantarme al mismo tiempo. Y tengo que estar dispuesto a perder algo en el proceso de decidir. Si decido quedarme dormido, puedo perder tiempo, llegar tarde al trabajo/clases, perder una oportunidad, ser castigado. Si me levanto, pierdo la comodidad de mi cama en la mañana, el disfrute de seguir durmiendo temprano en la mañana. ¿Cuál de las dos estoy dispuesta a perder y qué gano con cada una? Es aquí donde entran en juego las metas.

Si yo tengo una meta, me acuerdo de mi meta en la mañana, luego, durante el día reviso si las decisiones que estoy tomando a cada instante me están alejando o acercando a mi meta. En la noche, reviso si avancé hacia mi meta o no. Si avance, bien. Si no o si retrocedí, entonces es un día de mi vida desperdiciado.

Tomando nuevamente el ejemplo, si mi meta es ser un buen trabajador, lo primero es llegar a tiempo al trabajo. Seguir durmiendo me aleja de esta meta y levantarme me acerca. Entonces la decisión es levantarme, si quiero ser coherente con lo que digo que quiero.

3. No quiero responsabilizarme o comprometerme con mis decisiones, y mucho menos de las consecuencias de esas decisiones. De estas no puedo echarle la culpa a nadie (aunque lo hacemos). Volviendo al ejemplo, si tomé la decisión de quedarme durmiendo y luego voy tarde a una reunión, sería incorrecto o irresponsable decir “me agarró la tarde” como que la tarde fuera esta fuerza incontrolable que nos dejó sin otra opción que llegar tarde, cuando es solo una consecuencia de nuestras acciones.

Este es un ejemplo pequeño en el que nos cuesta responsabilizarnos, pero esta tendencia se nota más cuando se trata de decisiones que tienen consecuencias que no tienen vuelta atrás y que pueden marcar nuestra vida para siempre.

Nosotras parejas sexualidad archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí