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Sergio Ramírez

La conspiración de leer

La lectura es sensual. Se abre un libro para gozarlo. El primer deber de un libro de ficción es distraer, y aún las lágrimas que se vierten al leer sobre dolores y desventuras son parte de ese mismo gozo. Al tratar de iniciar a alguien en la lectura, lo peor es anteponer entre el lector y el libro algún aburrido propósito pedagógico.

Un libro solo es capaz de enseñar si primero gusta. Sino hace reír, si no conmueve, toda enseñanza, toda filosofía, se volverá inútil, pues nadie llega a la última página de un libro fastidioso; y cuando se abandona la lectura al apenas empezar, es como si ese libro nunca hubiera sido escrito para quien llegó a tenerlo entre sus manos. Veamos al libro como una casa de muchas habitaciones, cada una con un decorado diferente. Uno puede asomarse a esas habitaciones a través de sus múltiples ventanas, o entrar a vivir en ellas.

Al hablar de la enseñanza de la literatura, Jorge Luis Borges cita una frase del doctor Johnson, el sabio británico de las letras que vivió en el siglo XVIII: “La idea de la lectura obligatoria es una idea absurda: tanto valdría de hablar de felicidad obligatoria”.

No hay felicidad obligatoria, pero la lectura depara felicidad; cuando un libro nos atrapa, y llegamos a un punto en que nos sobrecogen el asombro y la admiración, estos sentimientos se transforman en dicha, una dicha inefable. Es un asunto de libertad de escogencia. No podemos sacar gozo del castigo, y un libro impuesto viene a ser un castigo. “Si el relato no los lleva al deseo de saber qué ocurrió después, déjenlo de lado”, agrega el doctor Johnson.

Nadie disfruta de una promesa de aburrimiento. Cuando a un escritor le piden señalar los diez libros que se llevaría consigo a una isla desierta, generalmente empieza por La Odisea , El Quijote , La Biblia , o La Divina Comedia .

Son obras clásicas, y a muchos esa palabra los pone en alerta. Y a los clásicos, por definición se les considera soporíferos. Al contrario. Un clásico es una promesa de dicha que siempre estará allí esperando por nosotros. Siempre tendrá algo nuevo que contarnos o que enseñarnos.

Lo importante es que el candidato a lector al que estamos induciendo entre en la lectura con pies ligeros, sin temor a las cargas, y se convenza de que al enfrentarse a un clásico no se hallará con un libro que se le caerá de las manos, por la cabeza pesada de sueño.

Entonces, la nostalgia por lo leído nos llevará a emprender dos o tres lecturas más de ese libro, y luego muchas otras, porque se nos habrá vuelto infinito, en el sentido de que siempre estará recomenzando, y esas nuevas lecturas llegaremos a hacerlas, ya no en el orden en que están puestos los capítulos, sino entrando por cualquiera de ellos a cualquiera de sus habitaciones, asomándonos por cualquiera de las ventanas.

El mundo de las novelas es divertido y atractivo porque es humano. Las novelas no son sobre periodos de la historia, sobre espacios geográficos, sobre teorías filosóficas ni sobre asuntos religiosos. Tratan sobre seres como nosotros, sus ambiciones, su idealismo, su perversidad, sus heroísmos y debilidades, la maldad y la nobleza, la devoción y la envidia, la generosidad y los celos, y nos muestran cómo estos atributos, siempre en tensión y contradicción, se dan dentro de los mismos individuos.

Fiodor, el padre rencoroso y atrabiliario, avaro y despiadado, quien se disputa a la misma mujer con Dmitri, su propio hijo, llega hasta nosotros en toda su plenitud en las páginas de Los hermanos Karamazov , porque somos capaces de reconocerlo tal como lo retrata Dostoievski; existió, sigue existiendo, así como las voces de los muertos que Juan Rulfo pone a hablar unos con otros debajo de las tumbas en Pedro Páramo , nos son familiares porque lo que cuentan son ambiciones mal cumplidas y pasiones de amor que carcomen hasta en la muerte. Y siempre seguiremos viendo a una Lady Macbeth, quien incita a su marido al crimen para perpetuar el poder, movida por la ambición, aunque Shakespeare haya muerto hace siglos.

No hay que creer entonces a quienes nos dicen que solo debemos aceptar lecturas serias o edificantes, porque entonces nunca vamos a ser lectores adictos. Cuántos buenos lectores se han perdido por causa de las imposiciones escolares, que mandan leer por fuerza de los programas de estudio libros pesados e indigeribles, o que por falta de método son presentados como tales. Y cuántos buenos lectores, y a lo mejor escritores, se han ganado gracias a los libros prohibidos por la escuela, por el hogar, por la religión, porque lo que la imposición no consigue, lo consigue la curiosidad por lo prohibido. Y los censores son, sin excepción, personas amargadas y hostiles al espíritu de libertad que sobresalen en los libros.

Y quien no aprende nunca a leer, quien no se vuelve desde temprano un vicioso de los libros, no sabe de lo que se pierde. Se expondrá a llevar una vida mutilada y a lo mejor, amarga, igual que la de los censores, lejos de los espejismos y los fragores de la imaginación.

¿Cómo crearse ese vicio? Empezando por un cuento de los hermanos Grimm, luego yendo a uno de Chejov, o de Rulfo, antes de llegar por fin a una novela de Faulkner, o al Ulises de Joyce , ya no se diga. O yendo primero a los capítulos y pasajes más divertidos de El Quijote , a alguno de los cuentos de Las Mil y una noches .

Para que un niño o un adolescente adquieran el vicio de la lectura, antes deben adquirirlo los padres y los maestros, con espíritu cómplice, lejos de la severidad de quien encarga una tarea. Ser parte de la conspiración de leer, comportarse como cabecillas de una hermandad de iniciados. Abrirles una puerta al paraíso, donde espera la manzana dorada entre las frondas del árbol del bien y el mal. El autor es escritor. Berlín, febrero 2014.

Opinión conspiración lectura archivo

COMENTARIOS

  1. El mejor vicio
    Hace 10 años

    Hay vicios para todos los gustos: robar, mentir, tomar, calumniar, ver en exceso tv, drogarse, etc, estos vicios son sumamente perjudiciales; pero leer es el mejor alucinante. Traslada al lector a parajes y paisajes increibles; involucra en la pasion de una novela; la lectura transporta a lugares remotos o tiempos pasados; hace vivir la vida de otros que vivieron cienes y miles de anos atras; un libro en la mano de un lector lo hace cambiar su vida aprendiendo de la experiencia de otros.

  2. Gregorio Carvajal (raso guardia nacional)
    Hace 10 años

    cuando al escritor Lizandro Chavez Alfaro el de los “Monos de San Telmo” le pedias un consejo por cualquier problema te contestaba lee, lee, lee, en otras palabras si en Nicaragua tuvieramos ese habito, leer seriamos libres sin dictadores asi de sencillo , sin fanatismos religiosos, con una mentalidad critica todo el tiempo y evitar ser manipulados por los dictadores de turno, la persona que no se instruye es vulgar juguete de sus bajos instintos y esclavos de tiranos.

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