Jeniffer Castillo Bermúdez
Jonathan Alejandro Pineda Medina
“Hay que trabajar en conjunto”
Hoy no es maestro. No está planificando ninguna lección para sus estudiantes y tampoco tiene que corregir exámenes o trabajos porque está de vacaciones. Jonathan Alejandro Pineda Medina, después de 17 años, volvió a ser estudiante. Su regreso llamó la atención de los medios de comunicación porque él sacó cien puntos en el examen de admisión que aplica la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) para distribuir sus cupos.
Hace una semana aún estaba tenso. Tenía que resolver la prueba “a la que todos temen” porque es de Matemática. Pero hoy, cuenta cómo si un alumno estudia, por lo menos, media hora cada día “las matemáticas se vuelven fáciles”. A tal punto de “pegar” cien en una prueba y situarse como un alumno excelente.
Cuando Jonathan era estudiante, en los años noventa, el colegio público Gaspar García Laviana (Managua), de donde egresó en 1997, no tenía textos suficientes, los maestros no profundizaban en los temas y su escuela tenía problemas de infraestructura. “Nada distinto a lo que hoy pasa”, reconoce.
EL TRÍPODE DE LA EDUCACIÓN
Él fue un alumno destacado que al llegar a casa, en vez de tirar la mochila y salir a jugar con los amigos de la cuadra, “mi mamá me daba almuerzo y como desde la 1:30 hasta las 3:00 o 3:30 de la tarde yo hacía mis tareas y si tenía algún sistemático estudiaba para ese sistemático y media hora yo la dedicaba a las Matemáticas. Volvía a hacer los ejemplos que presentaba el profesor en la clase y si no me daba el resultado lo intentaba hasta que me diera”, cuenta.
Él está claro de que la “buena educación” —entre otros factores— depende de tres condiciones fundamentales: el alumno, el maestro y el padre de familia. “Yo le llamo el trípode de la educación”, dice el bachiller de 33 años, menudo, de sonrisa tímida y cabello oscuro que, cuando menos lo espera, se olvida que debe hablar como estudiante y asume su papel de maestro de Matemáticas.
TODO ES UN CONJUNTO
“Hay que trabajar en conjunto: la escuela por el lado del docente, el estudiante mismo por la aplicación que demuestre él a los estudios y la familia tiene que ver bastante porque si un muchacho tiene problemas en la casa entonces él no llega con la mente puesta en los estudios”, dice el profesor que trabaja en un colegio privado de Managua y atiende a 30 alumnos de quinto año.
Para él, la entrega y compromiso del estudiante define mucho.
Eso le permitió —pese a la pobreza de su familia y a la ausencia de una figura paterna que luego llenó con su hermano mayor— “mejorar mis notas en Matemáticas. Cuando yo estaba en segundo año (de secundaria) empecé a ver los casos de factorización. Son difíciles y me saqué 60 puntos, me acuerdo. Después de eso yo quise mejorar y me empeñé en entenderlos. Una de mis hermanas mayores me regaló su (texto de Álgebra) Baldor, no tenía pasta, las hojas estaban amarillas y algunas sueltas, pero así aprendí”, recuerda mientras sonríe con orgullo.
SU SEGUNDO EXAMEN
Esta es la segunda vez que Jonathan resuelve un examen en la UNI. La primera vez fue en 1997, cuando egresó de quinto año. Al año siguiente entró a Ingeniería Civil, pero dos años más tarde la pobreza lo obligó a abandonar el aula y buscar trabajo. Así fue como dio con el magisterio.
203 bachilleres, de 2,600, aprobaron la prueba de Matemática básica que aplica la UNI para distribuir cada año sus 1,500 cupos.
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De esa cantidad, apenas 800 millones serán destinados para el mejoramiento de las condiciones escolares.
La Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (Clade) insiste en la necesidad de que los países destinen, por lo menos, el siete por ciento del PIB en educación para elevar la calidad de los maestros, mejorar las escuelas y asegurar textos. Sin embargo, Nicaragua invierte cada vez menos.
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“Empecé como profesor de Educación Física (…) Después la directora se dio cuenta que yo había estudiado algo de Ingeniería Civil y que sabía de Matemáticas, ella necesitaba a un maestro de Matemáticas, me probó y empecé a dar Matemáticas en primaria. Ya el año pasado di Matemáticas en quinto año”, dice.
FALTA INTERÉS DE PADRES
“Ahora no hay interés del padre de velar por la educación de su hijo ni del hijo por estudiar (…) Cuando yo llamo a reunión de padres de familia, si llegan diez de los treinta padres yo lo considero exitoso y por otro lado, tenemos que a los estudiantes no cumplen con las tareas. Yo tuve que calificar las tareas porque los alumnos no las hacían, menos de diez cumplían, ahora que son calificadas casi todos las hacen”, lamenta el profesor.
