Por Oscar González Morales
Los gobernantes de nuestro país han sentido el impulso de dejar sus nombres inmortalizados, pero para ello necesitaban, a como decía el expresidente Arnoldo Alemán, “Obras no palabras”.
Qué mejor forma de escribir el nombre —que no sea de manera negativa— de un mandatario en los libros de historia, que con una gran obra de progreso que dé un giro de 180 grados a la economía de un país tan pequeño como Nicaragua.
Fue así que nacieron las ideas de macroproyectos que fueron “vendidos” a los ciudadanos, como el boleto de salida de la miseria.
Nació entonces el sueño de un ingenio que produciría millones de quintales de azúcar, de un metrobús que falicitaría el transporte en Managua o de una empresa hidroeléctrica que daría energía hasta para exportar, por mencionar algunos.
Los más afortunados de estos proyectos quedaron en una primera etapa, otros avanzaron más, produjeron algunos frutos, pero no los suficientes para ser sostenibles, y hubo los que no pasaron del papel, aunque fuese uno muy caro.
“Existen problemas con los macroproyectos cuando son manejados por los gobiernos. Muchas veces no cuentan con los fondos necesarios o son mal administrados. Otro factor en contra es la falta de continuidad con los cambios de gobierno. Uno de los macroproyectos que funcionó fue el ferrocarril, pero se pudo hacer gracias a que hubo treinta años de gobiernos conservadores que le dieron seguimiento”, expresa Pablo Vijil Icaza, ingeniero y extitular del Ministerio de Transporte en los años noventa.
Algunas importantes obras fueron desechadas al no poder cumplir el objetivo para el que fueron pensados originalmente, como la pista “Panchito”, que fue construida en los ochenta previendo la llegada, desde la extinta Unión Soviética, de los aviones de combates MIG a Nicaragua.
Solo en promesas quedaron las aeronaves, lo que mandó a “Panchito” al olvido, aunque es la mejor pista aérea del país y fue certificada por el Instituto Nicaragüense de Aeronáutica Civil (INAC), pero actualmente solo sea una pista auxiliar en caso de un desastre que inhabilite el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino.
Existen viejos proyectos que vuelven al tapete, como el hidroeléctrico Copalar, soñado por Anastasio Somoza Debayle y que ahora el Ministerio de Energía y Minas (MEM) tiene previsto a realizarlo como plan de contingencia si el privado Tumarín no se pone en marcha.
De hecho, esta institución estatal publicó un perfil del proyecto de la Central Hidroeléctrica Copalar Bajo, en su sitio web: www.mem.gob.ni.
Ahora, el presidente inconstitucional Daniel Ortega busca esa gran obra que lo vuelva inmortal, así como él mismo lo hizo en la década de gobierno revolucionario, como lo hicieron los Somoza y otros mandatarios soñadores.
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