Luis Sánchez Sancho
A Jesús de Nazareth, cuyo nacimiento se celebra con las fiestas anuales de Navidad, lo vinculan algunos estudiosos de las religiones y la mitología con ciertos dioses mitológicos de la antigüedad: Helios, Apolo y Dionisios, de la mitología griega; Horus, de la mitología egipcia; Mitra, de la mitología persa; y Huitzilopochtli, de la mitología azteca.
Se asocia a Jesús con Helios y Apolo, porque la fecha que estableció la Iglesia católica para celebrar la Navidad, o sea el nacimiento de Jesús, es la misma durante la cual los antiguos romanos paganos celebraban la fiesta por el nacimiento del Sol Invicto, como llamaban tanto a Helios como a Apolo. Pero según otros historiadores también era el tiempo de las Saturnales romanas, o sea las fiestas que se celebraban en honor de Saturno, el dios del tiempo, al que honraban para que les prodigara buenas cosechas después que habían concluido las labores de preparación de la tierra y siembra de las semillas.
Según el mitólogo español José Antonio Pérez-Rioja, Helios, quien a menudo es identificado con Apolo, “es el Sol en su aspecto puramente astronómico, en tanto que Apolo lo es en su significación espiritual”. Explica el autor español en su Diccionario de Mitos y Símbolos, que “en las antiguas tradiciones griegas, Helios preside las estaciones del año, la vegetación y la fecundidad de la tierra”. Mientras que de Apolo dice Pérez-Rioja que se trata de un personaje mítico sumamente complejo. Es al mismo tiempo “personificación del sol y divinidad de la luz, de la música, la poesía y la elocuencia”. Y la supuesta similitud de Apolo con Jesús consiste en que igualmente fue enviado por su padre a la Tierra. Pero Apolo fue enviado a vivir entre los mortales como castigo, mientras que Jesús vino a cumplir una misión redentora de la humanidad.
A Dionisio —a quien los romanos rendían culto con el nombre de Baco— se le identifica con Jesús quizás porque era hijo de Zeus (el dios supremo del Olimpo), además creó una nueva religión que difundió por el mundo y, después de protagonizar muchas peripecias en la Tierra, fue elevado al cielo por su padre y lo colocó en el sitio que hasta entonces ocupaba Hestia, la diosa del hogar.
Por su parte, Mitra era para los antiguos persas el dios creador de la luz y representaba al Sol en su característica luminosa, que para ellos significaba la sabiduría. Por lo tanto a Mitra se le tenía como creador de todas las ciencias y las artes del mundo terrenal.
En cuanto al dios egipcio Horus, a quien los griegos identificaban con Apolo, fue según la leyenda el último de los dioses que reinaron en Egipto. Después reinaron los faraones, que pretendían ser dioses pero en realidad eran personas de carne y hueso como todos los demás.
Sin embargo, a Horus se le asocia con Jesús, fundamento de la religión cristiana, no solo porque los griegos lo identificaban con Apolo sino por otras características. Por ejemplo, según la leyenda Horus fue concebido por su madre, Isis, por una gracia divina y no debido a una relación sexual con su esposo, Osiris, quien carecía de pene cuando Horus fue concebido. Ya adulto y después de recuperar el trono que le había sido arrebatado a su padre, Horus muere en la lucha por el poder, pero su madre lo resucita, le concede la inmortalidad y le enseña las artes de la adivinación y la medicina.
Finalmente, en lo que se refiere al dios azteca Huitzilopochtli, los estudiosos argentinos Héctor V. Morel y José Dalí Moral explican que era el dios “de la guerra, la atmósfera y la tormenta, pero ante todo era el Sol”. Se asocia a Huitzilopochtli con Jesús de Nazareth porque según la leyenda fue concebido por Coatlicue, su madre, no de relación con varón alguno sino por un fenómeno divino: ella recogió unas hermosas plumas que flotaban en el aire, las guardó en su seno y con su calor las plumas se licuaron. En ese mismo instante ella quedó embarazada.