Las vacaciones de Jonathan terminan en febrero, ese mes empezará a estudiar la carrera y volverá a su aula de clases. Mientras su mamá lo ayuda, ahora como abuela, a cuidar a su hija de 2 años. Él no solo presume de ser buen alumno, sino también “de tener a una mamá que todo el tiempo me ayudó y me apoyó. Me dio mi espacio para estudiar y siempre estuvo ahí, conmigo”.
Luis Eduardo Martínez
Abner Emmanuel Ruiz Obando
“Educación debe ser más estricta”
Siempre estuvo entre la excelencia académica de los centros donde estudió, pero después de estudiar en un centro escolar público, adaptarse a las normativas de un instituto subvencionado, donde coronó el bachillerato, fue un tanto difícil para Abner Emmanuel Ruiz Obando.
Él es uno de los bachilleres que obtuvieron cien puntos en el reciente examen de admisión de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
Ruiz Obando, quien vive en el barrio Santa Lucía, de Ciudad Darío, Matagalpa, estima que el sistema educativo nacional debe ser más estricto con los alumnos para lograr mejorías en el rendimiento académico.
“La mayoría de estudiantes del sistema público como que tiene más libertad para no entrar a las clases y en el colegio donde yo estudiaba, si no entraba a clases a la dirección íbamos, entonces son más estrictos y el estudiante se esfuerza más”, sostiene el bachiller, de 17 años.
TODOS DEBEN VELAR POR LA CALIDAD
En eso coincide con su padre, el médico de origen chontaleño, Manuel Antonio Ruiz López, quien apunta que tanto los educadores como el Gobierno y los padres de familia “tienen que poner más de su parte para que los estudiantes sean de mejor calidad”.
“Lo ideal sería eso, todos los estudiantes fueran buenos, elevaríamos el nivel de educación y tendríamos profesionales con excelentes metas para ayudar a este país”, dice Ruiz López.
Mientras que el joven bachiller agrega que el sistema educativo debe profundizar en temas más complejos que son vistos a grandes rasgos en la educación diversificada.
“Por ejemplo, en el examen de admisión (de la UNI) hay varios temas: lo que son las funciones se miran pero solo las gráficas y cosas sencillas, pero no se miran operaciones con funciones. Igual en geometría analítica, en el sistema del Mined (Ministerio de Educación) solo piden con vértice en el origen, que es un vértice cero-cero (0-0). Mientras que en (el examen de admisión de) la UNI lo piden en cualquier punto, que es un vértice hache-ka (h-k)”, menciona Ruiz Obando.
ESTUDIANTE COMPROMETIDO
Haber estudiado para las Olimpíadas de Matemáticas y el certamen de mejor alumno del país permitió que Ruiz Obando profundizara en esos temas y “gracias a Dios el profesor que me daba clases los abordó y logré captarlos bien”.
Nacido el 24 de noviembre de 1996, Ruiz Obando cursó los últimos tres años de secundaria en el Instituto Franciscano Rubén Darío, un centro subvencionado que actualmente dirige el sacerdote de la Orden Franciscana Menor, fray Ignacio Urbina.
“Ahí la educación es muy buena porque además de recibir una formación cristiana católica, también los maestros son bien estrictos: si no entregábamos los trabajos en la fecha que era, ya ellos no lo recibían”, cuenta Ruiz Obando.
MAESTROS RESPONSABLES
De sus maestros señala que “llegaban puntuales a impartir las clases, dejaban trabajos, aplicaban las pruebas y también íbamos a laboratorio, que eso es importante, llevar la teoría a la práctica”. Ruiz Obando es hijo de los médicos Manuel Antonio Ruiz López y Ana Raquel Obando Tórrez. “Ella fue la mejor alumna de nuestra graduación como médicos”, dice el esposo.
Desde el preescolar, Ruiz Obando estuvo en la excelencia académica. Los mismos pasos lleva su hermano menor René Imanol, quien el año pasado terminó la primaria figurando en el cuadro de honor académico.
“No somos coercitivos (como padres), ellos tienen sus libertades como cualquier otra persona, pero es la manera cómo ellos se han desarrollado en el ambiente familiar y han sido muy disciplinados”, dice el padre.
SUS PADRES SIEMPRE LO APOYARON
Según el médico, a Abner Emmanuel lo “hemos sabido conducir y él es un estudiante bien dedicado con unas metas espectaculares”.
Ruiz Obando aplicó a la carrera de Ingeniería Mecánica en la UNI porque considera que “es un campo multidisciplinario, se puede trabajar en diferentes industrias y en la mayor parte de la tecnología de la industria”.
Además tiene un mensaje para los jóvenes estudiantes: “Que se encomienden a Dios para realizar sus estudios y se dediquen a leer el tiempo necesario”.
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