Marta Leonor González
El pintor español Félix de la Concha está en Nicaragua para retratar a 14 personajes del mundo de la cultura.
Este jueves 6 de febrero estará en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (INCH), a las 6:30 p.m., en un retrato-entrevista. Mientras dialoga con Carlos Tünnermann Bernheim sobre Rubén Darío, arte, literatura y su vida, de la Concha pintará la esencia de este maestro.
El artista programa encuentros con Ernesto Cardenal, Claribel Alegría, Gioconda Belli, Alejandro Serrano Caldera, María Dolores Torres, y otros que estarán en las tertulias del X Festival Internacional de Poesía de Granada, del 16 al 22 de febrero en Granada.
Una especie de performance que ha compartido con ilustres de las letras y la pintura en Hispanoamérica, Leonardo Padura, Sergio Volpi, Benjamín Prado y Félix Grande (fallecido la semana pasada), son algunos de una lista que se extiende a los retratos y testimonios de los supervivientes del Holocausto.
De la Concha, de 52 años, vive y trabaja en Iowa City y en Madrid. Es su primera vez en Managua, y expone con su mismo retrato cómo y por qué pinta de esta manera espontánea, cuando es alcanzado por la luz de cada diálogo.
Entre sus exposiciones más aclamadas están la muestra de las 365 vistas que hizo a la Cathedral de Pittsburgh en un año y a Public Portraits/Private Conversations por encargo del Hood Museum of Art en Nuevo Hampshire, que aborda 51 retratos con conversaciones sobre el tema de conflicto y reconciliación.
¿Cuál es el origen de pintar mientras entrevistas?
Siempre me ha gustado pintar al natural, para mí es importante estar en el sitio y tener esa experiencia directa. No me gusta pintar a través de la fotografía, me interesa esa captación directa, sin ese filtro que tenemos de la realidad y que lo vemos en las fotos.
¿Cómo pintas a la gente que conoces?
Pinto el alrededor, mi vida cotidiana, lo que tengo de experiencia donde vivo y salgo a la calle. Empecé una cadena de conversaciones, gente que conocía y me posaba, luego les pedía a ellos que llamaran a otra persona, pero que no le conocía.
¿Cómo captas en la pintura lo que te cuentan? ¿Cómo puede volcarse en el retrato?
Se me ocurrió reproducir la conversación, grabarla y que fuera también parte de ese retrato. Que la voz estuviera acompañada de ese momento. Cuando lo hago, el tiempo me interesa y su representación. Y cuando pinto lo hago de una manera muy libre, porque la luz cambia y cada día es diferente.
En los retratos es captar a la persona y su experiencia, su vida, lo que dice, lo que piensa, esa historia que lleva. Así inicié con retratos en Madrid donde llamaba gente de la cultura y les planteaba cual era la aproximación que ellos tenían hacia la pintura. Quería saber qué cercanía tenía un pintor o un escritor con la pintura, y una persona del mundo del cine, un historiador del arte.
Del 2005 al 2008 en Madrid retrataste a más de 100 personas en el mundo de la cultura. ¿Qué reflexiones te dejó esta primera muestra de grandes autores españoles?
Esos cuadros reflejaban ese proceso y bueno era interesante, porque ellos opinaban sobre ese acercamiento a la pintura donde algunos me decían que la pintura había muerto. Y bueno yo les decía: “Pero yo estoy aquí pintando” (risas, risas, risas). Era gente muy crítica que se planteaba la validez de la pintura, y las muchas formas de plantear la realidad, como se ha hecho con la fotografía o el vídeo.
SILENCIO EN LA PINTURA
Antonio Gamoneda en la entrevista te dijo que “la poesía tiene un valor tan importante como la música”, y que “al hablar del valor del silencio en la poesía hay que crear un espacio silencioso dentro de la poesía”. ¿Cómo creaste ese espacio de silencio entre pintor y retrato?
Claro, es muy buena pregunta. A mí me molesta cuando entro a una exposición y veo que ponen música de fondo a menos que tenga un sentido. Estoy de acuerdo con Gamoneda donde hay que ver al silencio, como en el cuadro que es parte integral y sigue estando ahí, por ejemplo recuerdo cuando retraté a un sobreviviente del Holocausto. Uno de ellos me hablaba de las cosas que vivió en un campo de concentración de Auschwitz, me decía: “Yo no he contado muchas cosas a nadie, ni a mi mujer”, y me decía “no me he atrevido a contárselo a nadie”. Ahí es donde se crea un espacio, que es un silencio, y dentro de la pintura es una nota muy fuerte.
¿Cuándo compartís estas emociones y confecciones construís mejor un retrato?
Sí, claro. Aunque el retrato es una aventura que no sabes por dónde te vas a ir. Igual pasa con la entrevista, que sabes que es una aventura y no sabes por dónde vas a irte y por ahí vas indagando y encontrando a esa persona.
¿Te has encontrado personajes difíciles de retratar?
Hay de todo, por ejemplo para ilustrarlo cuando fui a la Semana Negra en Gijón estuve retratando a varios personajes cada día y el último que entrevisté fue a Antonio Skármeta, y se me puso difícil, a él le gusta mucho el show, lucirse con el público, fue muy travieso, se movía, cambiaba de postura, se quedaba pegado al micrófono y en determinado momento le dije “mirá el micrófono te está tapando la cara” y llegó un ayudante y le apartó el micrófono para que no me molestara, y él otra vez volvió a lo mismo a cambiar de postura. En determinado momento le retraté el micrófono delante de la cara, se lo puse dentro del cuadro, yo también jugué con eso, lo curioso es que, y al pintarle el micrófono, fue una pequeña venganza la que tuve con él.
¿Algunos se han enojado por cómo los pintaste?
Sí, Juan Madrid. Él se me puso muy difícil hablando de la poesía y de ciertas manías que tenía. Los que suelen ser más agradecidos son los que están más relacionados con la pintura. Los pintores saben lo que cuesta un retrato. He tenido problema con alguien que no tiene una cultura de la imagen y ya tienen una idea preconcebida de lo que es un retrato (risas, risas). Hice un proyecto en el Museo Hood de arte con una periodista que quedó muy alterada. Cuando vio el retrato se asustó mucho, no estaba a gusto con la imagen, pero hay gente que no está ni a gusto con las fotografías que les hacen.
En tu entrevista al poeta Juan Carlos Mestre, él hizo referencia al título de un libro de Gamoneda: La sublevación inmóvil. ¿Estás haciendo esta sublevación en tus retratos?
Está bien visto (sonríe) ”… creo que lo has bien visto, así es. Recuerdo esa conversación con Mestre, con los poetas tengo esa cercanía, he vivido 18 años con una poeta.
¿Cómo definís estos retratos en tu camino de pintor?
Las definiciones son peligrosas (risas, risas), los retratos están ahí, y se tiene que ver en el contexto, no es un retrato cortesano, aquí está un poco de esa realidad, de ese momento.
¿Por qué los pintores ya no hacen retratos. Hay que ser bueno con el dibujo, la disciplina, la constancia, será por eso?
El retrato es muy exigente. Está siempre sujeto a críticas, es muy frágil, una sola pincelada puede cambiarte.
¿Haces estudios previos de los personajes que pintas?
No realmente. Pero hay personas muy conocidas a nivel público y las ves en la realidad, eso cambia mucho. También hay una realidad a nivel directo con las personas.
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