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La película de Lego

La franquicia de Transformers y la fallida Battleship le han dado mala fama a las películas inspiradas por juguetes. Menos que filmes, con cínicos ejercicios de mercadeo que trafican sobre la nostalgia de la audiencia para someterlos a pagar por ver un comercial de proporciones monumentales. Esperaba algo similar de La gran aventura de Lego , pero fui agradablemente sorprendido por lo que vi en la pantalla del cine —no tanto por lo que oí—.

Por JuanCarlos Ampié

La franquicia de Transformers y la fallida Battleship le han dado mala fama a las películas inspiradas por juguetes. Menos que filmes, con cínicos ejercicios de mercadeo que trafican sobre la nostalgia de la audiencia para someterlos a pagar por ver un comercial de proporciones monumentales. Esperaba algo similar de La gran aventura de Lego , pero fui agradablemente sorprendido por lo que vi en la pantalla del cine —no tanto por lo que oí—.

Emmet es una figura genérica, viviendo feliz en un mundo construido con legos. La vida que conoce está a punto de cambiar por los designios del Señor Negocio, una especie de empresario-presidente que gobierna este mundo alternativo. Su plan es destruir la posibilidad de cambio, empleando pegamento para mantener inmutables a las piezas de su realidad. Pero la curiosa mitología de esta civilización favorece la capacidad de cambio, y designa a un “elegido” con la misión de detener el plan del empresario. A juzgar por las prédicas del gurú Vitruvius, el manso Emmet está llamado a convertirse en un héroe.

La tecnología digital ha hecho posible esta película, pero sus realizadores infunden una cualidad artesanal en el producto, que recuerda cariñosamente la animación de los pioneros Arthur Rankin y Jules Bass. Demasiadas películas de dibujos animados se mueven a un ritmo acelerado que raya en el déficit atencional. En este caso, tenemos un producto audiovisual cuya energía maniática emula la anarquía de la imaginación infantil en pleno ejercicio de juego. Narrativamente, La gran aventura de Lego alcanza un curioso punto de equilibrio entre arte y comercio. Logra integrar en su universo todo el catálogo de la marca, pero no se rinde totalmente ante el altar del comercio. El guión, embebido en amor por la cultura popular norteamericana, funciona como sátira de los modelos narrativos que prevalecen en la industria del entretenimiento. La trama invoca la superación personal, el culto al liderazgo y la tiranía de lo “inspiracional”; pero al mismo tiempo menoscaba estos dogmas.

No estaba preparado para un giro de trama que eleva la película al plano de la crítica social y cultural. En Estados Unidos mucho se habla de una generación aferrada a los íconos de infancia en plena mediana edad. De ahí viene la abundancia de películas de súper héroes, las ventas millonarias de videojuegos, y sí, películas como esta, vendidas para los niños pero plagadas de referencias adultas. La gran aventura de Lego se atreve a detenerse a reflexionar sobre si eso es sano, y cómo puede afectar a los niños el crecer bajo la tutela de adultos infantilizados. Quizás estos sean problemas del primer mundo, pero pueden resonar en parte de la audiencia.

Una vez más, los distribuidores nos privan de acceder a la película con audio en versión original. Eso no solo socava el sentido del humor basado en referencias intraducibles. También echa a perder el juego autorreferencial basado en conexión de la marca Lego con íconos del cine y el deporte. Los fans de Star Wars habrían apreciado que Anthony Daniels y Billy Dee Williams prestan su propia voz a las piezas de C3PO y Lando Calrissian en sus breves apariciones. El muñequito de Shaquille O'Neil habla con la voz del atleta. Una pérdida más sentida —por lo extendido y decisivo de sus apariciones— es la de las voces de Morgan Freeman como el inspirador Vitruvius, y la de Will Arnett burlándose de la rasposa voz de Christian Bale haciendo de Batman. Supongo que tendré que esperar al DVD para apreciarlos. Amigos distribuidores y dueños de los cines, se perdieron la venta de un boleto extra.

Sección Domingo comercial crítica plena archivo

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